Hace unas semanas nos enteramos del trágico derrumbe que dejaba sepultadas a treintaitrés personas en una mina de Chile.

Hace unas semanas nos enteramos del trágico derrumbe que dejaba sepultadas a treintaitrés personas en una mina de Chile.

Más recientemente, supimos que estaban bien y que todos habían logrado escapar del derrumbe, porque al sacar la perforadora con que hicieron una sonda de unos cuantos centímetros con la idea de buscarlos, encontraron enganchada en ella, un mensaje que ellos mandaron al exterior.

Con esta sonda se les abría paso la vida. Por este ducto podían enviarles comida, medicinas, agua, entretenimiento, contacto con sus seres queridos, cariño y sobre todo, esperanza.

Sobrevivieron 17 días sepultados, gracias a que se organizaron, y a que fueron responsables con la poca comida y agua que tenían en el refugio. Se cuidaron los unos a los otros.

Ahora hay una gran movilización humana y tecnológica, un inmenso plan en marcha para sacarlos de ahí, al parecer, tres meses para los optimistas, aunque los pesimistas hablan de cuatro o más.

Como es lógico todas la organizaciones privadas y gubernamentales han puesto sus ojos en la mina, y ha salido a relucir un historial de cientos de accidentes. Era una mina que ya no debía operar, debía estar cerrada como muchas tantas en Chile y por errores burocráticos seguía abierta.

Bajo tierra hay un grupo de mineros, en un vientre de rocas, alimentados y conectados a la vida por un cordón umbilical de metal de 700 metros de longitud.

Esta historía ha comenzado, al leerla puede parecer, que no es el periódico lo que se lee, sino un libro de García Marquez o Isabel Allende. Espero que la dura realidad latinoamericana pierda la batalla contra la magia de Macondo, o de Eva Luna, que al fin y al cabo le pusieron así porque significa vida.


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Publicado por Augusto Metztli para Todo lo demás que no ves el 8/27/2010 04:19:00 AM