Que Spain is different se confirma cada día con rotundas pruebas. Así, mientras en países de nuestro entorno europeo (y hasta en el vecino Portugal) no dejan de producirse masivas y airadas protestas contra sus recortes sociales (en ningún caso más graves que los sufridos aquí) en la vieja piel de toro las mayores concentraciones se siguen dando en los centros comerciales y en las demostraciones de euforia colectiva que se repiten tras cada éxito deportivo de nuestros millonarios ídolos.

Que Spain is different se confirma cada día con rotundas pruebas. Así, mientras en países de nuestro entorno europeo (y hasta en el vecino Portugal) no dejan de producirse masivas y airadas protestas contra sus recortes sociales (en ningún caso más graves que los sufridos aquí) en la vieja piel de toro las mayores concentraciones se siguen dando en los centros comerciales y en las demostraciones de euforia colectiva que se repiten tras cada éxito deportivo de nuestros millonarios ídolos.

La capacidad hispana de resignación y aguante está más que demostrada, y frente a actuaciones nefastas (o presuntamente delictivas) de las clases política, sindical, empresarial o judicial, el cabreo del ciudadano común no va más allá del comentario superficial en barras de bares o colas del supermercado ; eso cuando no nos vomitan frases tan lapidarias como “esto lo arreglaba yo si me dejaran” y “la culpa de todo la tienen los inmigrantes”.

Esta sorprendente falta de espíritu crítico y de voluntad reivindicativa permite que sean famosos tertulianos y comentaristas (a veces tan irresponsables como poco informados) los que arrastran a eso tan ambiguo como la opinión pública a posiciones que suelen ser casi siempre contrarias a los intereses de la mayoría social y en muchos casos claramente reaccionarias e insolidarias.

De no ser así, no se entendería la avalancha de insultos y maldiciones que han caído recientemente sobre el colectivo de los controladores aéreos, cuyos salarios y métodos son bastante cuestionables, pero ese no es el caso ahora. Voces de ciudadanos se han escuchado (a través de esos micrófonos que nunca están abiertos cuando se necesita denunciar alguna injusticia gorda) que pedían poco menos que el fusilamiento ; sería para ponerse a tono con la militarización decretada por el gobierno socialista.

Sin embargo, situaciones más graves y que afectan a mucha más gente, como la supresión de las ayudas de 420 euros a desempleados sin ningún ingreso o la de 2.500 euros por nacimiento de hijos, los embargos de pisos por no poder pagar la hipoteca o la subida desorbitada de los precios no desatan tanta indignación y unanimidad. Se diría que somos mucho más dados a exigir derechos cuando nos causan molestias las huelgas de otros (aunque estén legalmente convocadas) que cuando nuestros derechos realmente importantes son sistemáticamente pisoteados.

Esa peculiar idiosincrasia peninsular sería la única explicación racional al hecho incuestionable de que sociedades no tan lejanas y de esta misma época de consumismo y evasión lleven varias huelgas generales, además de multitudinarias movilizaciones de estudiantes y jóvenes parados, mientras en España apenas podemos presumir (¡con lo que nos está cayendo !) del solitario 29-S y algunas ordenadas manifestaciones.

CGT considera que el cambio social sólo puede venir desde abajo, no de los que nos gobiernan y explotan, por lo que seguirá trabajando para que agresiones como las que nos preparan contra las pensiones -bajo la advocación del Pacto de Toledo- tengan la respuesta contundente que merecen.

Antonio Pérez Collado, Secretario General de CGT-PV

Enllaç a la web : Artículo en Levante-EMV

En http://www.cgtpv.org/Article-Menos-mal-que-el-Pacto-de.html