Soy uno de los 660 despedidos de Seat. No me preocupa mi situación personal : soy joven y tengo la suficiente confianza y humildad para volver a encontrar trabajo. Lo que sí que me inquietan son las causas de mi despido, que son dos.
La primera es porque me faltaban tres meses para cumplir 10 años en la empresa y, según el convenio de Seat, debían aumentarme el sueldo. Además, en marzo deberían examinarme para oficial de primera (lo que supone un incremento salarial). Dado que una de las bases del acuerdo firmado por la dirección de la empresa con los sindicatos mayoritarios es la readmisión de los despedidos en un plazo determinado, pero sin antiguedad, me convertí en un gran candidato al despido. Pero peor es el otro motivo. Si a la empresa no le gustaba mi salario, mucho menos mi afiliación sindical (CGT). Me han despedido por mi forma de pensar. Moralmente me siento reafirmado, ya que nada me halaga más que quien se dedica a infundir terror entre los trabajadores me considere su enemigo. Nos han tratado como a perros. Sólo nos queda ladrar. Y lo haremos.
Fuente: Juan Carlos Jiménez / L’Hospitalet de Llobregat
