Brasil tendría un ataque de nervios si el ambiente de espionaje colectivo fuese conocido por la población. Por suerte o azar de los brasileros, las carencias cognitivas impiden la comprensión del ambiente de espionaje política o empresarial. Si fuéramos a definir con rigor de conceptos la conducta de los políticos profesionales, este país sería una cleptocracia. Y, operando al lado, en contra y sobre la tutela del gobierno de turno, la comunidad de informaciones está en el centro del problema. El término o concepto del autor inglés John Le Carré, “espiocracia”, es perfectamente aplicable en el Brasil.

Brasil tendría un ataque de nervios si el ambiente de espionaje colectivo fuese conocido por la población. Por suerte o azar de los brasileros, las carencias cognitivas impiden la comprensión del ambiente de espionaje política o empresarial. Si fuéramos a definir con rigor de conceptos la conducta de los políticos profesionales, este país sería una cleptocracia. Y, operando al lado, en contra y sobre la tutela del gobierno de turno, la comunidad de informaciones está en el centro del problema. El término o concepto del autor inglés John Le Carré, “espiocracia”, es perfectamente aplicable en el Brasil.

Digo esto, porque, por obligación profesional, acompaño diariamente las prisiones y procesos, operaciones contra los consorcios político-empresariales
brasileros. La herramienta represiva del Estado y de la Policía Federal (PF), una fuerza de seguridad civil, investigativa, del tipo policía judicial francesa y con moldes del FBI estadounidense. En la PF, por ejemplo, todos los funcionarios entran mediante concurso público y tienen diploma universitario como condición de entrada. Volviendo a las acciones represivas contra las élites, la última Operación, llamada “Castillo de Arena”, afectó en el hígado una de las cinco mayores empresas de construcción civil, la Camargo Corrêa.

Podemos interpretar esa operación como una vigilancia necesaria del Estado contra operadores de élite que incurren en crímenes en todo momento. Como se sabe, las empresas de construcción civil son grandes contribuyentes en las campañas políticas. Y, no por casualidad, son todas contratadas en obras públicas. Están penalizando una empresa más contratista del propio Estado.

Antes, el día 11 de Marzo, la mayor revista mensual brasileña, llamada “Veja”, de la editora Abril, (Grupo Civita, complejo editorial que está sobre sospecha de pertenecer al Grupo Naspers, sudafricano), puso en la portada un entrecomillado : “Sin límites !”. Donde supuestamente un comisario de la PF estaba pasando de investigador de un banquero bandido (Daniel Dantas, socio del CityBank Group en Brasil) a investigado. La nota defendía, de forma indirecta, el crimen de élite, y penaba a los funcionarios públicos que querían penalizar a los empresarios bandidos. Esto es puro palangrismo, cuando los medios comerciales defienden sus socios sobre sospecha de crimen financiero.

Todos nosotros quedamos contentos al ver ricos esposados. El problema es que esa gente nunca queda presa y sus bienes no son expropiados. Eso lleva a una situación límite. Lo que restó de la izquierda electoral tiene como base ideológica un discurso republicano y jacobino. Es un error. No da para apostar en el conflicto de clases y tener como referente político a un comisario de policía. En el caso, el comisario es el muy capaz y honesto Protógenes Queiroz, enemigo número uno de los bandidos de traje y corbata. Y, como estos malhechores están sumidos en el aparato del Estado, el comisario de la PF pasa de investigador a investigado. Una parte de la izquierda brasileña, al defender al noble comisario, cambia de héroe.

Sale el Che Guevara y entra en el Sérpico. Así no se transforma a la sociedad.


Fuente: Bruno Lima Rocha, politólogo y docente universitário, militante de La FAG