El operativo de vigilancia incluyó un helicóptero, 500 policías y numerosas patrullas
Municipio de Zinacantan, Chis., 25 de abril. Las familias zapatistas desplazadas el pasado 10 de abril retornaron hoy a sus comunidades, escoltados por cerca de 200 indígenas encapuchados, bases de apoyo del EZLN de otros municipios autónomos de los Altos, y más de un centenar de acompañantes de la sociedad civil, tanto mexicanos como de otros países.


El operativo de vigilancia incluyó un helicóptero, 500 policías y numerosas patrullas

Municipio de Zinacantan, Chis., 25 de abril. Las familias zapatistas desplazadas el pasado 10 de abril retornaron hoy a sus comunidades, escoltados por cerca de 200 indígenas encapuchados, bases de apoyo del EZLN de otros municipios autónomos de los Altos, y más de un centenar de acompañantes de la sociedad civil, tanto mexicanos como de otros países.

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
La Jornada

Mediante un impresionante dispositivo de seguridad y observación fotográfica y de video, el gobierno del estado siguió la caravana hasta los cuatro rincones zinacantecos adonde retornaron las familias afectadas. Un helicóptero sobrevoló la movilización durante cuatro horas, constante y circular.

Esta noche volverán a dormir en sus casas las familias zapatistas de Jech’vó, Elambó Alto, Elambó Bajo y Apaz, que huyeron después de la emboscada ocurrida en Pasté hace dos semanas, la cual provocó más de 30 heridos, algunos de bala, y dejó impávida a la justicia, mientras el gobierno primero negaba el problema, luego minimizaba y finalmente ’’normalizaba’’ unilateralmente la situación, sin emprender ninguna acción penal contra los agresores, pese a encontrarse identificados plenamente.

’’Hemos venido hasta aquí con el fin de acompañar a nuestros compañeros y compañeras que se encontraban desplazados desde el 10 de abril. Pero el día de hoy hemos venido a dejarlos en su comunidad de origen a estos compañeros y compañeras, y aquí van a estar, porque aquí es su casa, aquí es su pueblo y nadie tiene derecho a molestarlos ni expulsarlos de su propia comunidad ; ellos son zapatistas y seguirán siendo zapatistas’’, manifestaron los representantes de los municipios autónomos de los Altos, en un mensaje leído en Jech’vó y Apaz.

Hoy retornaron 35 familias a Jech’vó, 19 a Elambó Alto, 33 a Elambó Bajo y 15 a la comunidad de Apaz (de los cuales hasta ahora no existía información pública). Todas permanecieron ocultas dos semanas en un predio rural próximo a Zacualpa, en el municipio de San Cristóbal de las Casas.

’’Queremos decirles otra vez a los hermanos que no son zapatistas, o los que pertenecen a diferentes partidos políticos : nosotros los zapatistas no queremos pelear contra nuestros hermanos indígenas del mismo paraje y del mismo municipio. Nosotros no molestamos a nadie, no ofendemos a nadie ; los zapatistas respetamos a todos sin distinción de organización, de partido o de religión. Pero también queremos que nos respeten, que respeten nuestra lucha y nuestra resistencia’’, agregaba el mensaje leído por los representantes autónomos y de la junta de buen gobierno de Oventic.

’’Nuestra lucha no es en contra de nuestros hermanos pobres ; nuestra lucha tiene su causa justa que se llama democracia, libertad y justicia para todos. ’’Por eso nosotros, como bases de apoyo del EZLN, queremos invitar a todos los hermanos indígenas, los que todavía no entienden nuestra lucha, a que reflexionen ; y esperamos que algún día entiendan y se unan a nosotros para luchar juntos como hermanos.’’

Un retorno anunciado

Los niños, expectantes, asustados al principio, formados en la fila de hombres y mujeres (muchos de ellos descalzos y vestidos con las ropas tradicionales de Zinacantán) que los conducen de regreso a casa. Las mujeres con chal o bien rebozo, cargando las que no un bebé y algunas pertenencias.

Los niños, tan pequeños en estas circunstancias, suben al autobús donado a los pueblos zapatistas hace años por grupos solidarios de Estados Unidos. Un camioncito escolar pintado de amarillo. Otros desplazados abordan camiones de volteo o redilas.

Los pequeños y las mujeres reciben crisantemos, flor de nube y otras flores blancas que reparten las mujeres de la sociedad civil, que también les ofrecen cobijas y bolsas de granos ; pero no sonríen hasta después, cuando se encuentran a las puertas, aún cerradas, de sus casas. En los patios desnudos, sin rastros de animales domésticos.

