Artículo publicado en el Rojo y Negro 244 - marzo 2011, en la sección Al Día, como contribución a un DEBATE EN TORNO A LAS HERRAMIENTAS DE LUCHA Y ORGANIZACIÓN.

La huelga general, ni objetivo ni solución
La
evolución de las cosas, casi siempre, hace que lo que sí sirvió
tiempo atrás hoy sea inútil o incluso contraproducente.


La huelga general, ni objetivo ni solución
La
evolución de las cosas, casi siempre, hace que lo que sí sirvió
tiempo atrás hoy sea inútil o incluso contraproducente.

A
un empresario, con excepción de los negocios de tamaño familiar, un
día de huelga no le causa mayor perjuicio pues tanto la fabricación
como la venta de los productos bien puede ser avanzada o retrasada un
día. Incluso a las fábricas de automóviles, por ejemplo, les va
bien en muchos momentos porque es un día menos de stock. Eso sí, a
todos nos descuentan un día de sueldo si ejercemos nuestro derecho a
secundar la huelga.

En
banca, aunque lográramos cerrar al público durante 24 horas todas
sus oficinas, apenas le afectaría pues no tiene su negocio vital ni
en esos despachos ni en ese corto período de tiempo. Los seguros, la
química, los cementos, el metal, …

ni
las empresas de transporte se hunden por un día de huelga, aunque su
repercusión en el resto de la población es mucho mayor, …pero no
en las horas punta, que para eso ya inventaron los servicios mínimos
impuestos o pactados.

Tampoco
la concienciación de las personas se logra con un sólo día de
huelga, y menos si los medios de comunicación repiten machaconamente
que lo importante es que se ha respetado el derecho a trabajar de
quienes no han querido sumarse a la protesta. Y que los piquetes han
de ser, o han sido, buenos chicos y que eso era lo esperable porque
eso es expresión de democracia: hacer una huelga general y que no
pase nada. Eso nos dicen todos los medios.

Se
necesita más tiempo y de escenarios nuevos para triunfar contra ese
bombardeo y crear conciencia y causar daño. Un período de dos o
tres meses de acciones puntuales, simbólicas, mediáticas,
coherentes en su conjunto. Un camino de prácticas hasta llegar a la
completa huelga general. Porque hoy la huelga general ya no la
conforman, o la deberían conformar, sólo los obreros: la hacen los
parados, los movimientos sociales, los internautas, los periodistas
digitales, los hackers,

Comparto,
por otra parte, la necesidad de momentos estelares, momentos que son
más fuego de artificio que efectividad. Pero por más que aplaudamos
a un mago que hace desaparecer nuestro reloj o a un futbolista que
hace una “croqueta” o la noticia de un nuevo paliativo para el
SIDA, ese momento puntual será inútil si el reloj no vuelve, la
jugada no acaba en gol o el paliativo sólo se aplica al 0,1% de los
enfermos. Personalmente, aunque he realizado todas la huelgas que mi
sindicato ha convocado, no me he sentido cómodo ni en el 29S ni en
el 27E porque me han parecido útiles para otros, no para nosotros,
faltas de preparación y, sobretodo, faltas de continuidad y frutos.

Hay
que dar, eventualmente, golpes de puño en la mesa o crear
espectáculos de autosatisfacción, pero el éxito real viene dado
por la necesidad, la preparación, la previsión, la constancia, la
masa crítica y la idea clara de un programa de futuro. ¿Tenemos
algo de todo eso?

Hay
necesidad, sí, está claro. Pero ¿son los indigentes, los parados,
los inmigrantes, los desahuciados,…los que han salido a la calle?
¿O han sido más bien los jóvenes -afortunadamente siempre
necesitados de algo más- y los viejos que vivimos en su día la
conquista de derechos que hoy son negados? Hay necesidad de seguir
manteniendo un alto nivel de consumo, pero no hay necesidad -corrijo,
no se siente la necesidad- de mantener un alto nivel de derechos y
equidades.

