El 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer, 92 años después de que mujeres rusas se demostrasen en huelga bajo el lema de “pan y paz” en una Rusia que vio morir a dos millones de sus soldados en la Primera Guerra Mundial y con el hambre extendiéndose por toda la nación. Cuatro días más tarde el zar tuvo que abdicar… y el gobierno provisional que tomó el poder otorgó a la mujer el derecho al voto. Esta gran demostración de la mujer rusa se la considera históricamente como ejemplo-proeza para todas las mujeres del mundo. Un hito que inspiró, así como instigó, más de nueve décadas en que la mujer ha luchado por igualdad, justicia, paz y desarrollo personal por casi todo el planeta.

El 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer, 92 años después de que mujeres rusas se demostrasen en huelga bajo el lema de “pan y paz” en una Rusia que vio morir a dos millones de sus soldados en la Primera Guerra Mundial y con el hambre extendiéndose por toda la nación. Cuatro días más tarde el zar tuvo que abdicar… y el gobierno provisional que tomó el poder otorgó a la mujer el derecho al voto. Esta gran demostración de la mujer rusa se la considera históricamente como ejemplo-proeza para todas las mujeres del mundo. Un hito que inspiró, así como instigó, más de nueve décadas en que la mujer ha luchado por igualdad, justicia, paz y desarrollo personal por casi todo el planeta.

Para mí, sin embargo, este día trae un significado mas allá del que invita a la reflexión sobre el movimiento internacional de la mujer y lo que hasta la fecha ha logrado en sus demandas por su participación tanto en el proceso político como en el económico. Y ese significado transciende la cuestión del género, y el estado que la mujer pueda tener en algunas regiones del mundo donde la cultura y/o la religión juegan grandes y consecuentes papeles en crear inigualdad extrema en cuanto a género.

Últimamente hemos estado midiendo el progreso de la mujer estrictamente en torno a la brecha de igualdad, o mejor dicho de inigualdad, con respecto al hombre. En sociedades con una diferenciación menor entre los géneros, las llamadas naciones modernas y progresistas, esa brecha se ha reducido a tan solo medir la opresión económica y distinciones salariales, o barreras de promoción, asociadas con la mujer, el ignominioso “techo de cristal” – punto critico hoy día en Estudios de la Mujer y denuncias feministas.

No, no fue un momento de revelación divina que tuviera hace cinco años ; no algo que partiese de un evento especifico de ese gobierno pervertido y antidemocrático de aquel Vaquero que vivió en la Casa Blanca lo que me trajera un rayo de esperanza. Ese rayo vino al llegar a la conclusión de que si el mundo termina salvándose, tal ocurrirá si es que optamos por poner a la mujer al cargo ; o por lo menos dándola el poder del veto y así poner en jaque esas actitudes perennes en el hombre – o “atributos” – de hostilidad y dominio. No solo en EEUU si no en otras partes del mundo ; no solo en las grandes potencias militares y económicas, si no en naciones en desarrollo que con todo su derecho aspiran estar sentadas a la misma mesa que el resto.

¡Ni pensar que esto ocurra ! El hombre puede tolerar un cambio gradual en un posible otorgamiento de “mayor” poder en la mujer ; pero por lo pronto, o un futuro cercano, no considerará abdicar su puesto patriarcal de privilegio. Aun en esos campos que se consideran amigables a la mujer, como el periodismo, la inigualdad de género es alta. Y es precisamente esta plataforma periodística desde donde la mujer puede ejercer una influencia enorme ; influencia que pudiera trasformar el estado político y social de las naciones. Pero los medios corporativos continúan sofocando cualquier reportaje por las figuras femeninas más destacadas que pueda cuestionar el status quo. Muchos somos, por ejemplo, los que nos preguntamos el silenciamiento de hecho de Christiane Amanpour, Corresponsal-Jefe Internacional de CNN, en muchos temas donde hubiese podido ofrecer claridad con credibilidad ; temas demasiado incandescentes, quizás, para televidentes norteamericanos con sus cerebros lavados por esos medios cautivos de la elite en el poder.

Es la evaluación de la Federación Internacional de Periodistas (FIP) que la mujer periodista sufre de una clara desventaja con respecto a su status profesional dentro de los medios corporativos. De acuerdo con la FIP, usando estadísticas que han salido en los últimos tres años, tan solo el 29 por ciento de las noticias son escritas por mujeres periodistas… bueno, solo el 23 por ciento en realidad de lo que se pudieran considerar noticias “serias”, la cobertura y escribir de noticias mas bien relegado a aquellas que tienen que ver con asuntos de familia y sociales, arte o diversión.

Quizás la estadística mas critica es la que da la Asociación de Diarios Canadienses que ofrece una posible respuesta al problema de afianzamiento en el existente status quo : tan solo el 8 por ciento de los redactores-jefe, y el 12 de los editores en Canadá son mujeres. Estas figuras alarmantes para un supuesto país entre los más progresistas y una nación en que la mujer tiene una alta proporción de empleos en los medios de comunicación, después de Rusia y Suecia. No cabe duda que existe un problema en que se le niega a la mujer mas puestos en la cima del periodismo. Salvo raras excepciones, como las que ofrece CNBC con sus “animadoras” de Wall Street, el típico ciudadano, hombre o mujer, tiende a confiar más en mujeres periodistas que en hombres.

