Contemplemos como aquellos que determinan que el orden y la severidad conducen a la armonía descubren que han conseguido, a pulso, el efecto contrario : la guerra pacificadora de los Estados Unidos más guerra, las ansias de castidad mundial del Vaticano más SIDA, la revolución que no evoluciona de Cuba más autoritarismo y el orden y la elegancia de Mónaco más horteradas que nunca.
Es virtud humana movernos por lo más placentero y regocijante : así lo entendieron los filósofos didácticos y así fue como nos indicaron que no hay otro dueño de nosotros sino nosotros mismos.
Consideremos también los ideales de la economía de mercado ultraliberal, es decir, esta ausencia de leyes que permite que se pueda hacer cualquier acuerdo mientras proporcione beneficios a los que más tienen. ¿No resulta chocante cómo se parece esta desatada productividad sin escrúpulos a los ideales anarquistas tomados al revés, a esa idea orweliana de “la esclavitud es la libertad” ? ¿De veras a ustedes les convenció eso de que “toda política es una política económica” ? ¿Acaso alguien sabe con exactitud qué es la economía y a qué intereses sirve ?
La anarquía, como la creatividad, es una elección absolutamente gratuita que implica la práctica de la libertad, primero individual y luego social. Es decir, librarse de las ataduras que consiguen separar al género humano. La anarquía económica es, bien al contrario, un infierno donde se puede matar sin armas al enemigo. Donde no se sabe quién es el enemigo. Donde para las personas no hay justicia ni injusticia, sólo cifras.
El principal problema de la anarquía de “asumir la responsabilidad individual” se ha resuelto con creces con la solución de “asumir el consumo individual” e incluso en el cacareado reciclaje. Digamos que el individualismo positivo se ha convertido en conducta subordinada donde la libertad se basa en lo que uno haya podido comprarse.
Buscando la responsabilidad de los ciudadanos, la autoridad, estas ideologías y la religión han producido a muchas más personas irresponsables, primero de sí mismos y luego con respecto con la sociedad. El poder, asumido ya como algo que corrompe, no es del gusto de los jóvenes, pero tampoco les plantea otras vías sino tener el poder o ser la víctima. Pero la anarquía pura no promete nada, sólo la posibilidad de dispersar ese poder. No es ponerse crestas en la cabeza y pintar una A dentro de un círculo. Vive dentro de su contradicción, es cierto, pero no las teme y es capaz de generar solidaridad por sí misma y, tal vez, de inventar imaginativas y alegres soluciones.
TONINO/
Fuente :
http://servicios.lasprovincias.es/