Artículo de opinión de Rafael Fenoy Rico
Cuando se dice que las aportaciones, que recibe la Iglesia Católica desde el Estado, van a parar a acciones caritativas se induce a un error de forma premeditada. Los recursos que recibe la Iglesia del Estado se hacen bien por acuerdos entre éste y la santa sede (Presupuestos Generales del Estado), o bien mediante el impuesto sobre las personas físicas (IRPF), marcando una de las dos casillas que aparecen en las declaraciones anuales de la renta.
Cuando se dice que las aportaciones, que recibe la Iglesia Católica desde el Estado, van a parar a acciones caritativas se induce a un error de forma premeditada. Los recursos que recibe la Iglesia del Estado se hacen bien por acuerdos entre éste y la santa sede (Presupuestos Generales del Estado), o bien mediante el impuesto sobre las personas físicas (IRPF), marcando una de las dos casillas que aparecen en las declaraciones anuales de la renta.
Se habla en estos momentos, como nunca, de la necesidad de actualizar la Constitución Española y parece que, reconociendo los servicios ya prestados por la Carta Magna en esta larga e inacabada transición, se impone ir cerrando este capítulo de asuntos no abordados y que, además de oler a añejo, ponen de manifiesto la existencia de poderes facticos de nuestra trasnochada historia que tienen vocación de pervivencia «per omnia saecula seculorum».
Corona, Iglesia y Ejército, constituyeron las tres cabezas del monstruo poderoso que viene oprimiendo a los pueblos desde la antigüedad. Poco a poco la humanidad ha ido domando a esta bestia con ambiciones desmedidas, aunque no ha podido evitar el nacimiento y crecimiento del monstruoso capitalismo, que amenaza con zamparse todo el planeta. Lo cierto es que las tres cabezas han ido ajustándose, si bien es cierto que el Ejército parece haberse acoplado al modelo democrático sin mayores problemas. No obstante conviene reconocer que la constitución de 1978 lo pone bajo el mandado por la corona. Y ya se sabe que de peligrar ésta, más de un militar se encontraría en un dilema.
Si anacrónica es la existencia de la Corona, en un país democrático (por aquello de iguales ante la ley), también lo es la posición de la Iglesia, ya que, a pesar de que ha menguado su inmensa influencia sociológica, sigue gozando de una situación de privilegio desmedido. Y ello le viene del viejo y anticonstitucional Acuerdo del Estado con el Vaticano del año 1979. El PSOE, en 1982, pudo haber acabado con aquel pero no sólo no lo hizo, sino que ayudo a mantenerlos a pesar de los vientos de cambio re-generacional que soplaban por aquellos momentos.
Los nuevos tiempos apuntan a la necesaria separación total de Iglesia y Estado, dejando ésta de tener privilegio alguno y, dentro del mayor respeto a las creencias, que cada palo aguante su vela, económicamente hablando. Se impone desde ya dejar de mentir al justificar la aportación económica que recibe la Iglesia con que buena parte de ella va a Caritas. A esta ONG le llega el dinero desde la otra casilla que aparece en el impuesto. La pingüe (abundante) aportación de todos los españoles, católicos o no, directamente a la Iglesia Católica se reparte en sostener sueldos de obispos y párrocos, radios como la COPE, o Radio María, o TV13. Utilizar la imagen caritativa de Caritas para seguir “sosteniendo” una determinada Iglesia como herramienta de adoctrinamiento ideológico, no está nada bien y menos cuando para ello, se utiliza el dinero de todas las personas contribuyentes.
Rafael Fenoy Rico
Fuente: Rafael Fenoy Rico