CARLOS TAIBO/PROFESOR DE CIENCIA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID Y COLABORADOR DE BAKEAZ
El escenario, planetario, de restricciones en los derechos y en las libertades que se ha instalado entre nosotros tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001 tiene manifestaciones singulares que no sería bueno que se nos escapasen. En virtud de los presuntos delitos que han cometido y, más aún, de sus peculiares adhesiones religiosas e ideológicas, algunas personas son víctimas de un sistemático olvido que -me temo- retrata fidedignamente lo que a menudo somos.
CARLOS TAIBO/PROFESOR DE CIENCIA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID Y COLABORADOR DE BAKEAZ

El escenario, planetario, de restricciones en los derechos y en las libertades que se ha instalado entre nosotros tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001 tiene manifestaciones singulares que no sería bueno que se nos escapasen. En virtud de los presuntos delitos que han cometido y, más aún, de sus peculiares adhesiones religiosas e ideológicas, algunas personas son víctimas de un sistemático olvido que -me temo- retrata fidedignamente lo que a menudo somos.

La glosa anterior nace de un recordatorio imperioso : en estas horas se contabilizan en Marruecos 250 islamistas -otras fuentes hablan de una cifra bastante superior- que, detenidos en muchos casos por su posible vinculación con los atentados de Casablanca, iniciaron una huelga de hambre el 2 de mayo y se enfrentan a un dramático silencio internacional. Pareciera como si entre nosotros no estuviera bien visto salir en defensa de gentes que, de resultas de esas peculiares adhesiones a las que antes me refería, se antojan apestados en relación con los cuales no hay mayor problema en aceptar -ésta es la conclusión inevitable- que se conculquen derechos elementales.

La historia que nos ocupa nos ha regalado ya varios episodios. Uno de ellos fue, hace un año, otra huelga de hambre a la que los detenidos pusieron fin tras recibir garantías -luego no satisfechas- de que se revisarían sus casos. El pasado abril, por otra parte, muchos familiares de los afectados se manifestaron en Rabat para solicitar que éstos fuesen trasladados a prisiones más cercanas a sus domicilios y se procediese a revisar, por añadidura, unas penas unánimemente calificadas de excesivamente duras.

Hora es ésta de recalcar que lo que los huelguistas de hambre demandan parece razonable. Solicitan una investigación seria sobre los atentados de Casablanca, la revisión de los diferentes procesos, realizados, al parecer, sin las garantías más elementales, y, en suma, una mejora en las condiciones de detención. Pocas son las dudas en lo que atañe al hecho de que las autoridades marroquíes -como, por lo demás, tantos otros gobiernos- se están amparando en un dramático y legitimador silencio internacional para sacar adelante medidas que esconden intereses políticos tan manidos como inconfesables.

Aunque nada me gusta menos que recurrir a lo que es lícito que se interprete como un prescindible prurito patriótico, en momentos tan delicados como éstos no parece de más recordar que entre los presos en huelga de hambre se cuenta Buchaib Magdher, esposo de una ciudadana española, Eva Montfort, y padre de tres niños. Fuentes independientes estiman -y esto parece un botón de muestra de circunstancias por desgracia harto comunes- que Magdher no pudo beneficiarse de una defensa adecuada y que muchas de las acusaciones contra él formuladas a duras penas se sostienen. Por el caso de Magdher se han interesado en repetidas oportunidades Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la propia Asociación Marroquí de Derechos Humanos. Esta última ha demandado de las autoridades de su país que procedan a liberar a los detenidos -el estado de salud de muchos de ellos se deteriora por momentos- o que, en su caso, admitan de buen grado la revisión de los procesos contra ellos abiertos.

Son circunstancias como éstas las que miden la hondura de los valores que se defienden en una sociedad. Si la nuestra -por desidia, por repudio de las personas afectadas o por acomodaticia adecuación a prosaicos intereses- prefiere seguir guardando silencio estará ofreciendo una inquietante imagen de lo que somos. Y otro tanto cabrá decir, por cierto, de un Gobierno, el español, que hora es de que tome cartas con entereza ante estos asuntos y demuestre que es consecuente de la mano de la defensa efectiva de los valores que tan a menudo enuncia.


Fuente: Carlos Taibo