La Huelga General del 29-S ha abierto al menos tres vías de conflicto, que se constituyen en tres expresiones de insurgencia y rebeldía anticapitalista.
Primero, se ha consumado el divorcio del sindicalismo reformista e institucional con sus tradicionales bases sociales : clase media salarizada y clase obrera estable y cualificada.
Segundo, ha eclosionado con un protagonismo relevante y singular, una juventud desempleado y precarizada, no adscrita en general a organizaciones sindicales, pero sí organizada – y muy bien organizada en general- en las múltiples redes de lo social.
Y tercero, el sindicalismo combativo y de base en el ámbito propiamente laboral ha ocupado con una capacidad de lucha, de coordinación y de arrojo, el espacio real del conflicto en los polígonos industriales, en los piquetes, en las empresas, abandonado por los sindicatos institucionales en pro del marketing mediático.
Cierto es que estos tres fenómenos se han expresado especialmente en la grandes urbes del estado, y escasamente en la pequeñas. Y también parece cierto que esto no es capaz de configurar una fuerza aún suficiente para derrumbar las políticas antisociales en marcha.
Y sin embargo, el descrédito del sindicalismo institucional, la ocupación de la calle por los movimientos sociales, y las amplias alianzas que emergen en la lucha del sindicalismo combativo, son las vías más prometedoras para mantener en el tiempo, de forma sostenida, y con saltos puntuales (¿otra huelga general, huelgas sectoriales, huelgas por territorios, quizás huelgas de solidaridad como las de los mineros leoneses, palentinos y asturiasno ?) un conflicto abiertamente anticapitalista contra un estado y un capital que parecen omnímodos e inamovibles.
Cuidar y ampliar las complicidades de los movimientos sociales antisistema con el movimiento sindical anticapitalista, y en especial con el anarcosindicalismo ; sentar bases de diálogo y luchas comunes entre las diferentes sensibilidades anticapitalistas del propio movimiento sindical ; y comprometer de formas más tangibles e imaginativas al amplio sector crítico del mundo de la cultura y de la creación de saber ; deberían ser las tareas urgentes y necesarias que en el proceso de la acción han de emprenderse.
En este sentido, quizás una de las tareas principales sea generar un amplio y extenso dispositivo de propaganda y difusión en torno a las ideas : las consecuencias a corto y largo plazo de las medidas antisociales, la legitimidad de la rebeldía y la respuesta social, la búsqueda de la dignidad individual y colectiva, el no perder derechos para seguir ganándolos, la autogestión como alternativa, el decrecimiento como bienestar, etc. Sigue siendo preocupante cómo amplios sectores populares carecen de la mínima idea de lo que implican las medidas antisociales en marcha. Y no es válido apelar al carácter desrregulado de muchas de las contrataciones actuales, como si la cruda realidad de éstas justificara las de la reforma laboral.
La CGT tiene mucho que aportar y decir en este camino, pues su lucha es la misma que la de los movimientos sociales contestarios y la misma que desde perspectivas anticapitalistas se expresa en otras organizaciones sindicales de base.
Eso sí, con el ideal rojinegro siempre en alza. Esta es la cuarta vía del conflicto que de forma aún desigual en cada lugar se ha abierto también con el 29S : el empuje y el auge del anarcosindicalismo, en sus diversas manifestaciones organizativas, como expresión cabal y coherente de otra forma de hacer y construir otra sociedad : libertaria, igualitaria y ecológicamente sostenible.
Acaba de empezar sin duda un nuevo ciclo de luchas y conflictos. Y un deber es mantener la tensión social.
Antonio Carretero – Publicado en el Rojo y Negro 239