La noticia es reciente : un gran proyecto turístico para Casas Viejas. Así dicha esto no hubiera salido del ámbito gaditano. El problema viene de que el complejo hotelero utilizará como gancho los personajes y hechos por los que todavía hoy Casas Viejas es conocida por todos : el levantamiento campesino de enero de 1933 y la salvaje represión posterior. Según hemos leído en la prensa -El Mundo de 21 de agosto bajo el título “El negocio de la memoria histórica”- diversas estancias recrearán los años 30 en torno a la zona donde se encontraba la vivienda de Francisco Cruz Gutiérrez Seisdedos, que será preservada “a través de una acción temática y simbólica”.
Francisco Espinosa. (Revista Mercurio. Octubre 2005)
La noticia es reciente : un gran proyecto turístico para Casas Viejas. Así dicha esto no hubiera salido del ámbito gaditano. El problema viene de que el complejo hotelero utilizará como gancho los personajes y hechos por los que todavía hoy Casas Viejas es conocida por todos : el levantamiento campesino de enero de 1933 y la salvaje represión posterior. Según hemos leído en la prensa -El Mundo de 21 de agosto bajo el título “El negocio de la memoria histórica”- diversas estancias recrearán los años 30 en torno a la zona donde se encontraba la vivienda de Francisco Cruz Gutiérrez Seisdedos, que será preservada “a través de una acción temática y simbólica”.
Digamos, para empezar, que los sucesos de Casas Viejas son mejor conocidos que otros hechos similares ocurridos durante la República en pueblos como Castilblanco, Arnedo o Yeste. No sólo se cuenta con testimonios periodísticos de la época como el de Ramón J. Sender, Viaje a la aldea del crimen (reeditada por Vosa en el 2000) o con investigaciones como las de Gerard Brey y Jacques Maurice, Historia y leyenda de Casas Viejas (Zero, Bilbao, 1976), sino que disponemos incluso de recreaciones fílmicas tan atractivas como las de José Luis López del Río (Casas Viejas, 1981) o Basilio Martín Patino (Casas Viejas : el grito del Sur, 1996), una perteneciente al cine maldito español y otra quizás lo mejor del atractivo proyecto andaluz que Patino realizó en los 90 para Canal Sur.
Sin embargo el trabajo fundamental sobre los hechos sigue siendo Los anarquistas de Casas Viejas, del etnólogo neoyorkino Jerome R. Mintz (publicada en inglés en 1982 y por las diputaciones de Granada y Cádiz en 1999). Mintz (1930-1997), que definió su trabajo como un estudio de etnohistoria, pasó varios años investigando en España entre 1965 y 1974, tres de ellos en Casas Viejas. Aunque pudiera existir la tentación de enclavarlo dentro de la tradición que va de Gerald Brenan (Yegen) y Julian Pitt-Rivers (Grazalema) a George Collier (Linares de la Sierra) y Margaret Van Epp (Galaroza), Mintz marcó línea y estilo propio. Su trabajo reconstruyó la historia del anarquismo en Casas Viejas desde 1914, investigó a fondo los sucesos de enero del 33 y, consciente de que el final de esta historia no era el juicio al que fueron sometidos sino el golpe militar de julio del 36, nos contó qué fue luego de sus diversos protagonistas.
Mintz supo ganarse la confianza de la gente de Casas Viejas, a quienes consideró sus maestros : valientes, generosos y francos. Describió sus vidas a partir de sus testimonios y recurriendo a todo tipo de fuentes escritas, y lo hizo de tal manera que los sucesos de enero del 33, núcleo de su obra, y sus protagonistas en sentido amplio (campesinos, fuerzas represivas, políticos, periodistas) quedaron retratados y situados dentro de un amplio contexto histórico. En otras palabras, el trabajo de Mintz -muy crítico frente a interpretaciones como las de Brenan, Thomas o Hobsbawm- nos permitió conocer mejor lo ocurrido en la aldea y comprender las causas que llevaron al fatal desenlace. Mintz, que sólo conoció los diarios de Azaña a través de la versión de 1939 de Arrarás por tratarse de uno de los “cuadernos robados”, puso en evidencia la desastrosa gestión que el gobierno de Azaña (con tres ministros socialistas : Largo, De los Ríos y Prieto) hizo del asunto, pero no pudo analizar los diarios completos con los que contamos a partir de 1997, los cuales muestran la nula sensibilidad que el líder político republicano tuvo ante lo ocurrido en la aldea gaditana -y por extensión hacia la cuestión agraria- y el erróneo concepto de orden público que tan gran servicio prestó a los enemigos de la República desde su misma proclamación.
