Casas Viejas no ha formado parte de mi mapa personal hasta muy tarde. En aquellos días de 1933 Portugal andaba muy ocupado aprobando una constitución para dar apariencia de legalidad a la dictadura de Salazar que, como bien se sabe, además de ser ilegal, era inmoral. Por este motivo, los medios de comunicación, generalmente sumisos al poder, cuando no cómplice, dedicaban todo su empeño a esta farsa, tratando de convencer a sus lectores de la bondad y de la transparencia de un Estado que ellos llamaban (el “Estado Nuevo”) y que, ni para los pobres ni para los ricos traía novedad alguna, porque unos iban a seguir instalados en su pobreza y sufriendo la explotación, otros disfrutando, con maldad o con inconsciencia, la riqueza que produce esa explotación. Un autor portugués muy importante escribió en el siglo pasado una reflexión que seguía teniendo sentido en el año 33 y, desgraciadamente, continua hoy vigente. Esto escribió Almeida Garret : “Y yo pregunto a los economistas políticos, a los moralistas, si ya han calculado el número de individuos que hay que condenar forzosamente a la miseria, a la infamia, a la ignorancia crapulosa, a la desgracia invencibles, a la penuria absoluta, para producir un rico”.
Homenaje a las víctimas de los sucesos de Casas Viejas
José Saramago : Revista : Tierra y Libertad. Nº 8 Otoño 2000 (SOCyMR)
Casas Viejas no ha formado parte de mi mapa personal hasta muy tarde. En aquellos días de 1933 Portugal andaba muy ocupado aprobando una constitución para dar apariencia de legalidad a la dictadura de Salazar que, como bien se sabe, además de ser ilegal, era inmoral. Por este motivo, los medios de comunicación, generalmente sumisos al poder, cuando no cómplice, dedicaban todo su empeño a esta farsa, tratando de convencer a sus lectores de la bondad y de la transparencia de un Estado que ellos llamaban (el “Estado Nuevo”) y que, ni para los pobres ni para los ricos traía novedad alguna, porque unos iban a seguir instalados en su pobreza y sufriendo la explotación, otros disfrutando, con maldad o con inconsciencia, la riqueza que produce esa explotación. Un autor portugués muy importante escribió en el siglo pasado una reflexión que seguía teniendo sentido en el año 33 y, desgraciadamente, continua hoy vigente. Esto escribió Almeida Garret : “Y yo pregunto a los economistas políticos, a los moralistas, si ya han calculado el número de individuos que hay que condenar forzosamente a la miseria, a la infamia, a la ignorancia crapulosa, a la desgracia invencibles, a la penuria absoluta, para producir un rico”.
Así estábamos en Portugal en el 33, de modo que es comprensible que el mundo de fuera nos llegara como un rumor sordo. Los medios de comunicación estaban controlados por los propios amos que, como ya he dicho, eran amigos de la dictadura cuando no sus inspiradores, así que las noticias del exterior eran pocas y siempre al servicio de la causa de Salazar. De España, sobre todo de la España republicana, roja porque había nacido de la decisión popular, apenas se hablaba, menos aún si la noticia trataba de una revuelta en una aldea de Andalucía, rápidamente sofocada por lo que la convención llama “fuerzas del orden”. Fue así como el niño de 11 años que yo era entonces no oyó hablar de Casas Viejas. Tuvo que esperar muchos años hasta que, ya mayor, el azar lo relacionó con España y Andalucía, con lo mejor de su historia y no con los datos y las gestas que los censores habían decidido que pasaran al conocimiento general.
Supe de Casas Viejas, como decía, no hace mucho, pero intenté suplir la tardanza del conocimiento con la sensibilidad que he podido acumular a base de vivir con los ojos abiertos y el corazón dispuesto. De esta manera, sólo por haber leído algunos artículos, pude conocer a los hombres y a las mujeres que creyeron que había llegado la hora de repartir todo entre todos, como debería haber sido desde el principio, si no hubiera prevalecido la ambición desmedida -criminal- de algunos. Enseguida me apercibí de que esos hombres y esas mujeres estaban hechos de buen material y comprobé, una vez más, que los sueños son efímeros y a veces terminan en pesadilla. Llegó el levantamiento, Seisdedos y los suyos mantuvieron su palabra de honor que habían dado en las reuniones clandestinas que los anarquistas llevaron a cabo en Jerez, pero sobre el honor de los pobres, como ha ocurrido tantas veces en la historia, cayo la traición y la iniquidad. No sobre el honor, que ese está a salvo, entre otras razones porque hoy, todos los que nos aplicamos al recuerdo lo reivindicamos y lo preservamos. La traición y la iniquidad se cebaron, sí, con la vida y la memoria de los hombres y las mujeres que intentaron construir no un paraíso en la tierra, sino una tierra habitable para todos.
Han pasado los años. Seisdedos no convoca con su autoridad de viejo militante, Libertaria no sueña mientras cose, los hombres que murieron no van a la vendimia, ni siegan, ni trillas, ni acarrean, tampoco buscan espárragos o tagarninas para los potajes de cada día, ni se sientan en la taberna diciéndose con medias palabras que el tiempo está cerca. Porque al fin llegó el día y con él un tal capitán Rojas dispuesto a asesinar según le habían encargado los que luego volvieron a golpear al Estado para apoderarse de él con todo lo que contenía. La historia es clara cuando se mira de frente. Sabemos lo que ocurrió porque hemos visto los gestos de unos y otros y sus consecuencias. En Casas Viejas, en el 33, se ensayó el 36 y los actores de ambas funciones eran los mismos.
Casas Viejas no nació en el 33, cuando algunos de los suyos proclamaron la implantación del comunismo libertario. No nació con la masacre ni con el miedo que luego legítimamente, se apoderó de todos. Casas Viejas existía antes, pero ese día de enero del 33 se explicó a sí misma con otras palabras y contó, quizás sin pretenderlo aunque de forma rotunda, que a la historia de la infamia le faltan muchos capítulos pero la historia de la dignidad también había crecido.
RECORDAR LOS HECHOS DE CASAS VIEJAS ES MANTENER DESPIERTA LA MEMORIA.
Recordar a los hombres y mujeres que se sublevaron contra el hambre y la injusticia de un sistema secular es un deber de bien nacidos. Recordar las trampas que le hicieron a la República para acabar con ella es una obligación.
RECORDAR ES VIVIR Y MANTENER VIVOS A LOS MUERTOS Y LOS SUEÑOS QUE TUVIERON.
Par : Cecilio Gordillo
Fuente: Cecilio Gordillo