De todas las citas sobre héroes y heroísmo que he leído en el transcurso de los años, ninguna como la de Jonathan Swift, el escritor satírico anglo-irlandés ha hecho tanta mella en mí brindándome con exactitud genuina lo que en EEUU vemos como héroe... “Quien brilla en lo que valoramos, como héroe nos le quedamos.” Y lo que de veras valoramos es casi siempre algo que tiene poco de virtuoso o desinteresado, más bien todo lo contrario.
De Pascuas a Ramos se nos presenta un descubrimiento de fraude y engaño de una persona prominente, por lo que la opinión publica norteamericana se da cuenta, aunque solo sea brevemente de la forma superficial como juzgamos al heroísmo. Y en cuanto a los villanos, rara es la vez que admitimos en la tierra de excepcionalidad que producimos villanos, por lo menos en su gran cantidad o grado de criminalidad.
De Pascuas a Ramos se nos presenta un descubrimiento de fraude y engaño de una persona prominente, por lo que la opinión publica norteamericana se da cuenta, aunque solo sea brevemente de la forma superficial como juzgamos al heroísmo. Y en cuanto a los villanos, rara es la vez que admitimos en la tierra de excepcionalidad que producimos villanos, por lo menos en su gran cantidad o grado de criminalidad.
Esta última semana un reportaje de periodismo investigativo por el prestigioso programa de televisión Sixty Minutes nos dio uno de esos raros lujos periodísticos. El descrédito de una de esas figuras intocables como Greg Mortenson quizás les parezca a algunos como algo triste, pero a su vez debe servir como recordatorio para todos del desafío constante a nuestro carácter, algo que nos eleva a ese camino del heroísmo. A este autor, humanitario y director del Instituto de Asia Central se le pone como a un simple humano cargando a su espalda un saco mixto de obras… algunas buenas, otras fraudulentas; pero cualquiera que sea el saldo personal, ni le hace modelo a imitar, ni mucho menos un héroe.
Mentiras, banales o significantes, que acentúan sin modestia lo heroico de un acto – y Mortenson las inventó en ambas categorías para promocionarse en búsqueda de riqueza – es algo muy de EEUU, como lo es el pastel de manzana, las barras y estrellas y la maternidad. La avaricia nunca ha llegado a ser en este país un vicio, y su “virtuosidad” es reconocida como “una cosa buena” no solo por Martha Stewart, o Ronald Reagan, sino por casi todos los norteamericanos. Pero no importa el ángulo de cámara que le demos, la imagen debe incluir todo lo que aparece en escenario. No importa el gran apoyo que Mortenson diera a la educación de jovencitas en Afganistán y Pakistán, lo trenzó con fraude y mentiras para su gratificación personal.
Greg Mortenson ha sido ampliamente recompensado por sus esfuerzos mercenarios y dado un status eminente de humanitario en Afganistán y Pakistan. Ha recibido además esta alta estima de los medios estadounidenses y del alto mando militar… y no olvidemos que miembros del congreso norteamericano le nominaron en el 2009 y en el 2010 para el Premio Nóbel de Paz.
En EEUU hacemos alarde de nuestro sistema de evaluación para otorgar licencias en la práctica de oficios y profesiones, pero carecemos de un proceso de pre-canonización que pueda determinar las calificaciones requeridas para entrar en las filas de héroes, humanitarios o aun candidatos a la Medalla Presidencial de la Libertad. Así que no debe caernos de sorpresa que a veces honramos a personas que llevan el engaño hasta cierto punto escondido.
Nunca he podido entender el porqué a la membresía de ciertos oficios se la considera al punto del heroísmo, y aunque reconozco que sus vidas corren mayor riesgo que las de la población en general, de ese peligro al heroísmo hay un gran trecho. Me refiero a los policías y bomberos en las comunidades norteamericanas. Y en una escala aun más alta, a los tres millones de voluntarios que lucen el uniforme militar, los defensores del imperio corporativo, a quienes se les denomina “defensores de nuestras libertades”… o entre los que nos consideramos mas escépticos, como defensores de “nuestra forma de vida”. Lo último aparece como mas sensato, ya que nuestra forma de vida está fuertemente atada al éxito de la América Corporativa y no a nuestras libertades personales.
Y de los héroes vamos a los villanos, esta vez sacándolos del mismo grupo de héroes: los uniformados que defienden al imperio. Y ninguno más villano que aquel que ciegamente sigue ordenes sin examinar su conciencia, poniendo fin a vidas como si no fuesen parte de la raza humana. Esto ha ocurrido una y otra vez, aunque han sido pocos los casos que han adquirido notoriedad, como lo fueran el masacre de 347-354 (el número depende si le damos nosotros o “ellos”) viejos, mujeres y niños (sin arma alguna) en MyLai (Vietnam) en 1968; o el brutal asesinato de 24 iraqueses en Haditha (Irak) en el 2005 por marines norteamericanos.
La justicia que EEUU ejerció por el mega crimen de MyLai, sobre los 26 verdugos uniformados y probablemente un doble numero de encubridores (patriotas salvaguardas de nuestro “honor”) consistió en 3 ½ años de arresto domiciliario para el Teniente Calley, el comandante de esa misión, para muchos un héroe que se deshizo de tanto “gook” (guk – apelación denigrante de asiáticos por el militar norteamericano). En cuanto a Haditha, los perpetradores infantes de marina, así como los que los encubren, han sido exonerados o absueltos de crimen; tan solo uno queda por ir a juicio (homicidio). El juicio del sargento Frank Wuterich, después de varias prórrogas, se supone comenzará el 27 de junio de este año. Es dudoso que a este marine le den prisión; después de todo es la versión del Teniente Calley para esta generación.
Siempre habrá héroes y villanos (criminales) en el mundo… y siempre existirá la versión norteamericana de héroes y villanos. Nos preguntamos si el estándar debiera ser el mismo para la humanidad entera.
© 2011 Ben Tanosborn