Estados Unidos, más que cualquier otra cosa, más que la consabida y proverbial tierra de oportunidad, es definitivamente otra cosa. Esta nación nuestra aparenta ser antes que nada un país de contradicciones que, mientras que las encuestas indican que la gente siente que el gobierno les lleva por camino equivocado, continúa siguiendo al mismo flautista de Hamelin en su política exterior.

Estados Unidos, más que cualquier otra cosa, más que la consabida y proverbial tierra de oportunidad, es definitivamente otra cosa. Esta nación nuestra aparenta ser antes que nada un país de contradicciones que, mientras que las encuestas indican que la gente siente que el gobierno les lleva por camino equivocado, continúa siguiendo al mismo flautista de Hamelin en su política exterior.

Nos guste o no, en EEUU cesas de ser norteamericano (o, “buen norteamericano”) en la mente de tu familia, amigos y vecinos desde el momento en que rechazas el dogma sagrado de la inerrancia en la política exterior del país. Esto parecerá irracional a ciertas personas – la frase o lo que ésta implica – pero por dentro esa es la actitud o forma de creer de una inmensa mayoría de estadounidenses que conozco y, apostaría, de casi todos los estadounidenses que alguien más conozca. Y sin embargo, esa que pudiéramos llamar “mayoría patriótica”, tan similar a aquella otra “mayoría moral” de hace unos años, prefiere no auto-designarse como patrioteros o “exclusionistas” de tipo alguno, sino buena gente, la gente normal que te encuentras en la Plaza Mayor.

Poco después del 9/11, EEUU político – Demócratas y Republicanos – decidieron que era hora de reconciliar las diferencias, ridículamente diminutivas, en política exterior y actuar con un solo frente. Después de todo, siempre podían mantener semblanza de independencia en el área domestica, guardando cierta diferenciación… como si el etiquetarse en eso de ser liberal o conservador fuese algo que definiese esos partidos.

Para nuestro perjuicio nacional, incluyendo cualquier prestigio que EEUU tuviese en el mundo, tal frente unido, injustificado e innecesario, fue adoptado por nuestro duopolio político sin pestañear ; sus ideas rápidamente impregnando, y encontrando aceptación, en la ciudadanía de la Plaza Mayor. Ese consentimiento del ciudadano de renunciar a sus derechos y libertades, dando permiso a ciegas, autorización, licencia y sanción que permitiese a la Casa Blanca de Bush hacer lo que le diese la gana – muy a menudo en actos abiertos de criminalidad – es lo que ha puesto crudamente en claro que aunque afirmemos vivir bajo la regla democrática, un llamado gobierno de leyes, nuestra republica opera bajo otra regla muy diferente : la regla de “consentidura”. Y que nosotros, la ciudadanía, somos simplemente los consentidores. Tal inversión de roles han hecho de que sean los ciudadanos los que echen a perder a su “tío”, Samuel, un tío criminal sumamente vergonzante.

¡Dejemos de ser hipócritas ! Dejemos de culpar a Bush por nuestra propia cobardía y falta de agallas cívicas. Otorgar poderes a un gobierno escogido, no elegido ; conceder despeje para que los neoconservadores actuasen a quemarropa ; dar a Bush la luz verde para que se invadiese a Irak ; tolerar el usurpo de nuestros derechos y libertades ; y aceptar una economía delictiva que llevará al país a la bancarrota, es sin lugar a dudas el nivel mas alto de “consentidura” : lo que muchos de nosotros llamaríamos el salvoconducto de la dictadura ideal.

¿Podría ser que lo que estamos consintiendo sea exactamente lo que queremos ? ¿Que por dentro sabemos muy bien que alguien tiene que hacer el trabajo sucio para los demás, y que eso lleva un precio a pagar ? ¿Acaso somos cómplices en todo tanto como consentidores ? ¿Y no es esto acaso una forma de dictadura por ese triunvirato antidemocrático que rige nuestras vidas : capitalismo rapaz, consumismo obsceno y fundamentalismo religioso ?

