Los cultivos masivos para la producción de biocombustibles representan una de las mayores amenazas a las que nos enfrentamos en este siglo que comienza.

Los cultivos masivos para la producción de biocombustibles representan una de las mayores amenazas a las que nos enfrentamos en este siglo que comienza.

Recientemente hemos sido testigos de la gira de George Bush por Sudamérica promoviendo la producción de etanol en los países visitados. Buscando evitar la dependencia norteamericana del petróleo venezolano y de Oriente Medio, los Estados Unidos buscan nuevos exportadores más sumisos y no les importa arrastrar al planeta al borde del abismo.

El sistema capitalista y los gobiernos que lo representan han apostado por buscar nuevas alternativas energéticas que permitan perpetuar el nivel brutal de consumo que esta llevando al planeta a la quiebra ecológica. Apuestan por la energía nuclear y por el uso de combustibles vegetales ; los llamados biocombustibles.

La hipócrita «alternativa ecológica» que nos quieren vender con los mal llamados biocombustibles. Mal llamado por que la mentira empieza por el nombre «BIOcombustibles». Nos estamos acostumbrando a sospechar cada vez que vemos el prefijo «BIO» acompañando algún producto y hacemos bien, porque ese término solo es una treta de marketing.

La UE y los EEUU estudian aplicar tasas obligatorias de biocombustible en todos los motores de gasoil. La UE, concretamente, quiere que el gasoil tenga obligatoriamente un 5% de biodiesel para el 2010.

La maquinaria propagandística de los estados y los medios de comunicación convencionales ya se han puesto en marcha para vendernos el producto. Lo presentan como el maná que vino del cielo a salvarnos del calentamiento global, la alternativa ecológica y renovable al petróleo, el gas y el carbón. Muestran la cara mas simpática y nos prometen un futuro de ciencia ficción con granjas marinas de algas de las que se obtendría un gran rendimiento energético.

La realidad es mucho más siniestra.

Los países desarrollados no tienen superficie cultivable suficiente para poder cubrir sus necesidades de biocombustible. El estado español, por ejemplo, es el 10º país en volumen potencial de biodiesel pudiendo llegar a las 1.000 millones de toneladas anuales en pocos años. Sin embargo el estado consume ¡27.000 toneladas ! de gasoil al año.

Los países desarrollados no solo buscan diversificar sus exportaciones de combustible. También quieren controlar esta nueva industria de forma colonial, convirtiendo a los países productores subdesarrollados en republicas «neobananeras», con la complicidad de las elites de estos países, cegadas por la promesa de negocio de un cultivo exportable y rentable a corto plazo.
No van a responsabilizarse de los macabros «efectos secundarios» que conlleva dedicar un grandísimo porcentaje del suelo al cultivo industrial para abastecer a los países «ricos».
Lo peor esta por venir pero, desgraciadamente ya nos podemos hacer una idea.

Al destinar gran parte del suelo cultivable para combustibles, se desabastece de alimentos a gran parte de la población, ya que los precios de los alimentos básicos suben hasta llegar a ser prohibitivos para la mayor parte de la gente. Lo hemos visto recientemente en las protestas en México por el aumento del precio del maíz. Este maíz, alimento básico de la dieta mejicana durante siglos, ahora se destina a la producción de etanol para los gringos del norte. Es una muestra de las hambrunas que desgraciadamente creemos que llegaran.

