¿La de la clase dominante (elección de "nuevos" gobernantes) o la de la clase dominada (la rebelión)?

La indignación por la corrupción de la clase política y empresarial y sus medidas de regresión social va en aumento. Hasta en la gala anual de entrega de los Goya han sido proferidas “duras e ingeniosas críticas al gobierno y a la banca por la corrupción política y las dramáticas consecuencias sociales y humanas de los recortes”.

La indignación por la corrupción de la clase política y empresarial y sus medidas de regresión social va en aumento. Hasta en la gala anual de entrega de los Goya han sido proferidas “duras e ingeniosas críticas al gobierno y a la banca por la corrupción política y las dramáticas consecuencias sociales y humanas de los recortes”. No es pues de extrañar que haya llegado a condicionar la agenda del PP y el PSOE para “desmarcarse” y proponer “soluciones” que les permitan ganar tiempo para volver a la normalidad : Rajoy con su «gran pacto contra la corrupción» y Rubalcaba con su «plan» para crear una «Oficina Anticorrupción”.

El escándalo montado por los medios de «información» de la clase dominante, con el destape de la corrupción, muestra su temor a perder el control de la situación si no logra encausar la indignación. La «extraña» coincidencia de El Mundo y El País, en la cobertura y el tratamiento de la corrupción Bárcenas-PP, no parece fortuita y más bien parece obedecer al interés y urgencia de evitar «daños colaterales conjurados gracias a su oportuna deflagración a dos bandas” – como lo piensa Rafael Cid en su artículo «Lo que hay detrás del caso Bárcenas-PP» (*).

Sea por lo que sea, la coincidencia en esta ofensiva mediática es indiscutible y sería ingenuo pensar que la razón es el deseo de luchar contra la corrupción para conseguir la moralización de la vida pública y económica del país. No sólo porque la función de estos medios ha sido siempre preservar los intereses de la clase dominante y del sistema capitalista, sino porque saben muy bien que este sistema no sería el que es sin la corrupción, ni podría serlo tampoco sin la lógica de maximizar la plusvalia obtenida con el incremento de la explotación de los trabajadores. Además, ¿cómo pensar que pudiesen ignorar lo pringados que estaban todos los arcos políticos y económicos del sistema en la corrupción y que no haya sido hasta ahora que lo hayan podido descubrir y denunciar?

La «solución» de la clase dominante

Independientemente pues de que el objetivo inmediato sea evitar “daños colaterales”, el hecho es que la campaña desestabiliza al PP y al gobierno, por lo que no se debe descartar la convocación de elecciones generales a corto plazo. No tanto porque el descrédito del gobierno sigue creciendo y su emperramiento en continuar podría provocar una explosión social, sino porque es vital para el sistema recrear la ilusión de su posible regeneración y de su voluntad de poner fin a la corrupción y a la regresión social. Además, no sería la primera vez que, ante un tal dilema y la imposibilidad de recurrir a la solución de relanzar el consumo, la clase dominante recurriese a la elección de «nuevos» gobernantes para ilusionarnos con un «cambio» que nada cambie…

Ahora bien, para que esta solución pueda ser viable es necesario que la clase dominada adhiera a ella, pues es evidente que el resultado no será el mismo si decide participar en tal mascarada o proseguir sus acciones de rebelión para que sea tomada en cuenta su indignación. Pero no debemos olvidar que éstas han sido siempre las alternativas a la corrupción política y a las crisis capitalistas a lo largo de la historia y que la clase dominada aún sigue, pese a los fracasos «reformistas», sin decantarse definitivamente por la resignación o la rebelión. Como si no hubiese aprendido aún la lección. Quizás porque también le ha servido de lección el que, tras las euforias revolucionarias, las resacas han conducido hasta ahora a los mismos desánimos.

Tal es la situación en la que nos encontramos hoy. Aunque también es verdad que, a pesar de esta indecisión, los dominados no parecen haber renunciado definitivamente a luchar por la revolución o, por lo menos a rebelarse, como en Fuenteovejuna, para obligar a la clase dominante a la reflexión y a moderar su dominación. Difícil de saber pues cuál será su opción y si volverán – una vez más – a ilusionarse con la posibilidad de elegir gobernantes «honestos» o de llevar adelante la rebelión…

No obstante, lo que si parece seguro es que la clase dominante optará por la “solución” electoral. No sólo porque no puede recurrir hoy a la del consumo, mientras no haya resuelto la actual crisis económica, sino también porque, en las actuales circunstancias, también le está prohibida la dictatorial. Lo que no quiere decir que haya renunciado a ella.

