Tengo en mis manos el que —creo— es el texto que va a guiar muchas de las manifestaciones que, en el cuarto aniversario de la agresión norteamericana en Iraq, recorrerán nuestras ciudades. La convocatoria en cuestión obedece, con indisimulada claridad, al propósito de permitir que el Partido Socialista y los sindicatos mayoritarios, y con ellos una nada despreciable maquinaria mediática, convoquen las marchas en cuestión. De resultas, se ajusta a un singularísimo patrón : mientras, por un lado, nada de lo que dice merece mayor objeción, por el otro sus silencios son tan dramáticos como preocupantes.
Aunque cada cual es muy libre, naturalmente, de acudir a esas manifestaciones para defender lo que estime conveniente, no me gustaría que pasase inadvertido el juego que al cabo propician unas convocatorias que eluden poner el dedo en la llaga de muchas de las miserias que arrastra la política del gobierno español. Al respecto son tres las observaciones que se me ocurre formular.
1. Si el manifiesto que tengo en mis manos es el que a la postre guiará muchas convocatorias, el designio de concentrar toda la atención en Iraq —al fin y al cabo se trata del cuarto aniversario de la agresión estadounidense— parece llamado a convertirse en una cortina de humo que permite esquivar cualquier consideración crítica en lo que hace al despliegue de soldados españoles en Afganistán y en el Líbano. Y, sin embargo, estos dos conflictos obedecen a la misma trama que el de Iraq y ponen en entredicho la política toda del gobierno español, firmemente decidido a congraciarse con Estados Unidos a efectos de borrar los elementos de desencuentro que pudieron derivarse de la retirada de los soldados presentes en Iraq. La trama del conflicto afgano —una operación colonial a la antigua usanza— es, sin embargo, la misma que la del iraquí, y en uno como en otro caso han sido violentados el espíritu y la letra de la carta de Naciones Unidas. Por lo que al Líbano se refiere, son muchas las preguntas que conviene hacer : ¿por qué los soldados foráneos no se despliegan en Israel ?, ¿por qué no se exige el cumplimiento de tantas resoluciones previas del Consejo de Seguridad violentadas por el Estado sionista ?, ¿por qué se reconstruye plácidamente lo que otros destruyen ?, ¿no hay nada que decir sobre el más de un millar de muertos generado por las acciones militares israelíes del pasado verano ?
2. El manifiesto en cuestión, llevado de nuevo de su designio de interesarse en exclusiva por Iraq, emplea en singular la palabra ocupación y elude, de resultas, la consideración de las muchas ocupaciones que se revelan —y no voy más lejos— en los orientes próximo y medio. Ahí están los nombres de Palestina, el Kurdistán, Chechenia o Somalia. Pese a la mención, rápida y sin mayor detalle, de Palestina y de lo que puede ocurrir en Irán, en la convocatoria no se aprecia esfuerzo alguno encaminado a subrayar que Iraq es un eslabón más de la política estadounidense en todo el planeta. Las consecuencias con varias y delicadas :
3. Nada de lo anterior tiene, con todo, el relieve que corresponde a un último e insorteable silencio : mientras nuestros gobernantes protestan, cargados de razón, ante la ignominia de la política de Estados Unidos en Iraq, bien que se cuidan de ocultar su franca, general y cotidiana colaboración con los designios de la Casa Blanca. Si el gobierno de Rodríguez Zapatero desea que muchos creamos en su loable propósito de romper amarras con medio siglo de sumisión al dictado de Washington, a más de criticar como se merecen las prácticas económicas impuestas por instituciones como las antes mencionadas, está claro lo que debe hacer : desmantelar las bases de utilización conjunta, denunciar los convenios de defensa hispanonorteamericanos y alentar el abandono de la OTAN por parte del Estado Español. Y es que, al final, el manifiesto de convocatoria coloca al lector avisado ante una turbadora pregunta : ¿cómo es posible criticar agriamente lo que EE.UU. hace en Iraq y guardar silencio al tiempo sobre la franca colaboración de la que el imperio sigue disfrutando entre nosotros ?
Fuente: Carlos Taibo