Los acontecimientos se precipitan. José María Aznar, ex presidente de la monarquía durante dos legislaturas, 1996-2004, comparece ante la comisión parlamentaria que investiga los atentados del 11 de marzo de 2004 en la estación de Atocha. Su llegada se produce por la puerta lateral, con caminar clueco y mirada perdida entra en el Congreso. Se siente cómodo, allí ejerció como diputado y fue electo jefe de gobierno. Ahora acude para prestar declaración ; dos padrinos lo acompañan. Han sido sus más cercanos colaboradores. Uno, el ex ministro Zaplana, actual portavoz de su grupo parlamentario ; el otro, el ex ministro del Interior Angel Acebes.
Junto a ellos está protegido. Su inseguridad y complejo de inferioridad disminuye. Los necesita cerca. Busca en las miradas cómplices la aprobación para sus gestos y más tarde a sus palabras. Mientras prepara el discurso, en los pasillos, de manera orquestada, un grupo de acólitos diputados populares lo vitorean cual se tratase de un cantante o un futbolista con caché. Esta vil conducta teatral se reproduce más tarde en la sesión de trabajo. Pero ahora los gritos de histeria colérica son escenificados por los ex ministros del Opus Dei y otros Legionarios de Cristo como Acebes, Zaplana, Federico Trillo, Michavilla o Celia Villalobos, amén de 40 ex altos cargos invitados a los trabajos de la comisión. Aznar se deja querer. Responde con falsa sonrisa y emite una señal de tranquilidad a sus cofrades. Todo está atado y bien atado. Los miembros de la comisión, atónitos, no dan crédito a lo vivido. Por vez primera una comparecencia es transformada en un espectáculo circense por quienes deben guardar respeto hacia sus conciudadanos y sobre todo no perder el sentido que motiva la convocatoria. Su irreverencia es total. Además de no importarles el sufrimiento de las víctimas y sobrevivientes, la retransmisión en directo descubre una puesta en escena que acrecienta el malestar de los familiares y de buena parte de la ciudadanía. Nuevamente repiten la felonía del 11 de marzo. Mienten y se jactan de hacerlo. Una llamada al orden por el presidente de la comisión se impuso en más de una ocasión, aunque no tuvo eco. Significó más jaleo y clac de los populares hacia su caudillo. Por suerte, familiares de las víctimas y ciudadanos comienzan a reunirse a las puertas del Congreso para recordarles la necesidad de guardar respeto y dignidad. Enfrente, quienes pretendían apoyar a su ex presidente bajan la cabeza, se avergüenzan y abandonan. Es el síntoma de no compartir la estrategia.
Las evasivas de Aznar a los portavoces de los grupos parlamentarios negándose a contestar las preguntas sobre sus responsabilidades en la lucha antiterrorista, devela los objetivos de su comparecencia : 1) Deslegitimar al actual gobierno. Sin los atentados del 11 de marzo, dirá, el PSOE no hubiese ganado las elecciones. El gobierno está fundado sobre el terrorismo. Gobierna gracias a ETA y Al Qaeda. 2) Busca aparecer como sujeto de un complot que trata de desacreditarlo por medio de la difamación. 3) Quiso demostrar ser estadista internacional e interlocutor de Estados Unidos. 4) Argumentó que las auténticas víctimas fueron su gobierno y el Partido Popular (PP) ; y 5) por consiguiente que hay investigar en otra dirección y ésta apunta al PSOE, Izquierda Unida, PNV, Convergencia y Unió, Esquerra Republicana de Cataluña, Bloque Gallego, Xunta Aragonesa, en fin todo el espectro político de España que se alió contra el PP una vez producido el atentado. Son éstos los verdaderos responsables de la campaña de intoxicación los días 12 y 13 de marzo, cuyo objetivo era provocar el odio del ciudadano contra el gobierno y el Partido Popular. Ese sería el verdadero quid de la cuestión.
Olvida Aznar que para dar credibilidad a estos argumentos hace falta contar con canales de información social. Y a fecha del 11 de marzo el gobierno y el PP mantiene un control hegemónico sobre los medios de comunicación (casi 80 por ciento del total de la red son afines a sus posiciones ideológicas). Afirmar, como lo hace, que su derrota es producto de una manipulación del atentado es síntoma de impotencia de-mocrática. Por el contrario, el 11 de marzo de 2004 la ciudadanía se moviliza ante la magnitud del atentado y recurre a los medios de comunicación para satisfacer la necesidad de información. Y es en esta dinámica cuando descubre su desamparo, la mentira del gobierno y del PP. Así se precipita el malestar y se desencadenan los acontecimientos. El ciudadano saca conclusiones. Acusarlo de servir a intereses partidistas es bastardo. Por ello, el trío Aznar, Zaplana y Acebes han urdido la trama para deslegitimar al gobierno del Partido Socialista y establecer una política de enfrentamiento sin cuartel durante estos cuatro años. Rajoy es comparsa. Ahora, las auténticas víctimas deben desaparecer del escenario. Serán remplazadas por quienes se sienten heridos en su orgullo personal al ser acusados de no haber estado a la altura de las circunstancias. Es la estrategia del violador. Yo no lo hice, me están imputando hechos que no cometí. Paso a la ofensiva y acuso. Todos los que viven a mi alrededor me avalan. Como el violador que actúa en la sombra, a la luz de sus vecinos y allegados es una persona normal. Pocos o casi nadie le creen capaz de semejante atrocidad. Son padres de familia, buenos abuelos, excelentes amigos. La incredulidad acompaña a la gente. En las elecciones generales 9 millones y medio de personas siguieron votando al PP. En este ejemplo, Aznar y su gobierno han sido buenos dirigentes, cómo se atreven a difamarlos.
Sin embargo, en su fuero interno se sa-ben responsables, por eso utilizan la estrategia del violador. Se esconden en la cobardía, no asumen haber manipulado, utilizando los medios a su alcance para mentir y engañar a la ciudadanía y la opinión pública mundial al asignar a ETA un atentado, cuya autoría está en el terrorismo islámico y Al Qaeda. Ni siquiera tienen el valor de aceptar los hechos. No hubo errores. Aznar, según consta, tiene la conciencia tranquila. Así lo dicen sus amigos, sus hijos y los diputados de su grupo parlamentario. Los otros son los culpables, las víctimas son responsables. Los comunistas, Sadam Hussein y las armas de destrucción masivas. Lo mismo da que da lo mismo. No hay duda, la estrategia del violador aplicada a la política. Los violadores no lo son sólo de género. Lo son del derecho internacional, de la ética y la dignidad política. Muchas son las ocasiones en que los violadores aducen haber sido provocados para justificar su acción : la mujer llevaba minifalda. El Partido Popular esgrime haber perdido unas elecciones para evadir sus responsabilidades. En ambos casos hay delito y es consciente. Sólo que en la acción política cuesta darse cuenta cuando estamos en presencia de la estrategia del violador.
La Jornada. México D.F. Domingo 5 de diciembre de 2004