Parece que en los comienzos del 2008 la “consentidura” continuará dominando nuestra política de duopolio con ambos partidos alcanzando una renovada solidaridad en política exterior, bien sea en la ocupación permanente (o como nos dirán, presencia negociada) de Irak, un continuo demonizar de Irán y otros “terroristas-villanos” o la denuncia constante contra cualquier nación que desafíe nuestra hegemonía imperial y derecho a recibir el tributo que nos parezca bien. A Bush le queda poco tiempo en el poder, pero podemos estar seguros de que será reemplazado por un clon suyo ; o lo que está tomando forma va a ser un Bush vestido de mujer. Probablemente se nos esté llevando por mal camino con la promesa de obtener el mal menor en asuntos que son esenciales para traer mas comprensión entre los pueblos de la tierra ; y esa no será la receta para lograr la paz terrestre, a diferencia de esa otra receta de compuestos orgánicos que lograron crear vida en el planeta.

Últimamente, hemos estado observando lo que ocurre en Rusia, y nos sentimos un poco desconcertados por la actitud de confrontación del Sr. Putin. No hace tanto que nuestro propio Duce, después de haberse mirado en sus ojos, dijo que Vladimiro era una persona honrada y digna de confianza. ¿Puede alguien explicar como nuestro profético e infalible Bush fuese capaz de leer su alma, y unos años después que ese individuo no rinda tributo y se nos oponga ?

Pero no debemos preocuparnos por la reacción de Putin a nuestro acostumbrado comportamiento de imperio, ni tampoco debemos sorprendernos por su popularidad en Rusia. Así como nosotros tenemos un aparente consenso en el país, también lo tienen en la tierra neo-zarista de Vladimiro Putin, donde una mayoría absoluta le otorga a su propio Duce “consentidura” como la damos aquí. Si podemos ser bipartitas en adoptar – preservar vendría mejor al caso – una política exterior imperialista, es comprensible que el nuevo éxito económico de los rusos y orgullo nacional hayan modificado su comportamiento político y lo hayan convertido en “consentidura”. EEUU no tiene por que esperar otra cosa mejor después de su comportamiento en la transición del comunismo al capitalismo, dejándoles que se pudriesen en ella… sin ayuda alguna ; y ahora además con la insolencia de querer poner misiles en sus propias fronteras.

“Consentidura” quizás no tenga grandes consecuencias para grupos o naciones sin gran influencia fuera de sus membresías o sus fronteras. Pero para una superpotencia imperial puede llegar a ser lo mas extremo entre los extremos políticos, quizás la peor forma de dictadura. Después de todo, estamos consintiendo al gobierno de unos pocos… y a esos pocos se les ha dado el poder de apretar el botón nuclear a su juicio, y hacer del día noche permanente.

¡Y tenemos el descaro de criticar a naciones por designárselas como dictaduras !

© 2007 Ben Tanosborn
_www.tanosborn.com

Consentership, far more pernicious than dictatorship

America, more than anything else, more than the proverbial land of opportunity, is very definitely something else. This nation of ours appears to be, first and foremost, a land of contradictions where, while the polls indicate most people feel the nation is being led in the wrong direction, we seem inclined to follow the same pied piper foreign policy.

Like it or not, in the US you cease to be an American (or rather, a “good American”) in the mind of your family, friends and neighbors the moment you deny the sacred dogma of inerrancy in US foreign policy. It may seem irrational to some people – either the statement on its face or what it’s implied by it – but deep inside that is the attitudinal belief of a vast majority of Americans I know and, I would venture to guess, most Americans anyone might know. And yet, that “patriotic majority,” so similar to me to the “moral majority” of time past, prefer not to think of themselves in any way, shape or form as nativists, jingoists, or otherwise exclusionary… convinced they are just down-to-earth regular folks : Main Street America.

