Cientos de indígenas brasileños pertenecientes a la tribu guaraní-kaiowá están luchando por recuperar parte de sus tierras ancestrales, que fueron vendidas por el Gobierno en los años 50. Ahora se enfrentan a la encarnizada oposición de los terratenientes, que han acudido a los tribunales para obtener una orden de expulsión de los indígenas. La situación es de gran tensión, ya que a menudo se contrata a pistoleros para intimidar, golpear o incluso asesinar a los indígenas, y forzarles a abandonar las tierras.

Cientos de indígenas brasileños pertenecientes a la tribu guaraní-kaiowá
están luchando por recuperar parte de sus tierras ancestrales, que fueron
vendidas por el Gobierno en los años 50. Ahora se enfrentan a la
encarnizada oposición de los terratenientes, que han acudido a los
tribunales para obtener una orden de expulsión de los indígenas. La
situación es de gran tensión, ya que a menudo se contrata a pistoleros
para intimidar, golpear o incluso asesinar a los indígenas, y forzarles a
abandonar las tierras.

En los últimos veinte años, la pérdida de su tierra y la desesperación han
llevado a más de 300 guaraní-kaiowá, principalmente adolescentes y
jóvenes, a suicidarse. En 2003, uno de sus líderes, Marcos Veron, fue
asesinado a golpes por unos matones cuando su comunidad, después de
numerosos intentos, regresó a la tierra de la cual había sido expulsada en
los años 50 por ganaderos. Nadie ha sido juzgado por este crimen.

Los kaiowá están intentando regresar a su tierra antes de las primeras
lluvias para poder plantar sus cosechas básicas de maíz y mandioca. Desean
ardientemente volver a ser independientes y autosuficientes. Sufren
malnutrición, al carecer de tierra donde plantar, pescar y cazar, y han
sobrevivido gracias a las escasas raciones de comida de la administración
local, que ahora han sido suspendidas. Si el Gobierno de Brasil no toma
medidas urgentes para devolver a los guaraníes sus tierras ancestrales,
será cómplice de un genocidio que ahora aún es posible evitar.