El lunes 18 de septiembre, Jorge Julio López debía presentarse en el Palacio Municipal de La Plata en calidad de testigo y querellante en el marco del juicio contra Miguel Osvaldo Etchecolatz. López nunca llegó a la municipalidad y desde entonces nada se sabe de su paradero.
La aparición de un cuerpo calcinado camino a Punta Lara el miércoles por la noche, hizo pensar que se trataba de López. Inmediatamente, distintas organizaciones del campo popular se hicieron presentes frente a la gobernación de la provincia de Buenos Aires para exigirle a Solá la aparición con vida de López y responsabilizarlo por lo que pudiera sucederle.
Horas más tarde se supo que el cuerpo hallado en Punta Lara no era el del ex detenido y torturado por Etchecolatz. El gobierno de Solá comenzó a difundir por los medios de comunicación la foto del testigo-desaparecido en un breve comunicado en el que solamente se describen los rasgos físicos, descontextualizando el hecho de que López ’desaparece misteriosamente’ justo antes de presenciar los alegatos de la querella en contra de Etchecolatz. En el mismo se ofrece una recompensa de $200.000 a quien pueda aportar datos precisos, como si eso fuera tomar cartas en el asunto.
Mientras Kirchner paseaba por la Quinta Avenida y los shoppings de Nueva York y dice seguir con mucha atención el caso, los organismos de derechos humanos y organizaciones de desocupados cooptados por su gobierno coparon la marcha del viernes 22 en La Plata exigiendo la aparición con vida de López. Exigencia que es pura y única responsabilidad de su gestión.
La foto de López está en todos lados : en las calles, en las pantallas de televisión, en los partidos de fútbol e, irónicamente, hasta en los patrulleros de la bonaerense que nos quieren hacer creer que a pesar de los intensos rastrillajes no pueden encontrarlo.
Por su parte, el premio Nobel Pérez Esquivel señaló a los ’sin gorra’ que hoy se muestran al lado de Blumberg como los posibles autores del secuestro, y se refirió a López como el desaparecido número 30.001. Pérez Esquivel omite el dato de los desaparecidos en democracia, entre los que sobresalen Raúl Baigorria y Adolfo Garrido en 1990 en Mendoza ; Héctor Gómez y Martín Basualdo en 1994 en Entre Ríos y Elías Gorosito en 2002 ; Miguel Bru y Andrés Nuñez en La Plata, este último encontrado en 1995, y más recientemente, la media docena de desaparecidos de Comodoro Rivadavia, como Hugo Alvarez, Miguel Linares, y finalmente Iván Torres.
Párrafo aparte merece el secretario de Derechos Humanos de la gestión K, Eduardo Luis Duhalde, que maneja la hipótesis de un posible shock emocional de López por el hecho de haber revivido su paso por el Pozo de Arana en su testimonio en el juicio contra Etchecolatz. Para Duhalde es muy probable que se haya perdido. De la posibilidad de un secuestro, ni una palabra, esas son prácticas represivas del pasado ’oscuro’ de nuestra historia que en este gobierno de derechos humanos no ocurren. Y si ocurren, se presentan como hechos aislados, como resabios de la dictadura. Y no como violaciones a los derechos humanos que las fuerzas de seguridad cometen hoy como nunca antes desde la vuelta a la democracia.
Fuente: CORREPI