La solución de la clase dominada

No es la primera vez en la historia que la clase dominada se encuentra también ante un tal dilema; pero sería el colmo que, después de todo lo que nos han robado y que ellos se han forrado gracias a este sistema corrupto y corruptor, cayéramos otra vez en la ilusión de que es posible su regeneración con el simple cambio de gestor y nos dejáramos imponer de nuevo una solución gatopardiana. Y más con lo que hemos podido saber en estos últimos años sobre la manera en que tal corrupción ha contaminado todos los partidos políticos que han ejercido funciones gubernamentales. Como también porque, ante lo inevitable del empeoramiento de la situación económica y social, y ante la traición de los que dicen representarnos, pero que «no nos representan», la ciudadanía se está haciendo más proactiva, más exigente, más participativa, y de más en más considera la rebelión como la única solución para salir de esta situación.

Que esta solución sea hoy posible puede parecer aún una ilusión; pero, si reflexionamos sobre las movilizaciones promovidas por el 15M y otros movimientos de protesta activa (contra los desahucios, contra la privatización de los servicios sanitarios, la educación, etc.), veremos que no es sólo la indignación que sigue creciendo sino también el potencial de acción de la población. De ahí la complejidad de la situación actual y que por ello debamos enfrentarla con mucha lucidez: tanto para bien sopesar la paciencia de unos y la impaciencia de otros, como para no renunciar a lo «imposible», aunque no nos quede más remedio que aceptar lo «posible».

La solución pasa hoy por la movilización y la ocupación…

La urgencia hoy es pues que el 15M y todos los movimientos ciudadanos de protesta activa, incluyendo por supuesto a los sindicatos alternativos, aprovechen esta coyuntura para seguir concienciando y movilizando la ciudadanía. Tanto para potenciar estos movimientos de protesta activa, como para preparar una acción de ocupación de los centros de decisión política y económica en esa fecha electoral-general, si ella se produce antes de la electoral-municipal, como lo han propuesto ya algunos. No sólo para obligar a la clase dominante a «reflexionar» sino también para defender y ejercer la democracia directa y mostrar nuestra firme decisión de evitar que nos vuelvan a dejar «todo atado y bien atado», como sucedió con la «Transición». Pues no es un riesgo virtual sino bien real; puesto que hasta los Partidos que hablan de cerrarla y de abrir una nueva, más democrática, funcionan con la misma lógica del Poder que la de los que consideran aquella modélica y que por ello la quieren guardar…

No nos engañemos, la corrupción proviene no sólo de la falta de transparencia en el funcionamiento de lo público sino también de la falta de democracia interna en los partidos, al dejar en manos de las cúpulas el decidir quién participa y quién no en las elecciones, y en qué lugar. Para entrar en esas listas lo importante es la fidelidad a los líderes y la docilidad para ejecutar las órdenes, aunque sea para medrar. No podemos pues confiar en ellos. Ni en los viejos ni en los nuevos, aunque éstos quieran ilusionarnos con una oferta de renovación; puesto que estará igualmente basada en la lógica del Poder que nos ha conducido a la actual situación.

La solución pasa pues por la movilización y por dar a ésta un objetivo que de verdad haga reflexionar a la clase dominante. Este objetivo no puede ser otro que el de ocupar simultáneamente, como ya hemos dicho, los centros de decisión política y económica en ocasión de las lecciones generales si se producen antes que las municipales o en éstas, aunque haya que esperar a 2015. Lo importante es que tal sea el objetivo final de la movilización actual; pues el sólo hecho de que lo sea y se sepa radicalizará el actual enfrentamiento y cambiará la relación de fuerzas. No es lo mismo manifestar para pedir… que hacerlo amenazando de actuar en caso de no ser escuchados. Pues inclusive en el peor de los casos, aunque la mayoría de la ciudadanía – llegadas las elecciones – acuda a ellas, su exigencia será muy diferente a la que sería si acude convencida de su impotencia. Si antes de acudir ha manifestado su indignación y ha proclamado su decisión de hacerse oír.

Es obvio pues que fijar un tal objetivo y prepararse para realizarlo puede interesar y movilizar a cuantos participan ya en las actuales movilizaciones de protesta y, por supuesto, a todos los que no lo hacen por considerar que nada se puede obtener con sólo manifestar. Inclusive podrá interesar hasta a los que de verdad desean «regenerar» el sistema a través de la vía electoral.

No olvidemos lo que la historia nos ha enseñado: para conseguir algo hay que luchar por ello. Debemos ser pues conscientes de ello; pero también de que mucha gente vota por no ver otra manera de manifestar su indignación contra el sistema de explotación y dominación dominante. Y que no por ello se abstiene de acudir a las manifestaciones ni dejará de participar en la rebelión si las circunstancias la hacen inevitable. De ahí pues la necesidad de no cortar los puentes con ellos y de hacer todo lo posible por que, llegado el momento, puedan unirse a los que ya estaban convencidos de que no hay otra solución que la rebelión.

Octavio Alberola


Fuente: Octavio Alberola