Estimado compañero.
Lo primero que quiero hacer es presentarme. Me parece la mayor muestra de deferencia por mi parte hacia ti, que lees esto. Ruego que me permitas tutearte. Vive a cientos de kilómetros de las cuencas mineras donde los plantais batalla por vuestros puestos de trabajo y su dignidad. Concretamente en Alicante, en la tierra donde los casos de corrupción, para desgracia de las personas decentes que vivimos aquí, están a la orden del día y nos han hundido en la miseria más absoluta.
Soy profesor. O mejor dicho trabajador de la enseñanza pública, porque siempre he tenido claro que clase pertenezco y a que no. Alguien que se va a la calle como 8.000 personas más en el País Valenciano. Alguien que sabe que su carta de despido está escrita desde enero.
Soy profesor. O mejor dicho trabajador de la enseñanza pública, porque siempre he tenido claro que clase pertenezco y a que no. Alguien que se va a la calle como 8.000 personas más en el País Valenciano. Alguien que sabe que su carta de despido está escrita desde enero. Alguien que ha dado toda la energía que tenía y que no tenía a tratar de mover a un sector donde el conformismo, la falta de conciencia de clase, el aburguesamiento, la falta de empuje, después de años de desmovilización, nos ha llevado a donde nos lleva a muchos: en el matadero del desempleo, a no volver a trabajar en nuestra profesión posiblemente.
En 30 días dejaré mi puesto de trabajo para no volver más. Puesto de trabajo que me encantaría defender con uñas y dientes, con arrojo minero, pero donde soy consciente de que sólo somos cuatro gatos los que estaríamos dispuestos a imitaros. He llegado a llorar amargamente, como un débil, como un derrotado, de rabia e impotencia, ante el triste panorama que se vislumbra. Ante la desgracia de comprobar cómo las protestas que realizábamos nosotros tenían un tinte festivo y creativo que no ha servido para nada. El 30 de junio nos vamos a la calle. Como se dispuso en enero. Como si no hubiéramos realizado 11 manifestaciones, tres cierres, miles de horas de concienciación, cuatro días de Huelga …. Como si continuara siendo Enero, ese Enero en el que nosotros pasamos a pagar los platos rotos de lo que otros habían robado, afanado y saqueado en nuestra tierra valenciana.
De todos modos, me repongo con facilidad. No me rindo. Luché para concienciar en mi trabajo, aunque a veces me decepcione ver que sepia pequeña contra mil paredes. Contra un colectivo donde muchos de sus miembros, teniendo un sueldo más modesto que tú, se creen de una clase media a que nunca han pertenecido. La clase media no se va al desempleo. Esto lo sabéis muy bien en la mina. Esto lo sabéis muy bien en Mieres, en Pola, en Cepas, en Astorga, en Ribadesella. También en León y en el Bierzo, como en Teruel y Aragón. Mi tarea de concienciación es dura e ingrata: soy despreciado, insultado, menospreciado, tachado de radical y de «antiguo». El moderno es hacer una manifestación con folclore. Cualquiera con dos dedos de frente ve porque ha servido esas manifestaciones que la prensa del poder aplaude.
A casi treinta días de irme a la calle, tú tienes la culpa de haber cargado de energía a este trabajador de la enseñanza. «Que exagerado!, Dirás. No creas que exagero, compañero minero. Compañero sí, compañero, porque tengo claro que tú y yo pertenecemos a la misma clase. Que yo no soy «clase media». Soy como tú. Recibo un salario por mi trabajo, si trabajo comeré este mes y el próximo, si me tiran igual no tengo para poder comer… Nos parecemos mucho, aunque a veces algunos piensan que no.
Y es que habéis conseguido despertar mi estima y mi admiración. No exageraría si os dijera que también mi más profunda veneración. Esta vez se me han saltado también las lágrimas, pero de orgullo. De admiración. He seguido muy de cerca, a través de las redes, todas las movilizaciones. Todas sus protestas. Viendo el coraje y la arrojo al defender sus puestos de trabajo, que es lo que deberíamos hacer todos y todas en este país.
La valentía de mirar por sus condiciones de vida y la de los vuestros, en lugar de tener complejos de «que dirá la tele o que dirá la prensa». Os han silenciado y picado, criminalizando sus reivindicaciones. Pero esto os ha dado igual, porque la prensa del poder no os da de comer. Vosotros tenéis claro que comeis del puesto de trabajo y eso os lleva a defenderlo como toca y a luchar como toca. Nunca los acomplejados han conseguido nada, a la vista está en los libros de Historia que yo enseñe a mis chavales.
Usted es verdaderamente admirable. Ha declarado la huelga indefinida, sin plantearos si perdíais un día el salario, como muchos hacían en mi centro de trabajo, repitiendo como papagayos que «una huelga no servía para nada». Pero una huelga no para montar una tamborada o una marcha de la música, sino para deleitarse con música de lucha a que apalear los estudiantes del IES Luis Vives. A esos que, ante vosotros, se postran a sus pies para que os temen. A esos brutos mercenarios del Estado que se encrudecen con los estudiantes pero que estaban acojonados y nerviosos ante su firmeza y empuje. A esos que temblaban al oír vuestros decididos pasos sobre las autovías del norte y del centro.
Ayer en Madrid disteis una nueva lección de dignidad. De dignidad de clase y de dignidad como personas. Cuando os hicisteis notar en la capital del Estado. Cuando Madrid entera y el estado supo que sus pies caminaban sobre la capital. Recuerdo sus lemas, recuerdo lo que «no estamos indignados, estamos hasta los cojones». Se me ha quedado grabado cuando recriminàveu la Policía para dejar a su compañero Policía herido desprotegido. A pesar de que son nuestros rivales, deportividad. La que ellos no tuvieron, como las ratas que son, cuando fueron a traición a detener un manifestante cuando estaba cerca del autobús, entre nueve, sonriendo de forma repugnante y haciendo comentarios despectivos ante «la caza que habían organizado» . Lo que es persona, actúa como tal, lo que es un miserable mercenario, también. Y todos pudimos verlo.
Sólo me queda darte, aunque no lo necesitas, mis ánimos y mandarte desde Alicante un caluroso abrazo, deseando que consiga para vosotros y vuestras familias todo lo que reivindicáis. Porque sois ejemplo. Usted la vanguardia y el ejemplo a seguir en todas aquellas movilizaciones que existan. Aunque los acomplejados y los enajenados ladran y os insultan. Usted es el ejemplo de cientos de miles de trabajadores.
Yo trabajo en un sector en el que hay gente con su misma voluntad, pero somos pocos, por el momento. Por ello, este profesor, hoy, es un alumno con ganas de aprender de ti, de tu forma de luchar, de tu grado de concienciación. Porque en este caso los profesores de la lucha sois vosotros. Y nos has dado a todos, a todos los trabajadores y las trabajadoras, una lección muy importante. La lección de cómo se defiende el propio, de solidaridad, de firmeza astur-leonesa, de valentía dinamiteros, de coraje obrero.
Simplemente, para terminar, agradecerte que hayas leído esta misiva y la hagas llegar a todos esos «profesores de la lucha» de la minería. Aquí, un alumno profesor que os admira y os respeta.
Un saludo cordial de un compañero, trabajador de la Enseñanza Pública, llamado Julián Jiménez.