Los datos europeos sobre muertes debidas a accidentes de trabajo y a enfermedades profesionales muestran que cada tres minutos se produce la muerte de un trabajador. La mayoría son por enfermedad y, en este caso, destacan los cánceres profesionales. Hace unos días la organización ecologista Greenpeace mostró los puntos negros de la industria química contaminante.

Los datos europeos sobre muertes debidas a accidentes de trabajo y a enfermedades profesionales muestran que cada tres minutos se produce la muerte de un trabajador. La mayoría son por enfermedad y, en este caso, destacan los cánceres profesionales. Hace unos días la organización ecologista Greenpeace mostró los puntos negros de la industria química contaminante.

Hace apenas dos años, la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo reconocía que los índices de mortalidad laboral ascendían a 150.000 fallecidos al año, de los que 8.900 murieron por accidentes de trabajo y el resto, 142.100 trabajadores, a enfermedades profesionales. Los últimos datos que el director de la Agencia Europea ha dado a conocer recientemente muestran un incremento importante de la siniestralidad, ya que se ha pasado a 167.000 muertes « atribuidas a accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, de ellas 159.000 tienen relación con las enfermedades profesionales, es decir 17.000 más que dos años antes ».

De éstos, 74.000 fallecidos « se pueden atribuir al trabajo con sustancias peligrosas, incluido el amianto ». La realidad está demostrando que la prevención de riesgos laborales y medioambientales de la industria química deja mucho que desear. De hecho, hace unos días, Greenpeace ofreció un informe en el que citaba los puntos más conflictivos en este campo y destacaba que Hego Euskal Herria es un foco negativo para la salud de los trabajadores, aunque se olvidó de importantes empresas del sector en Araba.

En el conjunto del Estado español cuatro millones de trabajadores están expuestos a sustancias cancerígenas y 4.000 mueren por esa causa, según esa organización ecologista. La Asociación de Industrias Químicas de Euskadi (AVEQ-KIMIKA) salió al paso de la denuncia sin aportar datos concretos. Lo cierto es que la falta de seguridad y prevención de riesgos de los trabajadores también afecta a ese sector, muy peligroso para la salud de quienes están ocho horas diarias trabajando en contacto con productos que son peligrosos para la salud.

El instituto de salud laboral de la Confederación Europea de Sindicaos (CES), ETUI-REHS, ha publicado recientemente un trabajo sobre « los cánceres profesionales. Una plaga social ignorada con demasiada frecuencia ».

En ese concienzudo trabajo, se reconoce que en la UE-25 el cáncer es responsable de una cuarta parte de las muertes, aunque en la franja de edad que va de los 45 a los 64 años esa proporción se eleva hasta el 41%, « lo cual sitúa al cáncer como primera causa de mortalidad entre la población de mediana edad ».

Diez veces más

Uno de los problemas que se destaca en el resultado de esta investigación es que « los obreros están diez veces más expuestos que los directivos » a contraer un cáncer profesional debido a la exposición continuada ante un producto químico. El « cáncer de los deshollinadores » (cáncer de escroto) fue el primero de carácter profesional identificado. También el cáncer de vejiga es frecuente en la industria química de tintes y colorantes ha sido bastante frecuente. Otro más conocido es el amianto, pero también hay que tener en cuenta en este caso al polvo de la manera. Según la ETUI-REHS es « una amenaza más desconocida, pero que está aflorando con fuerza en los últimos años ». Esos son ejemplos de lo que está pasando en la industria. El principal problema se encuentra en que se obliga a los empleados a trabajar en condiciones no seguras, por lo que unas veces por contacto y otras por inhalación, en la mayoría de los casos el efecto es negativo sobre su salud.

El Instituto del Cáncer del Estado francés ha evaluado 900 sustancias de forma concienzuda. Casi la mitad de ellas han sido « identificadas como cancerígenas o potencialmente cancerígenas para las personas ». De ellas, 60 estaban presentes en los centros de trabajo de forma « habitual ».

Entre otras se encuentra el arsénico, el benceno, el berilio, el cadmio, el cromo VI, el formaldehído, el óxido de etileno, o el cloruro de vinilo. También se incluyen mezclas de productos, sobre todo, el tabaco, el polvo de la madera y los alquitranes y la producción de caucho, hierro o acero. Dentro de la iniciativa europea « Europa contra el cáncer », denominada Carex (Carcinogen Exposure), que es una base de datos, se indica que un 23% de los trabajadores europeos está expuesto a sustancias cancerígenas, de media.

El informe del organismo de la CES reconoce que « el riesgo químico persiste en Europa », dado que el 18% de los ocupados manipula sustancias peligrosas.


Fuente: Juanjo BASTERRA | Gara