Desde
su constitución, a finales del XIX, cuando hubo que conseguir
conquistas laborales las organizaciones sindicales del momento
estaban en su lugar. Por contra, en este final del XX y principios
del XXI, mientras nos han ido desmontando las estructuras clásicas
de las relaciones laborales, los sindicatos no hemos estado
suficientemente en nuestro papel para defenderlas satisfactoriamente.
Tampoco hemos ido adaptando nuestras herramientas de lucha al nuevo
marco de relaciones laborales y procesos productivos. Por contra,
quizás
sí que hemos adaptado algunas estructuras – aglomeración de
sectores, adaptación electoral, utilización de horas sindicales,
…- al modelo imperante. Pero,
la precariedad, la interinidad, la externalización, la
desregulación, la flexibilización, … todo eso ha ido penetrando
lenta y sólidamente en la estructura productiva y social. Y, frente
a eso, no hemos adaptado las formas de resistencia y avance ni creado
un contralenguaje. Y hablo de todos los sindicatos, unos por
burócratas, otros por puristas, otros por autoconfortados en ser los
únicos críticos… No estamos preparados ni los sindicalistas ni
nuestras organizaciones sindicales para afrontar este reto, ahora. Y
cuando digo esto, no me refiero a gestionar en concertación, ni a
firmar los “males menores” o negociar EREs; para eso sí que los
dos grandes sindicatos oficiales están preparados. Digo para
confrontar todo ello, desmontarlo y pararlo.

Hace
tiempo me dijo un militante anarcosindicalista que ellos, durante un
tiempo, fueron mayoritarios, pero eso no era relevante; lo que sí lo
era es que habían sido determinantes y eso es lo que les daba
fuerza. Sin ellos se podían hacer cosas, pero contra ellos no. Habrá
que recuperar el tiempo perdido. Aún es posible.

Y
una buena forma de ir avanzando sin dejar pasar más tiempo que nos
vuelva a dejar descolgados mientras nos preparamos es mirar de prever
qué nuevos pasos van a dar los grandes hacedores del mundo.
Pre-veamos, inventemos, supongamos, imaginemos el futuro inmediato y
creemos la estructura oportuna para él y las herramientas
necesarias. Y no es cosa de dar saltos hoy y descansos mañana, hay
que tener una línea permanente y continua de acción y de
pensamiento. El mundo no para de girar al mismo ritmo, nosotros
debemos ser mundo.Y, sobre todo, hay que saber adonde vamos. Hay que
tomar la vieja filosofía libertaria y reconstruir con ella el nuevo
mundo por el que pretendemos luchar (eso siempre, “habrá que
forzarla para que pueda ser”, cito a Labordeta) y en el que
pretendemos que la gente llegue a vivir. Sin ese rumbo, todo es dar
vueltas y perder compás.

Por
otra parte, es evidente, cómo no, que, sea cómo sea su organización
interna, un sindicato ha de ser una organización de masas. Diremos
nosotros, los anarcosindicalistas, que no, que a eso le llamamos suma
de muchas individualidades, no masa. Lo acepto y lo suscribo. Pero,
en cualquier caso, hace falta un número de individuos para hacer
saltar algo.

Resumiendo.
Sí a la huelga general, pero no como objetivo ni solución, sino
como demostración puntual y triunfal dentro de un contexto de
acciones diversas y continuadas promovidas por un número relevante
de personas y organizaciones y seguidas por números relevantes y
crecientes de personas en proceso de adquisición de conciencia de
las causas y los futuros.

Y
en el mundo actual, ninguna organización, movimiento, club, blog,
twitter o facebook es capaz, por sí solo, de hacer el cambio. Uno
aportará el número, otro las ideas, otro los luchadores, otro las
herramientas de difusión,… cada uno algo. Sumando llegaremos a
todas partes. Y claro, sumar es inmensamente más difícil que
restar. Y encontrar el máximo común denominador más difícil que
trabajar desde los postulados irrenunciables de cada uno.

Angel Bosqued