El pasado -reciente- se hace presente : quien ya ha sido expulsado se dice que sigue ocupando el cargo. Así se vende más y mejor una información, según los cánones éticos de algún Baltasar Garzón del periodismo, llámese por ejemplo Joan Cantarero (ver http://www.interviu.es/reportajes/articulos/neonazis-en-la-cgt).
Es preferible -siempre, además de fácil- juzgar que ser juzgado. Y es aconsejable hacerlo -siempre, además de fácil- desde un doble estatus de poder, político y mediático : desde el ser un afamado antifascista des-velador de entuertos en la cloacas del neo-arcaico-nazismo y desde el tener una plataforma editorial donde colocar sus ¿investigaciones ? periodísticas.
Lo primero se supone que le da una credibilidad en ciertos sectores de la izquierda social. Cuestionarle en algo, por lo tanto, puede significar darte de bruces con sectores que creías propios, y quizás se tornen ajenos. Sinceramente espero que no, aunque asumo el riesgo.
A mediados de febrero de este año, salió su libro «La huella de la bota», en el que el autor «se sumerge en el oscuro mundo de la nueva ultraderecha racista y xenófoba española para desvelar qué se esconde detrás de sus acciones violentas, cómo se organizan y se financian y cuáles son sus vinculaciones con sus homólogos internacionales y los antiguos criminales de guerra nazis que todavía se esconden en nuestro país.» Con este visado de presentación tan impresionante resulta complicado y quizás poco oportuno polemizar abiertamente.
Quizás lo razonable sería que la CGT le agradeciera públicamente sus revelaciones, pues por las mismas la organización a abierto los ojos, tiene claro que tiene un problema, y por lo tanto, tendrá que resolverlo apropiadamente. El que a la CGT se le cuelen fascistas es claramente un problema, importante sin duda, pero no el único. Quizás lo verdaderamente razonable o lo mínimamente ético hubiera sido que quien tiene tanta información privilegiada, antes de usarla impúdicamente para bien de su bolsillo y de su fama, la hubiera ofrecido en primer lugar a la propia organización para que tomara cartas en el asunto, según sus procedimientos y estatutos internos. Entonces sí tendría sentido un agradecimiento público, pues se habría antepuesto el interés antifascista (el suyo y el de la CGT) de eliminar y cortar toda posible cobertura sindical a esos grupos ultras. Pero no ha sido así. Lo que se ha antepuesto es el interés de poner en la diana pública a la CGT, señalándola como organización que tiene y que mantiene a grupos ultras, con la oscura esperanza de que esto la desacredite, de alguna u otra forma.
La cuestión es sencilla, aunque retorcida : por informar sobre los movimientos de ciertos fascistas se culpabiliza a una organización antifascista. Es aquí donde interviene el segundo poder del afamado escritor : tener una atalaya pública mediante la cual difundir ampliamente su propia tesis, hábilmente ornamentada con ’hechos’ (cartas sin firmas y documentos que quizás algún afiliado ’impaciente’ le ha hecho llegar, sesuda investigación que otros hicieron por él) y que rápidamente convierte en ’evidencias’ («lo sabían hacen años») para insinuar que toda la CGT es cómplice por acción u omisión de sostener a indeseables nazis en sus filas. Internet hace el resto. Y en el camino la CGT aparece entre líneas como una caótica organización que o bien es tonta (se deja engañar fácilmente), bien está descontrolada (cada cual hace lo que quiere) o incluso, y lo peor, como una estructura permeable y, en última instancia, permisiva con las vanguardias ultrareaccionarias, nazis, xenófobas y racistas.
Lo que subyace en todo esto a mi entender son dos obsesiones : una patológica desconfianza de los informantes y del propio periodista en que CGT con sus propios medios internos sea capaz de resolver el problema (obviamente expulsando a quien hubiera que expulsar), y otra no menos patológica obsesión por dar publicidad gratuita a esos indeseables y a sus siglas.
Y, bueno, ya puestos habría una tercera ’evidencia’ : al afamado escritor la CGT le trae al pairo. Y quizás por esto, no sabe que la CGT es una Confederación de Sindicatos, por lo que cada Sindicato tiene una amplia autonomía de funcionamiento, siempre y cuando se respete el pacto confederal de principios y normas inscritos en sus acuerdos y en sus estatutos. Los tiempos de deliberación y decisión no son los de una ejecutiva que con manu militari (pues CGT es también antimilitarista) lo resuelve todo y, obviamente, no se corresponde con los ritmos mediáticos de cierto periodismo sensacionalista, amante de las denuncias fáciles que prometen mucho ruido de fondo.
Es cierto, hay que ser comprensivos y generosos con quienes tienen a bien informar de lo que sucede en este cruel mundo. Comprensión y generosidad de la que no hace gala nuestro periodista. Pero claro, él es simplemente un trabajador autónomo más (freelance lo llaman para prestigiarlo) que se ha hecho un hueco en el duro y competitivo mundo desregulado del periodismo y los medios de comunicación, sector en el que casi es un dogma no tener afiliación ninguna a ninguna organización (que no sea de periodistas claro). Así, falazmente, algunos creen que informan desde una objetividad inexistente, desde un púlpito en el que ciertos hechos, adecuadamente seleccionados, se mezclan con otros en el atanor alquímico de la imparcialidad, y se presentan vírgenes, como si de la prístina verdad se tratara.
Gracias, pues, insigne escritor, por revelarnos nuestra cruda verdad : contaminados estamos como el resto de la sociedad de elementos fascistas, autoritarios, machistas, racistas, xenófobos. Gracias por restregarnos a la cara que somos un reflejo más de la sociedad que queremos cambiar y transformar. Gracias por darnos publicidad gratuita, y no deseada. Y gracias, una vez más, por librar a tus lectores de informaciones secundarias que no vienen al caso : de nuestras ideas anticapitalistas y antiautoritarias, de nuestras propuestas contra la crisis, de nuestra lucha rebelde en los tajos y en los puestos de trabajo, de nuestra convocatoria de huelga general el 29 de septiembre.
Antonio Carretero, Rojo y Negro