Aparte del problema alimentario, la producción masiva de biocombustibles esta agravando el problema del calentamiento global. Trágicamente contradictorio, los combustibles vegetales están contribuyendo al aumento de la temperatura de la Tierra, problema que, supuestamente, combatían. La tala y los incendios provocados de millones de hectáreas de bosque para utilizarlas en estos cultivos están contribuyendo de manera brutal a la deforestación del planeta. Los cultivos de combustibles pueden frenar la desertización en algunas zonas cultivándose terrenos antes abandonados pero desgraciadamente por lo general los empresarios buscan suelos mas ricos donde la tierra tenga una productividad mayor ; selvas, bosques tropicales…y la biomasa que tiene una pradera de soja o maíz no puede, ni de lejos, compararse con la exuberancia de las selvas que están sustituyendo. Brasil, Indonesia, Malasia, Argentina…los ejemplos muestran una realidad brutal. Brasil casi doblara su ya importante volumen de producción de etanol para satisfacer la demanda de su poderoso vecino del norte. En Brasil son ya 11’5 millones de hectáreas las destinadas a estos cultivos pero se necesitara casi el doble en los próximos años. En Malasia los cultivos de soja para biocombustibles has sido los causantes del 87% de la deforestación y aun hay 6 millones de hectáreas planificadas para soja. En Sumatra y Borneo 4 millones de hectáreas se han convertido en cultivos de palma y hay planeado convertir 16 millones de hectáreas en toda Indonesia…hay ejemplos sangrantes en todos los continentes.

Los problemas que nos trae este radical cambio del uso del suelo son variados ; miles de nativos desplazados de sus hogares, cientos de especies extinguidas, un aumento de las tragedias que acompañan a los desastres naturales, especialmente en el sudeste asiático. Todos hemos visto con preocupación los destrozos que provocan huracanes, lluvias torrenciales y terremotos en esa zona y que se han visto agravados por la perdida de la primigenia cobertura vegetal.

La producción industrial de estos combustibles, además, trae consigo la desaparición de las pequeñas y medianas explotaciones agrarias condenando a los pequeños agricultores al desempleo o a la proletarización para abastecer de mano de obra barata las grandes plantaciones y las plantas de refinado de combustible. Aumentaran las ya de por si grandes desigualdades con la complicidad de gobiernos y organismos internacionales.

Y TODO ESTO ¿PARA QUE ?

La excusa mas firmemente extendida es que son necesarios para cumplir el Protocolo de Kyoto, que busca frenar el calentamiento global provocado por las emanaciones de CO2 principalmente. Nos cuentan que gracias a estos combustibles se reducirán drásticamente las emisiones producidas por el transporte en carretera, que son las mas altas. En realidad no hay terreno en el planeta para producir una cantidad de combustible vegetal equivalente a como mucho, el 5 o 6% del total de combustibles fósiles que usamos actualmente. Además olvidan contarnos cuanta energía es necesaria para poder obtener los biocombustibles. No se habla de los abonos y fertilizantes necesarios para rentabilizar los cultivos, la energía necesaria y las emanaciones resultantes del proceso de destilación de los vegetales y del transporte desde los productores del sur hasta los importadores del norte. Tampoco se contabilizan las emisiones de CO» que provocan los incendios y las talas masivas de superficie boscosa para adecuarla a los cultivos.

No se cuentan porque estas emisiones son exportadas a los países productores. Así los países desarrollados pueden alardear de cumplir los compromisos que ellos mismos se han visto obligados a crear para evitar una catástrofe ecológica. Bueno, la verdad es que tampoco pueden presumir mucho porque tampoco cumplen estos protocolos. Esta política farisea de exportar los desperdicios químicos o nucleares que molestan a los países ricos y comprar las cuotas de emisiones de CO2 a los países subdesarrollados esta llevando al planeta a un desastre ecológico sin precedentes.

No podemos permitir que los políticos que representan a este sistema devastador presuman de campeones ecologistas. Tony Blair y su efectista y oportuna presentación del informe Stern, Al Gore y su premiado documental y ahora los que faltaban, Bush y Lula con su hipócrita apuesta por los biocombustibles. Se nos presentan como los salvadores de un mundo que no han parado de destruir. Representantes de un sistema en quiebra que esta acelerando su decadencia.

Este sistema demuestra cada día su carácter antipopular y su incapacidad para gestionar los recursos naturales. Buscando el beneficio de unos pocos a cortísimo plazo solo es capaz de parchear una realidad que le conduce hacia la ruina total. Quizás el uso de combustibles vegetales renovables podían ser una manera de diversificar las fuentes de energía y una utilísima forma de reciclar residuos industriales y alimentarios, pero en las manos de políticos, empresarios y capitalistas varios los biocombustibles se convierten en una amenaza mas alarmante que el problema que dicen combatir.


Fuente: Txarly Uharte (Kimetz.org)