Desgraciadamente las enseñanzas del libro de Jerome Mintz no han sido ni divulgadas ni asimiladas a nivel alguno, con lo cual los tópicos y la propaganda sobre Casas Viejas siguen circulando por doquier. Pero esto no es extraño ni constituye un hecho aislado. La razón de que esto sea así tiene sin duda su base en la desmemoria histórica que padecemos, fruto de las políticas de olvido puestas en práctica desde la transición. Olvido y desmemoria que afectan especialmente a la II República y que se ceban, por poner un ejemplo, con los anarquistas. Es tal el desconocimiento que tenemos de la II República (1931-1939) que todavía decir Casas Viejas equivale a decir aquello de “ni heridos ni prisioneros, tiros a la barriga”, frase que se pone en boca de Manuel Azaña y que en realidad sabemos que fue un invento de Bartolomé Barba Hernández, fundador de la ultrarreaccionaria Unión Militar Española y uno de los principales promotores de la trama golpista del 36. Igualmente se ignora la realidad de lo ocurrido en Casas Viejas. Es en esta base de ignorancia y olvido sobre la que surge el proyecto turístico “Libertaria” y la idea de utilizar aquella triste historia como reclamo para un gran negocio. Indudablemente si las víctimas en vez de anarquistas hubiesen sido socialistas este proyecto no hubiera no ya prosperado sino ni siquiera nacido. Hemos sido testigos de la destrucción de lugares de memoria como la plaza de toros de Badajoz, que la derecha no hubiera osado tocar, por quienes parecía que debieran haberse preocupado de su conservación y memoria pero es seguro que ni en Yeste (Albacete) ni en Castilblanco (Badajoz), con víctimas socialistas, se hubiera consentido una operación de este tipo.
Mientras que la edición andaluza de El País actúa como si nada hubiese ocurrido, la de El Mundo, ésa que denuncia el “negocio de la memoria histórica” y que acaba de lanzar a bombo y platillo una supuesta historia de la guerra civil que superará a las que contaron primero los vencedores y luego -¿cuándo ?- los vencidos, dedica un apartado en su primera entrega a los sucesos de Casas Viejas. Y ha sido precisamente el historiador José Luis Gutiérrez Molina, que lleva adelante la biografía del periodista Manuel Pérez Cordón, compañero de La Libertaria, quien en carta enviada, mas no publicada, a El Mundo ha puesto de manifiesto con un simple ejemplo la endeblez del proyecto. Si en una sola y breve frase referida a un personaje clave : “La mujer que logra salvar la vida es María Silva Lago, hija de Seisdedos y conocida por La Libertaria…” (p. 112), existen dos errores : era María Silva Cruz y era nieta de Seisdedos, ¿qué cabe esperar de tan documentada y rigurosa obra ?
La conclusión es evidente : la llamada recuperación de la memoria histórica que tan mal llevan algunos no será peligrosa hasta que, aparte de los huesos, se exhumen también las ideas que les llevaron a las fosas. Pero no hay peligro. Mientras la derecha siga por la senda del revisionismo que ahora nos llega, en dosis de caballo, por esta chapucera historia de la guerra civil y la izquierda no capte la aberración que supone asociar la matanza al negocio, no hay problema. Si además resulta que el Gobierno no sabe muy bien qué hacer con esto de la memoria histórica pues mejor que mejor.
Par : Cecilio Godillo
Fuente: Cecilio Godillo