“Sería genial si la vida se pareciera al arte,

pero es mucho más cruda.

A lo que más se parece es la basura de la televisión”

(Woody Allen)

Si el planeta no revienta a causa de la estupidez humana, cuando las generaciones venideras analicen los restos arqueológicos de nuestra civilización seguramente se extrañaran ante un sistema político donde una cúpula de líderes actuaban como dioses sin que nadie se sublevara ante esa superchería de una democracia sin demócratas, y un modelo económico que, siendo técnicamente capaz de lograr la prosperidad general, provocaba la infelicidad a la mayor parte de la gente.

Si el planeta no revienta a causa de la estupidez humana, cuando las generaciones venideras analicen los restos arqueológicos de nuestra civilización seguramente se extrañaran ante un sistema político donde una cúpula de líderes actuaban como dioses sin que nadie se sublevara ante esa superchería de una democracia sin demócratas, y un modelo económico que, siendo técnicamente capaz de lograr la prosperidad general, provocaba la infelicidad a la mayor parte de la gente. Pero si hoy alguien quiere entender un poco más como se ensartan los eslabones de esa cadena tóxica que reproduce la servidumbre voluntaria, debería ver Blue Jasmine, la última película de Woody Allen. Un incisivo retrato del “autismo moral” que nos hace vivir siempre por debajo de nuestras infinitas posibilidades, salvo al razonar, como en la ejemplar caso de la huelga de limpieza en Madrid, que la única batalla perdida es aquella que no se da.

Si las organizaciones institucionales (partidos y sindicatos de la sedicente izquierda política) no tuvieran incidencia social, lo lógico es que pasáramos de ellos olímpicamente. ¡Adiós muy buenas! Pero no es así, mal que nos pese. PSOE, IU, CCOO y UGT tienen presencia real en la sociedad y cada vez que convocan elecciones en sus respectivos ámbitos de actuación reciben el respaldo de millones de ciudadanos y trabajadores. Elemental, querido Watson, el sistema funciona así: un hombre es un voto, pero también lo es una boina. Por lo menos hasta que una parte de esa mayoría silenciosa se esclarezca y cambie de referentes, no de chaqueta.

Pero todo eso no debe impedir insistir y persistir en el hecho de que el menos malo de las formas de gobierno conocidos, con la globalización capitalista se ha convertido en una auténtica pesadilla. De ahí la necesidad de que la crítica (por favor, no agregar “constructiva”, porque es la forma aditiva de desactivarla) al sistema presida los acciones para desmontar el teatrillo democrático en que se escudan. En ese sentido, por sus obras les calificaréis. Ni sus políticas procuran el bienestar general, ni sus maneras respetan el pluralismo. Son despóticas, oligárquicas y clientelares. Nos empobrecen. Nos hacen más dóciles y sumisos. Y suponen un atentado a la inteligencia y una afrenta a la razón.

Lo que ocurre es que el ejercicio de “ilustración” necesario para progresar en la buena dirección se topa de entrada con el pesebrismo imperante en las propias formaciones. Una militancia-fósil que, cuando se encuentra en posición de opinar o decidir, practica la obediencia debida y reproduce el modelo. Con lo que está cayendo, la resolución final de la Conferencia Política socialista fue aprobada con el 98% de los votos; el secretario general de Comisiones Obreras (CCOO) resultó reelegido en el último Congreso celebrado este año con el 87, 8 % y su pariente sindical de la Unión General de Trabajadores (UGT), Cándido Méndez, con 86,32%. Así no hay manera. Nada que ver con muy respetable 55% que obtuvo Cayo Lara como Coordinador General de Izquierda Unida (IU). Aunque en cuanto a la “representación” IU no marca la diferente, ya que su imagen pública está monopolizada por un único miembro de la coalición: el PCE (Cayo Lara, José Luis Centella, Diego Valderas, Ángel Pérez, etc.: los “caseros”).Claro, que el secretario general del partido comunista, Centella, acaba de ser refrendado por el 95% de los delegados en su XIX Congreso.

