Artículo de opinión de Antonio Pérez Collado

 

 

 

 

Distinguido don José Ignacio: Hace unos días intenté hacer, como responsable de las magras finanzas de la asociación cultural de la que soy tesorero (una ironía de cargo, cuando se tiene un saldo de 450 euros) un ingreso de 200 euros en la cuenta nada opaca que nuestro colectivo tiene en la entidad que usted preside. No pretendía así llevarme unas toallas o un juego de sartenes, porque ya no se dan esos premios al pequeño ahorro; entiendo que la cosa debe estar muy mal, puesto que me mandan ustedes las comunicaciones impresas por las dos caras, lo que me complica en gran medida la tarea de archivado: si pongo la nota del cargo en la carpeta de “recibos teléfono”, pues ya no puedo incluirla en la destinada a los del agua o la luz.

A lo que íbamos; que me dirigí a la sucursal de Eduardo Marquina, en la ciudad de Valencia, para depositar esa humilde cantidad con la que ir pagando las domiciliaciones de recibos y evitar que un día nos quedemos sin saldo y nos corten algún suministro. Comprendo que su banco no adelante ni un céntimo en caso de puntuales descubiertos en una modesta cuenta; aunque ésta tenga una antigüedad de más de treinta años. Por supuesto que es muy lógico y muy poco cristiano mantener que el negocio de la banca no se puede confundir con una entidad benéfica.

Guardé respetuosamente la oportuna cola (ya sebe usted cómo ha ido disminuyendo la plantilla de su banco) y fui atendido amablemente por un empleado que, tras realizar algunas operaciones en el sistema informático, me informó que la cuenta requerida estaba bloqueada por la oficina donde está abierta (la Urbana Mercado). Ante mi manifiesta sorpresa, el trabajador me informó que debería volver a presentar en dicha sucursal todo tipo de documentos (estatutos, NIF de la asociación, etc.) para ratificar mediante esa aportación documental la legitimidad y transparencia.

Al día siguiente acudí intrigado a la sucursal donde tenemos abierta nuestra cuenta, pensando en si algún compañero de mi asociación estaba utilizando esta vía para blanqueo de capitales, evasión de impuestos, tráfico de drogas a gran escala u otras operaciones nada confesables. No duró mucho mi nerviosismo porque otro atento empleado me lo aclaró todo. Y aquí quiero hacer un apartado para confesarle mi perplejidad ante el empeño de todos ustedes, de los que cobran sueldos de 500.000 euros anuales, por sustituir a personas muy profesionales y diligentes por frías y costosas máquinas, que encima fallan con frecuencia. No sé si, tratándose de los mejores cerebros nacionales, han pensado en que otras empresas harán lo mismo y cuando nadie tenga trabajo, tampoco tendrá nóminas que domiciliar ni hipotecas de por vida que contratar en sus entidades.

Como la contaba; fue uno de los pocos trabajadores que aún tratan con los clientes en esta importante oficina de Bankia el que me explicó que el bloqueó de nuestra cuenta obedecía a una medida preventiva, que afectaba a otras muchas más, aplicada sin aviso previo a los afectados y ordenada desde el Gobierno para conseguir que todas las cuentas, por pequeñas que sean, estén perfectamente identificadas.

Aclarado el asunto y contento de no pertenecer a una organización vinculada a cualquiera de los casos de corrupción que indignan al país, quisiera trasladarle mi perplejidad por el empeño que se pone en vigilar a quienes no tenemos ni la intención ni los medios para defraudar al fisco, en contraste con la permisividad y hasta la complicidad con que la banca viene tratando a los presuntos (pero auténticos) ladrones de guante blanco.

Pero es que si encima esa doble vara de medir se aplica en una institución, como la que usted preside, cuyo rescate nos ha costado a todos los españoles la friolera de unos 68 millones (euro arriba, euro abajo) y en la que consejeros por los tercios sindical, político y empresarial se han fundido, con total impunidad y ostentación, otros 15 millones de euros mediante las llamadas tarjetas black, pues entonces comprenderá –mi opulento amigo- que me haya reído e identificado mucho con un chiste que circula por la redes y que me animo a compartir con su persona. Dice así: “Un hombre evita un atraco en un banco y retiene al director hasta la llegada de la policía”.

Pues nada, perdone por las molestias… y seguimos en contacto mediante el cajero automático.

Antonio Pérez Collado

Tesorero de la Asociación Cultural Al Margen

 

 


Fuente: Antonio Pérez Collado