La revista 'Stvdia Histórica' ahonda en las particularidades de las cárceles femeninas de la guerra y la posguerra.
“Cárceles de mujeres”. Las prisiones franquistas para mujeres (y para sus hijos) en la guerra y en la posguerra. (Número monográfico de Stvdia Histórica. Historia Contemporánea).
Las olvidadas del franquismo
PAULA DÍAZ – MADRID – http://www.publico.es/espana/418190/las-olvidadas-del-franquismo
«Fui juzgada y sentenciada a pena de muerte con mi hija en brazos,
cuatro días antes de que ella cumpliera 1 año de vida. Cuando salí de la
cárcel, en 1942, sólo tenía dos ideas en la cabeza: sacar a mi madre de
la calle y reivindicar el nombre de todos los caídos, los presos
políticos».Las olvidadas del franquismo
PAULA DÍAZ – MADRID – http://www.publico.es/espana/418190/las-olvidadas-del-franquismo
«Fui juzgada y sentenciada a pena de muerte con mi hija en brazos,
cuatro días antes de que ella cumpliera 1 año de vida. Cuando salí de la
cárcel, en 1942, sólo tenía dos ideas en la cabeza: sacar a mi madre de
la calle y reivindicar el nombre de todos los caídos, los presos
políticos».Así resume Concha Carretero (Barcelona, 1918) una parte de su paso por la cárcel de Ventas,
en Madrid, donde ingresó por ser miembro de las Juventudes Socialistas
Unificadas un día antes del fusilamiento de las Trece Rosas, el 4 de
agosto de 1939.Anteayer, Concha vio uno de sus deseos cumplidos.
Con su pelo canoso perfectamente atusado, acompañada del bastón que la
ayuda a caminar y con una sonrisa que no se borra de su cara, acudió a
la presentación, en el Ateneo de Madrid, de Cárceles de mujeres. Las prisiones franquistas para mujeres (y para sus hijos) en la guerra y la posguerra. En la publicación, un monográfico de la revista Stvdia Histórica. Historia Contemporánea, 16 expertos rinden homenaje a todas las mujeres que, como ella, fueron represaliadas por el régimen del dictador.«Es curioso, la cárcel de Ventas la había hecho Victoria Kent para
los franquistas y quienes la estrenamos fuimos nosotras», ironizó
Carretero. «Tenía capacidad para 500 personas, pero allí estuvimos miles
de camaradas», recordó. Todo ello hizo que el hacinamiento, el hambre y
las palizas fueran las condiciones habituales de las prisiones de la
época.¿Por qué un monográfico sobre presas? «Todo lo que sucedía
en las cárceles de hombres se daba también en las de mujeres, pero no
todo lo que sucedía en las prisiones de mujeres se daba en las de
hombres», justifica el catedrático de Historia Contemporánea de la
Universidad de Barcelona Ricard Vinyes.Torturas específicas
«Las
mujeres sufrieron torturas específicas derivadas de su condición de
mujer: violaciones, chantaje emocional, descalificaciones morales, y
también fueron acusadas de responsabilidad subsidiaria, por los delitos
que no impidieron que sus hijos, hermanos o esposos cometieran»,
argumentó por su parte Ángeles Egido, catedrática de Historia
Contemporánea de la UNED.Benito Zambrano, director de La voz dormida película que
también recoge el drama carcelario de las mujeres en la posguerra,
señaló, además, el desconocimiento de la sociedad sobre este tema. «Es
una parte olvidada de la historia», aseguró. «Hacer la película fue como
abrir la puerta de esa casa donde todo el mundo te dice que ahí no se
entra», describió.Hay tres características fundamentales, según
Vinyes, que diferencian los «paisajes carcelarios» de hombres y mujeres:
la presencia de niños en las prisiones, una menor solidaridad del
exterior con ellas y la ausencia de un trabajo regulado por el sistema
penitenciario. «Ellas transgredían constantemente normativas y
reglamentos con trabajos y redes clandestinas de comercialización con el
exterior», especificó el catedrático.La propia Concha, en su
propósito de ayudar a su madre para que no tuviera que pedir limosna,
tejía paños de ganchillo en la prisión para que ella pudiera venderlos
fuera. «Mi madre no era comunista, lo éramos mi hermano y yo», explicó
Carretero. «Un día la Policía la interrogó y ella les dijo: si ser
comunista significa ver lo que veo en mis hijos, compartir cada pieza de
ropa y cada plato de comida, entonces, lo soy», rememoró.Tanto ella como su familia sufrieron las consecuencias de haber peleado contra la represión.
«Vivimos en chabolas, en la calle, pero si volviera a nacer, volvería a
luchar por un mundo mejor», sentenció la expresa. De nada sirvió que en
la cárcel la desnudaran, la golpearan y la regaran con jarros de agua
fría en pleno invierno. Ni siquiera que la asustaran con un simulacro de
fusilamiento.¿Lo peor? «Hubiera preferido que me siguieran
dando palos antes de ver a una compañera salir para no volver», lamenta
Carretero en el documental de Jorge Montes Salguero Del olvido a la memoria. Presas de Franco,
emitido por La Sexta en 2007 y que fue proyectado de nuevo el sábado
pasado, en el Ateneo. Aun así, Concha, a sus 93 años, no guarda rencor:
«En la cárcel hubo mucho dolor, pero ya pasó todo».Más allá de la política
«Ellas son el testimonio vivo de la lucha por las libertades y
su papel fue mucho más allá de la política», destacó Ángeles Egido.
«Colaboraron con la guerrilla, fueron un apoyo sustancial para los
hombres encarcelados, a los que siguieron de pueblo en pueblo
protagonizando el llamado turismo carcelario, y fueron capaces de
construir redes de resistencia antifranquista desde dentro y fuera de la
prisión: las que salían nunca se olvidaban de las que se quedaban
dentro», detalló.«Además, ellas son el pilar de los logros
femeninos que hoy nos hemos encontrado casi hechos del todo», concluyó
la catedrática. Concha, sin embargo, aún cree que queda mucho por hacer.
Y sólo le pide una cosa a la juventud: «Que luchen, porque aún falta
mucho para conseguir lo que nosotras queríamos: la libertad».