Una cita de almuerzo este lunes pasado terminó siendo algo más que alimentación corpórea o reunión amistosa ; dándome una oportunidad de verme en el espejo de mi alma. Bueno, alma, conciencia, ese espejo de dos lados que todos tenemos ; cóncavo por un lado y convexo por el otro ; un espejo donde las imágenes se encogen o se agrandan de acuerdo como vemos las cosas, o a nosotros mismos. ¿Pero no es eso acaso nuestra forma de ver todo : distorsionado, no como es, particularmente después de que nuestro propio gobierno, líderes espirituales y hasta la prensa nos han lavado el cerebro ?

Una cita de almuerzo este lunes pasado terminó siendo algo más que alimentación
corpórea o reunión amistosa ; dándome una oportunidad de verme en el espejo de mi
alma. Bueno, alma, conciencia, ese espejo de dos lados que todos tenemos ; cóncavo
por un lado y convexo por el otro ; un espejo donde las imágenes se encogen o se
agrandan de acuerdo como vemos las cosas, o a nosotros mismos. ¿Pero no es eso
acaso nuestra forma de ver todo : distorsionado, no como es, particularmente después
de que nuestro propio gobierno, líderes espirituales y hasta la prensa nos han
lavado el cerebro ?

Mi excesiva puntualidad, con veinte minutos de adelanto, hizo que optara por esperar
fuera del restaurante en una vecindad muy colorida de Pórtland (Oregon) mitad obrera
con escasos recursos, y mitad de indocumentados mejicanos. excepto por un espolvoreo
de centro-americanos. Un barrio con un aparente, y pronto, cambio de guardia
étnico, aunque no lo hubieras podido notar por la gente en la calle durante ese
mediodía, llevándote a la conclusión de que la gente hispana probablemente estaba
trabajando – muchos de ellos en los trabajos ínfimos que les fueran ofrecidos esa
misma mañana – o, quizás, escondiéndose de esa vanguardia imaginaria de vigilantes
patrioteros de Lou Dobbs, mas temidos que la propia Migra (autoridades).

Dos puertas al oeste del restaurante estaba esta clínica veterinaria y durante mi
espera, vi dos, quizás tres personas entrar con sus perros-mascotas ; y también vi
salir a una señora de unos cincuenta y muchos años, que me llamo la atención y
llevaba de la correa a un perro Labrador negro, quizás con mezcla de otra raza aun
mas grande, cuyo peso superaba los 40 kilos.

La señora llevó al Labrador junto a un auto estacionado al bordillo a unos 10 metros
de la entrada a la clínica, abriendo el coche y sacando de él una tabla larga con
peldaños clavados que la hacían una perfecta escalerilla para que el perro pudiera
escalar a su camastro sobre los asientos.

¡Caramba ! Me sentí gratamente emocionado al observar esta relación de mujer-perro,
su ternura con el pobre can, probablemente ciego, y que aparentaba estar viviendo
sus últimos meses de vida. Allí, frente a mi, aparecía un toque de humanidad en su
mejor momento : bondad, compasión, consideración ; simplemente amor no importa el
nombre que lo des. Me llevó a tiempos atrás y mi relación con un perro que tuve.
así que pude compenetrarme con la señora y su perro.

Según el coche se iba, me di cuenta por primera vez de su decoración patriótica : la
bandera de barras y estrellas sujeta a la antena del viejo Jeep Cherokee y un rotulo
en la ventana trasera de apoyo a «las tropas». Pero eso no era todo. Antes de que
el auto tomase velocidad pude leer uno de dos pegatinas que llevaba en el
parachoques. Una pegatina con fondo blanquiazul y que en letras rojas decía en dos
líneas : «Mantén a los americanos trabajando, asegúrate que se emplea la tortura».
Supongo que la otra pegatina era igual de provocativa.

No se si el Jeep era de la señora que lo conducía o no, pero la escalerilla tan bien
encajada me hizo pensar que era su vehículo. Y mi sorpresa, no, mi incredulidad, a
lo que acababa de ver se convirtió rápidamente en enfado mientras me hacia una y
otra vez la misma pregunta : como es posible que una señora que trata con tal bondad
a su perro, tan humanamente, demuestre esa inhumanidad, ese rencor hacia humanos.
gente que ni siquiera conoce y de tierras lejanas ; tierras cuyas gentes nunca
invitaron a los norteamericanos a que allí fueran, como huéspedes suyos ; nuestra
presencia allí simplemente como invasores poco gratos.