En Jech’vó y Elambó Alto las viviendas de los zapatistas son de por sí las más pobres, en muchos casos de madera, en un municipio rural donde el grado de urbanización y de viviendas de material es elevado. Donde ya hay verdaderas mansiones, al rural modo, propiedad de los comerciantes y caciques de Nachig y Navenchauc. Les quitaron el agua a la mala a principios de 2004. ¿Quién ? Los seguidores perredistas del ayuntamiento presidido por Martín Sánchez Hernández. Estos mismos agredieron a la marcha zapatista hace 15 días.

El caso de Apaz es distinto. Quince familias zapatistas de esta comunidad, vecina del poderoso Navenchauc, fueron privadas de energía eléctrica el primero de marzo. A la agencia municipal perredista del caso se sumaron en la agresión las agencias municipales de los partidos Revolucionario Institucional y del Trabajo.

Participaron hoy en la caravana civil las organizaciones internacionales Médicos del Mundo y Sipaz, las ONG de la región (Red de Defensores Comunitarios, Ciepac, Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, Compich, Fideo, Capise y otras), grupos civiles como la Colonia 5 de Marzo o el comité civil de diálogo del FZLN de San Cristóbal, y organizaciones como Las Abejas, de Chenalhó, cuyos presidente y vicepresidente acompañaron hoy el retorno de los zapatistas.

También asistió un considerable número de observadores civiles procedentes del Distrito Federal, Jalisco, Coahuila y Morelos, así como de Estados Unidos, Cataluña, País Vasco y Estado español, Francia, Italia, Suiza, Argentina, Uruguay, Alemania, Canadá y Suecia.

Al respecto, fue evidente el interés camarográfico de los enviados gubernamentales (federales, estatales y municipales), quienes llevaban la obvia indicación de registrar a todos los extranjeros asistentes. Interesante, ¿no ? Sobre todo porque, como quizá ya pocos recuerdan, la primera ’’explicación’’ del gobierno chiapaneco sobre la emboscada de Pasté fue que ’’personas ajenas al zapatismo’’ habrían ’’desviado’’ la marcha del día 10 de abril. Acusaciones así claman por algún chivo expiatorio.

El dispositivo gubernamental contó a su vez con la participación de numerosas patrullas de la Policía de Caminos y la Agencia Estatal de Investigaciones, los titulares de Seguridad Pública y Secretaría de Pueblos Indios, agentes del Cisen y la Policía Federal Preventiva, y otros que no fue posible identificar. Desde Nachig colaboró en la conducción del operativo Juan González Esponda, coordinador de la oficina gubernamental para la reconciliación comunitaria.

Juan, no mayor de 10 años, recuerda bajo el diminuto quiosco de Jech’vó las noches de hambre, frío y miedo, en particular la madrugada del 11 de abril, cuando corrió a la montaña con su familia al verse rodeados por perredistas armados del vecino pueblo de Pasté. ’’No quiero que vuelva a pasar’’, dice.

A escasos metros del lugar, a bordo de un camión de la policía sectorial se encuentran 20 agentes bajo las órdenes de un alto mando de la agencia estatal de investigaciones.

En Elambó Bajo, el grupo más numeroso de zapatistas retornados aguarda en un patio a que se retire la caravana que los ha acompañado.

Conmovedoramente asidos los ramos de flores que alguien les puso en las manos, no se mueven. Y durante un rato se da una extraña contemplación mutua de los indígenas y la sociedad civil urbana que los llevó hasta allí. Hasta que alguien del segundo grupo dice ’’vámonos’’, los pobladores de Elambó Bajo agitan sus manos en señal de despedida e inician la recuperación de sus hogares.

En Apaz se repite la escena, sólo que en esta ocasión rodeados por pobladores del lugar, más curiosos que hostiles. En los cuatro parajes permanecerán campamentistas y observadores internacionales, atentos a la seguridad de los retornados. Colaborarán en la reinstalación de los servicios de agua y electricidad, y ofrecerán un acompañamiento mientras las familias recuperan su cotidianeidad.

Finalmente, los desplazados zapatistas dejaron de serlo. Sus problemas y riesgos, no obstante, siguen sin resolverse. Sin justicia ni reconciliación verdadera, esto fue sólo un retorno, y no en las mejores condiciones.