Las redes del barco Rey de Reyes, que faenaba el pasado sábado cerca de la costarricense isla del Coco, en pleno Pacífico, traían una sorpresa. Entre peces y crustáceos un asombrado marinero halló, como en las historias de piratas, una botella con un mensaje en su interior. Pero en esta ocasión no contenía el mapa de un tesoro, si no un mensaje desesperado : "Auxilio, por favor, ayúdennos". Lanzada la alerta, los tripulantes de otra nave, la Mar Viva hallaron sanos y salvos a quienes con tanto dramatismo reclamaban ayuda : 88 inmigrantes peruanos y ecuatorianos que se dirigían de forma ilegal a Estados Unidos y habían sido abandonados a su suerte por unos traficantes de seres humanos en medio del océano.

Las redes del barco Rey de Reyes, que faenaba el pasado sábado cerca de la costarricense isla del Coco, en pleno Pacífico, traían una sorpresa. Entre peces y crustáceos un asombrado marinero halló, como en las historias de piratas, una botella con un mensaje en su interior. Pero en esta ocasión no contenía el mapa de un tesoro, si no un mensaje desesperado : «Auxilio, por favor, ayúdennos». Lanzada la alerta, los tripulantes de otra nave, la Mar Viva hallaron sanos y salvos a quienes con tanto dramatismo reclamaban ayuda : 88 inmigrantes peruanos y ecuatorianos que se dirigían de forma ilegal a Estados Unidos y habían sido abandonados a su suerte por unos traficantes de seres humanos en medio del océano.

La odisea de los 40 peruanos y 48 ecuatorianos que componían la fantasmal tripulación de la pequeña embarcación de 18 metros de largo, sin nombre ni matrícula ni bandera, arrancó el pasado 20 de mayo en el puerto ecuatoriano de Montañitas en la península de Guayas, según informa La Nación de San José en su página digital. Cada uno de ellos había pagado 3.000 dólares a los coyotes (traficantes de inmigrantes) que les habían prometido llevarlos hasta EE UU. El recorrido por mar iba a concluir en un puerto guatemalteco cuyo nombre nunca revelaron y su camino seguiría luego por tierra, a través de México, hasta alcanzar la frontera estadounidense.

Sin embargo, cerca de la isla de Cocos, en mitad de ningún sitio, a 500 kilómetros de la costa continental americana, todos sus sueños se hicieron añicos. Con la excusa de que se acercaba una patrullera, los guías de la embarcación hicieron bajar a todos los inmigrantes a la bodega. Cuando el supuesto barco de vigilancia, en realidad la nave de sus cómplices, se acercó, los traficantes saltaron a su cubierta llevándose consigo todos los instrumentos de navegación. La maniobra se efectuó con gran rapidez pero aún así uno de los inmigrantes logró tomar una foto de la lancha en la que huían los coyotes. Esa es, de momento, la pista más sólida de que disponen las autoridades para aclarar el caso.

Todo hacía presagiar, entonces, la muerte lenta y segura de todos los ocupantes de la nave a la deriva, que presentaba filtraciones de agua en su estructura y carecía de cualquier sistema de achique de agua. Sin embargo, fue entonces cuando a una de las náufragas se le ocurrió la idea que iba a salvar a todos : atar la botella a una cuerda de pesca con la que se tropezó la barca. El mensaje era muy poco preciso, pero suficiente para que unas horas después los tripulantes de la Mar Viva, propiedad de los guardias del Parque Nacional de Coco, únicos habitantes de la isla, hallaran a los emigrantes 61 kilómetros al oeste de la bahía Wafer.

En estos momentos, los 88 rescatados reponen fuerzas en la isla a la espera de ser recogidas por el barco Calicuchima, enviado por las autoridades de Ecuador, que tiene prevista su llegada a la isla mañana con provisiones y medicinas. Los náufragos, entre los que se hallan 18 mujeres y al menos cinco menores de edad se encuentran en buen estado de salud, si acaso con algunos problemas de deshidratación y mareo. Un final feliz cuando hace apenas 48 horas todos habían perdido las esperanzas de ser encontrados con vida.


Fuente: ELPAIS.es