Pero. espera, eso no fue todo. Sujeto a la puerta trasera había además una silueta
de un pez, en acero-cromo, identidad que hace saber a los demás : «Soy un cristiano.
un verdadero cristiano, no como ’los otros’». ¿Acaso era esta señora caritativa una
verdadera «jihadista cristiana» ? Creo que en otros tiempos los llamaron cruzados.

El atar toda una serie de pensamientos en ira me llevó a una conversación que tuve
hace dos años con un buen amigo y devoto «Evangélico». En tono medio sardónico,
algo que admito no debí haber hecho, le pregunté cuantas veces durante sus rezos
antes de las comidas por esos tres años de entonces ocupación de Irak, se había
invocado paz, o piedad para ambos iraquíes y norteamericanos luchando en una guerra
injusta y criminal. Tras una inicial mirada en blanco, y dándose cuenta que mi
pregunta no era retórica y requería respuesta, con calma y sin disculpas, dijo no
recordar se mencionaran a los iraquíes ; paz probablemente unas pocas veces ; y que
oraciones por los militares estadounidenses era algo mas común cuando se unían
invitados que tenían familiares en las filas militares sirviendo en Afganistán o
Irak.

Un amigo escritor, progresista en política, me dijo tiempo atrás con motivo de un
artículo que escribí sobre la falta de compasión norteamericana, civil o militar,
sobre el episodio de Haditha, que estaba siendo un poco severo con mis compatriotas ;
que la gente en todo el mundo, de acuerdo con él, solo tiene sentimientos afectuosos
para las personas en las inmediaciones, casi nunca para aquellos mas allá de sus
fronteras. Y tenía razón. y lo sabía. Pero eso no quiere decir que lo acepte.
Humanidad e inhumanidad transcienden todas las fronteras, y si el hombre puede
encontrar lazos con otras especies animales, no existe razón en absoluto para que le
niegue amor a su prójimo, ni aquí, ni en Irak. ni en ningún lugar sobre esta tierra.

Veinticuatro horas después de mi observación pre-almuerzo sobre esa señora que
proveía una conciencia híbrida a su humanidad, Thom Hartmann, un locutor de la
cadena progresista Air América pedía a su radio-audiencia que llamase con su opinión
de si George W. Bush debiera ser llevado ante un tribunal internacional de crímenes
de guerra, que incluiría la dislocación de mas de cuatro millones de iraquíes y la
muerte relacionada con la guerra de mas de otro millón. Una pregunta legitima sin
duda alguna, pero la realidad es que EEUU no es Serbia aunque la inhumanidad de Bush
sea tan enorme o mas que la de Karadzic. Desafortunadamente, Estados Unidos
respalda todas y cada una de las acciones que toma y a todos sus lideres, no importa
tenga o no razón. ¡Esa es la ley del que impera !

© 2008 Ben Tanosborn

www.tanosborn.com/articulos/

Of humanity, inhumanity, dogs and Iraqis

A luncheon engagement this past Monday turned out to be more than a midday feeding
of the body or a pleasant get-together with a friend ; it presented an opportunity to
look into the mirror of my soul. You know. that two-sided mirror of our conscience
which is both concave and convex, a mirror where images shrink or enlarge in
accordance with how we see things, as well as how we see ourselves. But isn’t that
the way we always see things : distorted, not necessarily as they are, particularly
as our own government, our spiritual leaders, and often the media, brainwash us ?

Arriving twenty minutes early, I chose to wait for my friend outside the restaurant
in an old and colorful part of Portland (Oregon) where half of the residents are
mostly low-end blue collar, and the other half undocumented Mexican nationals. with
a sprinkling of Central Americans. A neighborhood with an obvious ethnic changing
of the guard, although you couldn’t tell that from the people walking the streets
during that noon hour, making one conclude that Hispanic folks must be either
working – many at whatever jobs they had been offered that morning – or, perhaps,
hiding from the front line of the imaginary Lou Dobbs’ Vigilante Corps, feared more
than the Migra (authorities).