¿Hubiésemos permitido en EEUU el encubrimiento de los crimines horribles en Haditha, Faluya y otros mas perpetrados por los militares norteamericanos en Irak de haber sido las noticias reportadas por mujeres periodistas ? O, por ejemplo, lo que hace dos años ocurrió con los soldados estadounidenses destruyendo las oficinas en Bagdad del Sindicato de Periodistas de Irak… ¡tan solo por no endosar la política y acciones estadounidenses ! Prefiero pensar que no.

Con suerte la FIP el año que viene, cuando celebre su congreso trienal, pueda hacer de este tema algo más que un acto simbólico, y traiga a su foro de discusión la urgencia de un liderazgo mucho mayor en el rol de la mujer en el campo periodístico. De llevarse a cabo, tomaríamos grandes zancadas, no solo en estrechar la brecha de desigualdad en género sino en servir a la humanidad por medio de la verdad y, con suerte, una mejor oportunidad en lograr paz.

© 2009 Ben Tanosborn
www.tanosborn.com

Corporate Media, the IFJ and Women

On March 8 we came together to celebrate International Women’s Day, 92 years to the day after Russian women had marched to strike for “bread and peace” in a Russia that had seen 2 million of its soldiers dead (World War One) and with an ongoing famine enveloping parts of the nation. Four days later, the Czar had abdicated, and the provisional government that took over granted women the right to vote. All in all, this is probably one of the greatest, if not the greatest, feat for women throughout the world. A milestone moment that inspired, as well as instigated, more than nine decades of women’s struggle for equality, justice, peace and personal development in just about all corners of the planet.

To me, however, International Women’s day has a greater significance than just being a time to reflect on the international women’s movement and the progress made to date in its demands for the participation of women in both the political and the economic process. And that greater significance transcends the gender issue, and the status that women may have in some regions of the world where culture and religion play strong, consequential roles in creating gender inequalities, or extreme differentiation.

So far we’ve measured women’s progress solely in terms of how, as a group, women are closing the gap of equality or, rather, inequality versus men. In societies with a lesser gender differentiation, the so-called modern, enlightened nations, or groups of nations, that gap has usually been narrowed down to economic oppression and gender-associated salary distinctions or promotion barriers for women – the ignominious “glass ceiling,” a critical focus point in feminism and women’s studies.

No, it was not a moment of divine revelation I underwent five years ago ; nor was it brought about by a specific event in the Cowboy’s perverted, anti-democratic type of governing from the White House that brought me to see a light of hope. And that light came on as I reached the conclusion that, if the world were to be saved, it would have to occur by having women in charge ; or, at least holders of some form of veto power to keep men’s perennial attitudes – or is it attributes ? – of hostility and dominance in check. Not just here in the United States but elsewhere in the world ; not just in nations holding major military and economic power but in nations yet developing, aspiring to be served at the same table as the rest.

Fat chance for that to occur ! Men may tolerate gradual change in the empowerment of women ; but for now, or the near future, they are totally unwilling to abdicate ultimate power. Even in what we surmise to be women-friendly fields, such as journalism, gender inequality is rampant. And it is precisely this journalistic platform from where women could exert enormous influence ; influence which could transform the political and social makeup of nations. But the corporate media keeps suffocating any possible reporting by top women journalists that may challenge the existing status quo. Many of us wonder, for example, the de facto silencing of Christiane Amanpour, CNN’s Chief International Correspondent, on many issues where she could have offered both clarity and credibility ; issues too incandescent, however, for brainwashed American audiences.

It is the assessment of the International Federation of Journalists (IFJ) that women journalists are at a clear disadvantage when it comes to their professional status within the corporate media. According to the IFJ, using statistics compiled and made available in the last three years, only 29 percent of the news were being written by women journalists… well, only 23 percent, really, of what are considered “serious” news, their coverage and writing of the news more often than not being relegated to news dealing with family or social affairs, art, lifestyle and entertainment-related.

Perhaps the most critical statistic is being provided by the Canadian Daily Newspaper Association which offers a possible answer to the problem of entrenchment in the existing political status quo : only 8 percent of the chief editors, and 12 percent of all editors in Canada, are women. These are alarming figures for supposedly one of the more enlightened nations in gender-equality ; a nation not far behind Russia and Sweden in the proportion of women working in the communication media. It is definitely a major challenge to have women occupying the top journalistic ranks. Save rare exceptions, such as the ding-a-ling Wall Street cheerleaders for CNBC, we – men and women alike – tend to place greater trust in women journalists than we do in men.

Would we in America have allowed the cover-up of the Fallujah, Haditha and other horrific crimes perpetrated by the US military in Iraq had there been women in charge of reporting such news ? Or, for that matter, the actions of American soldiers two years ago when destroying the Baghdad offices of the Iraq Syndicate of Journalists… just because they would not endorse US policy and actions ? I would like to think not.

Perhaps the IFJ next year, as it holds its triennial congress, can make it more than just a token issue to bring to the forum the need for a far greater leadership role by women in journalism. By so doing, we would be taking great strides, not just in narrowing the gender gap but in serving humanity better through truth and, hopefully, a much greater chance at peace.

© 2009 Ben Tanosborn
www.tanosborn.com


Fuente: www.tanosborn.com