Cuando un cadáver está en estado de putrefacción, el lógico y saludable proceder es deshacerse de él – enterrándolo o incinerándolo – y no mantener servicios fúnebres a su alrededor. Y la OTAN parece ser uno de esos cadáveres.

El General Lord Ismay, primer Secretario General de la OTAN, dijo sin la menor ambigüedad que la misión de esa organización era: “El mantener a los rusos fuera, a los norteamericanos dentro y a los alemanes derrumbados”.

Eso fue hace seis décadas, y desde entonces no ha habido individuo o nación en esa organización con el coraje de hacer la pregunta si su misión era la misma u otra. Y la misión parece no haber cambiado excepto que ni rusos ni alemanes vienen al caso en las ultimas dos décadas. La misión ha evolucionado a ser un simple servicio a las necesidades militares de un benigno imperio norteamericano. Aunque no tan benigno para los millones que han sufrido o perdido sus vidas como consecuencia de EEUU haber impuesto, o tratado de imponer, su voluntad sobre individuos y pueblos.

Eso fue hace seis décadas, y desde entonces no ha habido individuo o nación en esa organización con el coraje de hacer la pregunta si su misión era la misma u otra. Y la misión parece no haber cambiado excepto que ni rusos ni alemanes vienen al caso en las ultimas dos décadas. La misión ha evolucionado a ser un simple servicio a las necesidades militares de un benigno imperio norteamericano. Aunque no tan benigno para los millones que han sufrido o perdido sus vidas como consecuencia de EEUU haber impuesto, o tratado de imponer, su voluntad sobre individuos y pueblos.

La no discutida realidad sobre la OTAN, en lo que concierne a casi todos sus miembros, es que es una organización vestigial, un recordatorio visual de una relación del pasado para salvaguardar un sistema (el capitalismo) y una cultura (occidental); un sistema de vida. Para los europeos, por lo menos mis muchos amigos y coetáneos en ese continente con quienes mantengo continua conexión, a la OTAN debiera habérsela enterrado, con todos los honores militares, hace ya una década – a una década entonces de la desmembración de la Unión Soviética.

La OTAN es un cadáver en descomposición que desvergonzadamente continua en velatorio, y en hediondez. Sin embargo, no parece ser que europeos, turcos o canadienses tengan el coraje de dar por terminado su servicio militar al imperio, algo que ni es popular ni honorable para la mayoría de sus miembros; y de que la misión original de la alianza ha cesado hace mucho.

La semana pasada, el secretario de defensa norteamericano, Robert Gates, dijo ante un gabinete estratégico europeo durante su canto de cisne en ese continente – antes de Leon Panetta asuma ese mal-denominado cargo (ministro o secretario de guerra seria mas apropiado), que el futuro liderazgo en EEUU posiblemente deje de considerar la alianza de EEUU con la OTAN como una buena inversión. Y fue durante ese viaje de 11 días en ultramar que dio a conocer su desplacer en lo que considera como puntos flacos y fracasos en la alianza.

Pero Gates, y su estado mayor en el Pentágono, están totalmente equivocados. Pudiéramos argumentar que EEUU no es parte de la OTAN como lo son sus miembros europeos, Turquía y Canadá; son los otros 27 miembros los que, no importa su tamaño económico-militar, de hecho son parte del ejército imperial, les guste o no. EEUU es siempre quien decide que guerras se han de librar; y, cuando eso ocurre, la OTAN, dócilmente, espera las órdenes militares del Pentágono, amoldadas políticamente desde Bruselas. Aun así, en los últimos años, esa docilidad se ha convertido parcialmente en resistencia pasiva, echando la culpa de tal a recortes fiscales en gastos de defensa, aunque en realidad el villano fuese el belicismo norteamericano. Gates se confunde una vez más cuando insiste que a Europa le falta apetito en materia de defensa, cuando en realidad no es la falta de apetito en la defensa, más bien la falta de apetito en guerras innecesarias, “made in America” – aunque muchos diríamos que las llamadas guerras necesarias son en su mayoría un mito.

Hasta cierto punto podemos entender el que antiguos miembros del Pacto de Varsovia, ondeando aun su coraje en quitarse de encima el yugo comunista, o Canadá como país vecino y amigo, estén listos “a servir”… ¿pero los demás?

Gran Bretaña como madre-patria e historia-en-común mantiene una relación especial con EEUU; y los franceses, no importa su aparente desdén por lo no galo, continúan agradecidos por habérseles desencadenado dos veces del Ogro Teutón; y Alemania, en su tercera generación en vergüenza por ser ese Ogro Teutón, opta por un status quo en silencio. En cuanto a los otros miembros… son de poco peso en la balanza.

Los lideres no-americanos de la OTAN no esperaban los resultados actuales en Afganistán, aunque debieran haber sido obvios después de la experiencia soviética en esa región, o los invasores de otros tiempos enterrados allí. Hoy en día cuando participas en una guerra en alianza con EEUU no debes engañarte creyendo que tu rol va a ser en pacificación o reconstrucción, mas bien un rol en combate, en una misión que posiblemente termine de forma similar a la de Vietnam. Naciones en esa región, específicamente Pakistán e India, saben la forma de lograr la paz allí, con un gobierno que debe incluir a los talibanes; pero los norteamericanos continúan obstinados con su cabeza metida en la arena.

Y ahora la Casa Blanca, en su neurosis histérica de política exterior, está forzando a la OTAN a que lleve las riendas en la contienda con Libia… un desequilibrio más en sus relaciones con el mundo musulmán en general y el Medio Oriente en particular.

Es de conveniencia mutua, tanto para Europa como para EEUU el que la OTAN deje de existir. Dejemos que los europeos sean los que decidan si necesitan o no una asociación militar, y de que de ser así cree su propia organización de defensa. Y dejemos que EEUU defienda, o mejor dicho trate de defender, unilateralmente su lugar en el mundo como belicista. Tal cambio es muy posible fuera beneficial para ambos, Europa y Estados Unidos. Quizás entonces encontraríamos el camino de la paz, bajo los auspicios de una Europa neutral, tanto en Palestina como en el resto del mundo.

Enterremos a ese cadáver de la OTAN y liberemos, o tratemos de que esa Norteamérica se libere de por si de ese belicismo que la está hundiendo.

© 2011 Ben Tanosborn – www.tanosborn.com