A couple of doors west of the restaurant was this veterinary clinic and during my
wait, I saw two, maybe three people walk their pet-dogs in, while a woman, probably
in her late fifties, caught my attention as she exited from the clinic with what
seemed to me as a large black Labrador ; or a Lab-mixed with an even larger breed,
weighing in excess of 90 pounds.

The lady walked the Labby to a car parked at the curb just 30 or 40 feet from the
clinic’s entrance, unlocking the car and pulling out a long wooded board with nailed
stoppers which provided a perfectly fitted ramp to the backseats holding a makeshift
dog-bed.

Wow ! I was in heartfelt awe of this woman-dog relationship, her tenderness towards
the poor canine, probably blind, in what seemed as the last few months of his life.
There, in front of me, was a touch of humanity at its best : kindness, compassion,
consideration. just love by any name. It took me back to my own relationship with a
dog I had years ago ; so I understood her well.

Then the car pulled out, its patriotic décor evidenced by me for the first time : Old
Glory attached to the antenna of an old Jeep Cherokee together with a «support the
troops» sign adorning the rear window. But that wasn’t all. Just before the car
sped away, I was able to read one of two stickers glued to the bumper. A sticker.
with pale white and blue stripes as background stating in two lines of red letters :
«Keep Americans Working, Make Sure Torture Stays Employed.» I can only venture to
guess the other sign being equally provocative.

I don’t know whether the Jeep belonged to the woman driving it or not, but the
fitted ramp led me to believe that it was her vehicle. And my state of surprise,
no, disbelief, as to what I had just seen quickly turned into anger as I kept asking
myself the very same question : how can a lady who treats her dog so lovingly,
humanely, show such inhumanity, have so much rancor towards other human beings.
people she does not even know, from foreign far away lands to be sure ; lands whose
peoples never invited Americans as guests, our presence there simply as that of
unwelcome occupiers.

But wait. that wasn’t all ! Attached to the rear door there was this chrome
silhouette of a fish, the identity card that proudly broadcasts to others : «I am a
Christian. a true Christian ; unlike ’the others.’» Was this charitable lady a
veritable Christian Jihadist ?

Now the linking of angry thoughts in my mind brought me to a conversation I’d had
two years before with a good friend and devout Evangelical. In a half-sardonic way,
something uncalled for in my part. I must admit, I asked him how many times during
the pre-meal grace-prayer, possibly among hundreds of meals after three years of
American occupation of Iraq, had such prayers invoked peace, or pity for both Iraqis
and Americans fighting an unjust and criminal war. After an initial blank stare,
and realizing that mine was not a rhetorical question but one which required an
answer, he calmly and unapologetically told me that Iraqis had never been mentioned,
not once ; peace had possibly been uttered a few times ; and that praying for the
safety of American soldiers had been done more often, particularly when there were
dinner guests who had relatives serving in the military and stationed in Iraq or
Afghanistan.

A friend, and progressive fellow-writer, told me some time back in answer to an
article I had written on Americans’ lack of compassion, as expressed by actions of
both civilians and military dealing with Haditha, that I was being too harsh with my
fellow countrymen ; that people all over the world, according to him, tend to keep
their warm feelings only for people in their immediacy, seldom beyond national
borders. He was right. and I knew it. But it doesn’t mean I have to accept it.
Humanity and inhumanity transcend any and all national borders, and if man can find
bond with other animal species, there is absolutely no good reason for man to deny
love to his fellow man… not here, not in Iraq, nowhere on this earth.

Twenty-four hours after my pre-lunch observance of that lady who provided a hybrid
conscience as to her humanity, Thom Hartmann, a progressive radio host on Air
America was asking his audience to call in their opinion as to whether George W.
Bush should be facing an international tribunal for war crimes, which include the
dislocation of over four million Iraqis and over a million war-related deaths. A
legitimate question, no doubt, but the United States of America is no Serbia even if
Bush’s inhumanity is as great, or greater, as that of Karadzic. Unfortunately,
America stands by its actions, and its leaders, whether right or wrong.

© 2008 Ben Tanosborn

ben@tanosborn.com


Fuente: www.tanosborn.com/articulos/