La cuestión, por tanto, es dónde radica esa provechosa disfunción. ¿En la fidelidad cerrada de afiliados ignotos y militantes funcionarios o en la disidencia cabreada de la gente de la calle? Dos realidades que las direcciones de estos partidos y sindicatos suelen ningunear echando la culpa a “problemas de comunicación”. De hecho, el PSOE, como primer partido de la oposición cañí, ha convocado su conferencia política con el eslogan-promesa ¡conectamos! Un deja vù que recuerda a aquel “mensaje recibido” de Felipe González cuando sus electores le dieron una última y pírrica oportunidad que nuestro preclaro “estadista” de agua dulce (presidió el Comité de Sabios de la UE que no se enteró de la crisis que se avecinaba) no tardaría en defraudar. Un cúmulo de recetas-golosina y efectos especiales para intentar no romper el encantamiento que logra que los votantes acudan religiosamente a las urnas cada cuatro años por eso del qué dirán. La devotio ibérica en versión zarzuelera.

Lo que ocurre es que entre elección y erección se no va la vida. Y cuando nos queremos dar cuenta ya hay otra nueva generación, inocentes criaturas, dispuesta al sacrificio. Qué gozo, qué ilusión, habrán disfrutado nuestros gloriosos representantes al comprobar que el rescate bancario se ha sellado sin que ninguno de ellos haya terminado en la cárcel y con la satisfacción del deber cleptómano cumplido. Cambia las cifras, según unas fuentes hablen solo del dinero prestado por el Banco Central Europeo (BCE) o incluyan los adelantes efectuados por el estado, pero todos coinciden en que cerca de 40.000 millones de euros procedentes de los contribuyentes nunca se recuperaran. Ahí es nada, los recortes de educación, sanidad y pensiones juntos. Es el “crimen ferpecto”, por la risa que les debe dar a los de arriba ver la cara de imbéciles que se nos ha quedado a los paganinis de siempre.

Van de sobrados. Montan un chiringuito; dictan las reglas, con barreras de entrada y barreras de salida a su conveniencia; reparten cartas entre los incautos y ale, ¡a desplumar!. Por un lado, se levanta un tinglado euromonetario que veta a los estados financiarse directamente del BCE para que en su defecto lo haga la banca, obteniendo préstamos a un interés ridículo que luego presta con usura a los países necesitados. ¡Bingo!. Y por otro, el BCE entrega partidas multimillonarias a los Estados para recapitalizar a la banca insolvente imputándolo como déficit público que se compensara con bajada de salarios y recorte de inversiones sociales. ¡Pleno!

Y en ante ese latrocinio sabiamente condimentado, ¿qué hacen nuestros representantes políticos y sindicales? Aparte de cobrar sus correspondientes dotes en los consejos de administración de esos mismas entidades banksters, chupar de los EREs como colgados o pasar de la función pública al botín privado sin casi solución de continuidad? Solo esto: decir que han “entendido el mensaje”; balbucear que “no lo volveré a hacer” o rebuznar “¡conectamos!” mientras nos amenazan con su eterno retorno. Una performance que vale lo mismo para los Estados Unidos de Bush o Obama, la Francia de Sarkozy o Hollande, la Alemania de Shröder o Merkel, el Egipto de Mubarak o Morsi y la España de Zapatero o Rajoy. Puro teatro. Porque el statu quo siempre anida en la superstición del cambio cuando viene de la mano de la casta dominante.

Sin embargo las cosas pueden cambiar cuando se altera el orden de los factores y la consabida monserga oficialista de arriba-abajo. El último ejemplo lo hemos tenido en el conflicto entre obreros y empresas del servicio madrileño de limpieza y jardinería. Una acción coordinada de los sindicatos, sin protagonismos excluyentes en razón de cuotas de representatividad; el carácter renovador y atípico de huelga indefinida con que se encaró el problema desde su raíz; el control minutado del proceso desde la base por las asambleas movilizadas y el apoyo de una parte activa de la ciudadanía que solapó la dinámica de demonización vomitada por los medios de comunicación, ha dado al traste con las pretensiones leoninas de la patronal del sector, el mismo que acapara las multimillonarias concesiones de obras en concursos públicos predeterminados. La dignidad de los trabajadores de la basura ha desbaratado a la inmundicia institucional al romper el statu quo de topes laborales y vetos salariales en que basaron las contrarreformas los gobiernos del PP y del PSOE, demostrando que hay vida más allá de los liderazgos.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid