Por más que el actual gobierno se ha resistido a usar el terrible término, al final parece que sí, que hay crisis. Y si Solbes y Zapatero aceptan que hay crisis, es que la gravedad de la situación no se podía disimular por más tiempo, aunque como suele pasar siempre, la crisis no afecta a todos por igual ; hay gente que ya estaba en situación crítica hace mucho tiempo (los pobres) y hay quienes van a seguir haciendo suculentos negocios en esta dura etapa (los ricos).

Por más que el actual gobierno se ha resistido a usar el terrible término, al final parece que sí, que hay crisis. Y si Solbes y Zapatero aceptan que hay crisis, es que la gravedad de la situación no se podía disimular por más tiempo, aunque como suele pasar siempre, la crisis no afecta a todos por igual ; hay gente que ya estaba en situación crítica hace mucho tiempo (los pobres) y hay quienes van a seguir haciendo suculentos negocios en esta dura etapa (los ricos).

Para los políticos y los expertos del sistema, la crisis se debe al alza de los precios del petróleo (algo muy socorrido) y al derrumbe del sector de la construcción (algo que se veía venir) cuya expansión desorbitada en tiempos recientes ha supuesto la mayor agresión al territorio y la más escandalosa fuente de corrupción y enriquecimiento especulativo en este país.

Sin embargo, desde un punto de vista mucho más global y crítico, esta nueva crisis del Capital tiene otros motivos bastante más profundos y duraderos de lo que nos han querido explicar en los medios los gurús de la macroeconomía, esos especialistas tan arrogantes y tan convencidos de sus teorías, a pesar de las muchas veces que se equivocan. Parece ser que el capitalismo, en la actual fase de sobreexplotación del planeta y sus recursos, necesita seguir creciendo e incrementando sus beneficios de forma rápida e indefinida. Eliminado el bloque soviético y convertido su capitalismo de Estado en capitalismo “normal”, ya no queda mucho espacio para esa expansión galopante ; así que ahora unas multinacionales devoran a otras y las inversiones ya no se dirigen a los sectores productivos clásicos (lentos y poco rentables) sino a negocios tan etéreos como las comunicaciones, los seguros, la especulación bursátil o los fondos de pensiones, donde los beneficios son más rápidos pero el riesgo es mayor.

Mientras esta farsa funciona, el mundo (o sea, la economía) va bien, pero a la menor alarma la Bolsa cae en picado, los capitales huyen en busca de lugar seguro, bajan el consumo y el empleo… ¡y ya tenemos otra crisis ! Lo cierto es que los niveles de explotación a que el capitalismo del siglo XXI somete a la naturaleza y a la clase trabajadora no se pueden sostener por tiempo ilimitado. Los recursos energéticos y las materias primas se están agotando y los trabajadores ya no podemos comprar más artículos novedosos, sobre todo si cada vez nos pagan menos.

Mucho nos tememos que el sistema no va a querer abordar desde la raíz los males que originan estas crisis cíclicas, ya que para ello tendría que cuestionarse la esencia misma del capitalismo. Por lo que vemos y por lo que intuimos es mucho más que probable que la supuesta o real crisis vigente se aproveche por los ricos para exigir nuevos sacrificios a los pobres (recortes en salarios y derechos) que eviten a las grandes empresas el duro trance de ver mermadas sus astronómicas ganancias. Pero sería injusto negar la honda preocupación de nuestras autoridades por estas crisis ; tan preocupadas están que de vez en cuando invitan a los llamados agentes sociales para negociar algún plan que hable de empleo, de formación, de prevención y de todas esas cosas que tanto juego mediático proporcionan. De forma harto sigilosa (aprovechando este olímpico verano, en que el medallero español ha eclipsado otro tipo de noticias) se han iniciado las enésimas negociaciones entre el gobierno y los dos sindicatos mayoritarios.

Como no suelen informar de los contenidos reales de sus reuniones, tenemos que sospechar que –como ha ocurrido en todos los pactos anteriormente firmados- algún recorte nuevo se cierne sobre las sufridas espaldas de los trabajadores. La patronal viene exigiendo determinadas medidas para flexibilizar al máximo las condiciones laborales de los españoles (jornada, horarios, vacaciones, movilidad funcional, etc.) y al mismo tiempo propone la congelación salarial y casi la gratuidad del despido, que conviene recordar nunca ha sido tan “libre” como lo han dejado las últimas reformas.

Desde el gobierno de ZP se lanzan proclamas en defensa de los más afectados por la situación de la economía ; se proponen medidas para mantener la protección a los parados, inversiones en formación, reciclaje de los parados hacia otros sectores, etc. La vieja receta, en definitiva, consiste en parchear exclusivamente con fondos públicos la crisis del capital privado. Todo esto se produce mientras las grandes empresas del Ibex 35, la Primera División empresarial española, cuyos propietarios y ejecutivos son los paladines del libre mercado, siguen batiendo sus propios récords de beneficios.

Si durante los dos últimos decenios dichas fortunas han podido multiplicar sus ganancias, gracias a la favorable coyuntura que para ellas ha supuesto la entrada de España en la UE, que nos trajo el euro y el sacrificio de los sectores clásicos de nuestra industria (siderurgia, construcción naval, textil, calzado, minería, etc.) para convertirnos en un país de servicios (turismo, segunda residencia de jubilados europeos, campos de golf, etc.) justo sería que ahora, cuando llegan algunas vacas flacas, el capital privado también contribuyera a sufragar y paliar la crisis que la propia dinámica capitalista ha provocado.

Por eso, desde la CGT, consideramos que no debemos ser los trabajadores los que con nuevos sacrificios, económicos y sociales, volvamos a pagar en solitario otra crisis. En esta situación de crecimiento del paro es cuando propuestas casi olvidadas, como la reducción de la jornada laboral, el adelanto de la edad de jubilación o la renta básica, pueden aportar soluciones reales a la dramática situación de millones de ciudadanos, que han contribuido durante muchos años –con su trabajo y sus impuestos- al crecimiento de la economía que ahora los arrincona.

Antonio Pérez Collado

Secretario General de CGT-PV


Fuente: Antonio Pérez Collado | Secretario General de CGT-PV