Shortly after 9/11, political America – Democrats and Republicans – decided that it was about time to set aside their minute differences in foreign policy and act as a true united front. After all, they could always maintain some semblance of independence in the domestic arena, keeping a presumed differentiation alive and well… as if the gross mislabeling of the conservative and liberal captions defined how either party stood.

To our national detriment, including America’s standing in the world, such unnecessary and unwarranted united front was adopted by our political duopoly without as much as the blink of an eye ; its ideas quickly permeating, and finding acceptance, through much of the citizenry of Main Street America. That citizen’s consent to relinquish rights and freedoms, giving blind permission, authorization, license and sanction allowing Bush’s White House to do as it pleased – all too often in open acts of criminality – has made it starkly clear that even if we claim to live under democratic rule, a so-called rule of law, our republic operates under a much different rule : the rule of consentership. And we, the citizenry, are simply the consenters ! Such role reversal has made Americans the doting citizens of their uncle, Sam, an embarrassingly felonious uncle at that.

Let’s stop being hypocrites ! Let’s stop blaming Bush for our own cowardice and lack of civic guts. Empowering a selected – not elected – government ; granting clearance for the neocons to act ; giving Bush the green light to invade Iraq ; tolerating the usurping of our rights and freedoms ; and going along with blatant economic malfeasance that is sure to bankrupt this nation, is unmistakably defining the highest level of consentership : what some of us would call the ultimate political pass.

Could it be that we are consenting because that is exactly what we want ? That deep inside we know that someone needs to do the dirty work on our behalf, and that there needs to be a price paid ? Are we really accomplices as much as we are consenters ? Isn’t this a form of a dictatorship by that antidemocratic triumvirate that rules our lives : predatory capitalism, wasteful consumerism, and religious fundamentalism ?

It’s beginning to look as if in early 2008, consentership will continue to dominate our Tweedledum-Tweedledee politics with Republicans and Democrats achieving renewed solidarity in foreign affairs, be it the forever-occupation (or negotiated presence) of Iraq, a non-stop continuing demonization of Iran and other “terror-villains,” or the constant denunciation of any nation that challenges our imperial hegemony and right to collect tribute in any way we see fit. Bush will soon be on his way out, but rest assured that his replacement will be a clone ; or, as it is now starting to look, “a Bush in drag.” Perhaps we continue to be led astray with the promise of a lesser evil approach in domestic governance, but it will not be a lesser evil in the areas that are essential to bring trusting understanding among peoples of the world ; it will not be a recipe to achieve peace on this earth, just as the organic compounds were to achieve life.

Of late, we have been looking at what is happening in Greater Russia, and are totally befuddled by the confrontational attitude of Mr. Putin. A man that not so long ago our own Duce, after looking into his eyes, tabbed as his straightforward, trustworthy friend Vladimir. My God, can someone explain how our prophetic, infallible Bush was able to get a sense of Putin’s soul and just a few years later have him turn against us ?

But we shouldn’t fret over Putin’s reaction to our accustomed imperialist behavior, nor should we be surprised at his popularity in Greater Russia. Just like here in the US, there is also an apparent consensus in the neo-czarist land of Vladimir Putin, with an overwhelming majority matching their consentership against our very own. If we can be bipartisan in adopting – preserving might be a more appropriate word – an imperial foreign policy, it’s understandable that the Russians’ newly found economic success and national pride have turned their political behavior into one of consentership. The US should not expect anything better after our “screw-you” behavior during their cold turkey exit from communism, and now our insolence of trying to park missiles at their borders.

Consentership may not be dangerously consequential for small groups or nations that have no influence beyond their memberships or borders. For an imperial superpower it can turn out to be the most extreme among political extremes, perhaps the worst form of dictatorship. After all, we are consenting to the rule of a very few… and those few have been granted the power to push the nuclear button at will, to turn daylight into permanent night.

And we have the gall to criticize some nations because we tag them as dictatorships !

© 2007 Ben Tanosborn

www.tanosborn.com


Fuente: Ben Tanosborn