Analizando de modo apresurado la victoria del politólogo egresado de Columbia y abogado por Harvard, estoy forzado a exponer las cosas obvias que nadie dice. Barack Obama cumplió con todos los rituales de entrada en la élite de los EUA.
El término en inglés, ruling class, “la clase que legisla, que manda, dentro y fuera de los límites institucionales”, me parece el más apropiado. Para ser parte de este círculo cerrado, el ritual de pasaje incluye la formación académica de excelencia y algún contacto con la Ivy League (Pandilla de Universidades del Nordeste de los EUA). Tanto el presidente electo del Imperio como su primera dama, Michelle Robinson, tienen el sello de calidad de tres de las ocho universidades (Columbia, Princeton y Harvard) que componen el círculo más antiguo de la formación de miembros de las élites dirigentes, de la patria de Oliver North y Dick Cheney.
Barack es el ejemplo vivo del multiculturalismo, pero el melting pot tiene que dar frutos para dentro de las líneas de frontera marcadas por el Destino Manifiesto. Porque para los demás países, después del arco-iris no hay un pote de miel y sí un portaviones. Si bien entra como novedad en la representación político-partidaria, Obama no va a juguetear con apretar el Camelot como hizo el hijo del irlandés que traficaba bebida durante la Ley Seca. En el campo simbólico, su victoria es un marco de la política mundial. En una sociedad racialmente dividida, el que gane un afro-descendiente es la prueba cabal de que la acción afirmativa se abre camino para una nueva clase de ex-discriminados. Dicho y hecho, pero debe ser sólo eso.
Para los pueblos que se confrontan con la otra punta del Big Stick, algunos “gestos” son esenciales. En el que nos respecta como latinoamericanos, quedan agonías como :
La lista podría seguir por veinte páginas más, pero el tema de fondo pasa por una reflexión que debe ser hecha por los propios latinoamericanos. El mundo vive bajo la acción del Imperio, pero nuestro Continente siente esta presencia directa, peleamos cotidianamente para dejar de ser el blanco del Big Stick. Por más colonizadas que sean las elites dirigentes de América Latina y el Caribe, el sentimiento popular es antimperialista y anti yankee. Para cambiar esta situación, el nuevo jefe del Ejecutivo debe tomar posturas de multilateralismo inmediato.
Dudo que lo haga. Emparedado entre algunas aspiraciones reformadoras y las razones del Estado Corporativo, probablemente será el más mediático de los presidentes estadounidenses. Pero, para los pueblos al Sur del Río Grande, debe ser sólo eso.
Como afirmó el general de hombres libres José Gervasio Artigas, gaucho oriental, después de quince años en la faena del viento, plomo, lanza y cuchilla :
“Solamente podemos confiar en nosotros mismos.”
Publicado en el Barómetro Internacional en el siguiente link :
http://www.barometro-internacional….
Fuente: Bruno Lima Rocha, politólogo y periodista