Artículo de opinión de Rafael Fenoy Rico
Programas. Programas especiales para casi todo. En Educación los programas se desarrollan cuando el diario discurrir de las aulas requieren añadidos, cuando se desea enfatizar que algún aspecto de la realidad social será especialmente tratado. Hasta aquí que existan programas no parece negativo, siempre que el exceso en el número provoquen que aquello que las aulas se acomete, con cierta sincronía, acabe patinando por convertirse en un autentico “ir de flor en flor”, sin mucho “ton” y poco “son”.
Programas. Programas especiales para casi todo. En Educación los programas se desarrollan cuando el diario discurrir de las aulas requieren añadidos, cuando se desea enfatizar que algún aspecto de la realidad social será especialmente tratado. Hasta aquí que existan programas no parece negativo, siempre que el exceso en el número provoquen que aquello que las aulas se acomete, con cierta sincronía, acabe patinando por convertirse en un autentico “ir de flor en flor”, sin mucho “ton” y poco “son”. Además es preciso insistir que si el objeto es de contenido, es decir, educación, vial, educación para la salud, educación medioambiental, educación para el consumo… estos programas pretenden no añadir al curriculum más conocimientos sino organizarlos en torno a “centros de interés” o “tópicos” como hace muchos años se llamaban.
Otro gallo parece cantar cuando con algunos programas se pretende discriminar a un alumnado con respecto a otro. Se es muy consciente de que cuando se solicitan, se promueven por parte de las familias es porque entienden que el sistema educativo ordinario, el normalizado, no da la respuesta adecuada a las necesidades educativas de sus hijos e hijas.
Pero no dejan de ser envites a que hagan con los “míos” algo distinto, y de los demás que se ocupen otros. Esta posición comprensible desde las preocupaciones maternas y paternas, no puede ser compartida por las administraciones públicas ya que el derecho a la educación de todas las personas exige un trato adecuada a cada cual en función de sus capacidades y necesidades. Cuando son las propias administraciones educativas las que alientan el desarrollo de estos programas dirigidos a grupos de alumnado con características seleccionadas previamente, se pone de manifiesto que de entrada se renuncia a ofrecer a todos y todas los mejores medios para conseguir el mejor desarrollo de sus potencialidades educativamente hablando.
Una iniciativa recientemente publicitada es la adoptada por la Plataforma de Apoyo a las Altas Capacidades, integrada por padres, madres y diversos profesionales (maestros, psicólogos, etc) que dicen estar implicados en la mejora de la atención educativa de todos los niños y niñas con altas capacidades (AACC). La implicación familiar es natural, la de los profesionales se ordena a una manera de ganarse la vida. Para ello han elaborado un folleto con intención de difundirlo entre todos los centros educativos. En el texto se afirma que a pesar de que “Somos conscientes de la gran labor que día a día realizan los docentes … muchos de los niños y niñas con AACC no están adecuadamente detectados o atendidos en los centros educativos por diversas razones, y deseamos contribuir a que esta situación mejore”.
Las palabras suelen estar cargadas de una intencionalidad, sobre todo cuando se sacan del ámbito coloquial. No es que las carga el diablo, pero proyectan de forma inconsciente, todo un arsenal de significados. El predicar sobre las Altas Capacidades ¿requiere la existencia de “Bajas Capacidades”? ¿Alguien aboga por un programa para alumnado de “Baja capacidad”? Desde hace muchos años se utilizan los términos Necesidades Educativas Especiales. Parece que todo el alumnado cabe en esta “categoría”. Por ello el alumnado que se denomina de ALTA CAPACIDAD es ni más ni menos que alumnado de NEE.
Rafael Fenoy Rico
Fuente: Rafael Fenoy Rico