Artículo publicado en Rojo y Negro nº 384 de diciembre
“Las uvas de la ira» de John Steinbeck, describe el drama de la emigración de familias enteras de aparceros, que, obligados por el polvo y la sequía, se ven obligados a abandonar sus tierras, junto con otros miles de personas de Oklahoma y Texas, rumbo a la «tierra prometida» de California…
Miles de personas obreras de las industrias estadounidenses (así como de otros puntos del planeta) ligadas a la energía fósil —la industria automovilista en particular— se verán “obligadas” a ser expulsadas del mercado de trabajo, y todo indica que no existe una “tierra prometida” donde poder “vender su fuerza de trabajo”, donde poder, al menos, sobrevivir con cierta dignidad.
El capitalismo “verde” (su retórica especialmente), sigue no reconociendo que es su sistema productivo desarrollista y su sistema de distribución, quien genera la multicrisis en que se encuentra la humanidad y el planeta, y todo lo que se plantea para enfrentar el cambio climático, sigue sustentado en la “lógica del crecimiento, como valor supremo de la política económica”.
El apellido de “verde”, a escala global, trata de esconder a la humanidad y especialmente a las clases trabajadoras, que la lógica que preside las políticas verdes para afrontar el cambio climático, se traduce en una lucha bárbara por el control de las materias primas y las fuentes de energía (las guerras actuales y las anteriores son una expresión de esta lógica), toda vez que tanto materiales como recursos son finitos y la escasez de los mismos conlleva la competencia más feroz y el aumento del extractivismo, arrastrando y sometiendo a los Estados a asumir y financiar la nueva fase de acumulación de capital.
La huelga del sector del automóvil en EE.UU. sugiere alguna reflexión. En primer lugar, felicitarnos por el “renacer” o reorganización del sindicalismo estadounidense, acerca de sus buenas prácticas: el conflicto, la huelga como herramienta de contrapoder obrero; la solidaridad entre las distintas categorías de personas asalariadas; el apoyo mutuo entre distintas empresas (contratas y subcontratas), trasladando el conflicto a los verdaderos responsables, las empresas matrices; la inteligencia para ganarse a las clases medias de la sociedad estadounidense, a la vez que logran implicar en la retórica y en la práctica al todopoderoso presidente de EE.UU.; la denuncia pública de que las personas asalariadas no deben competir entre ellas (dobles escalas salariales, diferentes condiciones de trabajo, etc.), sino al contrario, todas las asalariadas deben tener los mismos derechos y valor ante trabajos idénticos; los resultados del conflicto1.
Parece que las personas trabajadoras y el sindicato han logrado darle la vuelta a la estrategia empresarial, de trasladar los costes de la competencia a las personas asalariadas. La lógica utilizada por el empresariado, toda vez que tiene la producción diversificada en distintas empresas, todas ellas pertenecientes al mismo grupo, es cruel —como el capitalismo mismo—, pues fuerza a las personas trabajadoras a competir entre ellas, bajo la amenaza de deslocalizar la producción o no invertir en los nuevos modelos, bien a empresas del mismo país, bien a empresas ubicadas en otros territorios, si no rebajan sus condiciones salariales y de trabajo para aumentar la productividad y ser competitivos2.
La solidaridad y la cooperación entre iguales, especialmente poner encima de la mesa la homogeneidad de las condiciones contractuales (salarios, contratos, derechos) de todas las personas asalariadas del grupo, quiebra la lógica de la competencia y frena el chantaje, más aún si se ponen controles al poder empresarial, acerca de sus inversiones, si estas perjudican en presente o en futuro los intereses de las personas trabajadoras.
La otra reflexión no puede sino mostrar preocupación, pues el sindicalismo que defienda intereses, valores y derechos, debe plantearse cuanto antes (ayer ya es tarde), que se debe transformar los modelos productivos (la industria del automóvil3, especialmente) y por consiguiente los mercados de distribución, cuestionando aquello que producimos, no solo cuestionando la forma de producir (explotación), y pensar y actuar en modelos productivos que respeten el trabajo, la naturaleza, los recursos y la vida.
Tenemos que incrementar nuestros esfuerzos por poner en marcha iniciativas económicas basadas en el trabajo autogestionado y no salarizado; una radical redistribución de la riqueza4, a la vez que una disminución drástica del trabajo asalariado5, y rentas básicas de las iguales, lo que implica trabajar para el común, más que para el mercado.
1 Incremento progresivo de las retribuciones hasta alcanzar al menos el 25% de subida salarial, especialmente en aquellas figuras más precarizadas como el personal temporal y de nuevo ingreso. Se ha reducido —y en algunos casos, eliminado— la doble escala salarial, que ajustaba a la baja el salario a las y los trabajadores de nueva entrada frente a los ya contratados, aun realizando el mismo trabajo.
También se ha conseguido una reducción de la temporalidad en la contratación, otorgando a este personal un estatus de permanente en un corto período de tiempo. Se han introducido mejoras en determinados permisos, en los planes de pensiones, se ha admitido el derecho a huelga en el caso de cierres de plantas o para impugnar decisiones de inversión que contravengan los intereses de las y los trabajadores, y se ha abierto un marco para negociar una reducción de la jornada laboral semanal a 32 horas, entre otras medidas.”
2 En el Estado español, es una práctica habitual de explotación en los grandes grupos empresariales y especialmente en el automovilístico: Ford, WV, etc. con la connivencia y aceptación de esta lógica por parte de los sindicatos institucionales.
3 Una de las actividades más emisoras de gases de efecto invernadero, por su consumo de combustibles fósiles, es el transporte terrestre por carretera. Según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente, en el año 2019 una cuarta parte de las emisiones de la UE procedieron del transporte, y de ellas, el 71,7% tuvieron su origen en el transporte por carretera. Desglosadas por medios de transporte, el 60,6% de las emisiones correspondieron al coche, un 27,1% a los camiones pesados, el 11% a los camiones ligeros y el 1,3% a las motocicletas. La mayor parte de estos vehículos se movieron con diésel (66,70%) y con gasolina (24,55%).
4 Las rentas de capital, como los beneficios empresariales, así como los patrimonios y todo el dinero financiero deben, no solamente dejar la “elusión de impuestos como método permanente de robo y expolio”, sino que deben tributar en tipos impositivos de más del 55%. A la vez que deben decrecer los salarios de todo el personal directivo de las empresas (privadas y públicas), al igual que el de los miles de consejeros, impidiéndoles por ley que, en cualquier empresa y actividad, no se puedan percibir salarios más allá de tres veces el salario medio de la empresa, sirviendo esa masa salarial decreciente para mejorar los salarios de toda la plantilla, para que sean salarios dignos. Y que todo el salario cotice a la seguridad social.
5 Remitimos al estudio de Ecologistas en Acción, donde analizan los diferentes escenarios de empleos, siendo el más favorable —y posible YA— el de las 30 horas semanales.
Desiderio Martín Corral
Gabinete de Esudios Confederal
Fuente: Rojo y Negro