Seis vigilantes rompen un brazo a un detenido de origen brasileño, que ahora está acusado de un delito de lesiones y amenazas a los agentes
Increpó a unos guardias de seguridad de Metro, acabó con un brazo roto, detenido y acusado de un delito de lesiones y amenazas. Paolo Sergio de Alencar Silva, brasileño, de 48 años, no entiende cómo siendo él la víctima se ha convertido en presunto agresor.
Seis vigilantes rompen un brazo a un detenido de origen brasileño, que ahora está acusado de un delito de lesiones y amenazas a los agentes

Increpó a unos guardias de seguridad de Metro, acabó con un brazo roto, detenido y acusado de un delito de lesiones y amenazas. Paolo Sergio de Alencar Silva, brasileño, de 48 años, no entiende cómo siendo él la víctima se ha convertido en presunto agresor.

Todo ocurrió el pasado domingo sobre las 10 de la noche cuando Paolo, quien tan sólo había llegado a España unos días antes, esperaba el metro en la estación de metro de Lago. Vio, entonces, cómo tres veinteañeros insultaban a una pareja de latinoamericanos y golpeaban a unos de ellos. Al ver a varios guardias de seguridad los jóvenes se subieron al convoy que entraba en la estación. Los agentes, según explica Paolo, salieron tras ellos «e hicieron amago de que los cogían», cuenta el brasileño. Al momento, los chavales salieron del tren y se marcharon «sin más» de la estación.
Los guardias se acercaron al joven agredido, que estaba caído en el suelo . Le miraron, vieron que podía levantarse y se fueron. Fue entonces cuando Paolo comenzó a a increpar a los guardias. No entendía por qué unos agentes, cuyo trabajo es velar por la seguridad de los pasajeros, habían dejado marchar a los agresores. «Les grité que qué pasaba con ellos, que por qué no hacían su trabajo», continúa Paolo, quien reconoce que había bebido varias cervezas. Lo que el brasileño no se esperaba es que los guardias, porra en mano, se volvieran hacia él «en una actitud amenazante».

Por miedo a que le golpearan saltó a las vías del tren y los agentes le siguieron. Seis guardias le dieron alcance y comenzaron a golpearle con las porras. Ya en el andén, cuenta que al tratar de ponerle unas esposas le retorcieron tanto el brazo izquierdo que se lo rompieron. Tirado en el suelo, sólo sentía el dolor de un tobillo que se había torcido al saltar, el dolor de su brazo y la humillación de los insultos racistas que recibió de los agentes.

Ramón Morales, de 47 años y funcionario de la Administración de Estado, vio cómo ocurría todo y corrobora punto por punto la historia de Paolo. «Él sólo increpó a los guardias, no les levantó la mano en ningún momento y los agentes se mostraron desde el principio muy agresivos». Llegaron varios agentes del Cuerpo Nacional de Policía e identificaron al brasileño mientras esperaban a la ambulancia que atendiera a Paolo de sus heridas.

Paolo no tuvo albergue durante una semana
Desde su puesta en libertad, Paolo Sergio de Alencar Silva su abogado buscó durante cinco días un techo con muy poco éxito. La respuesta que obtuvo es que al no poder valerse por sí solo no le podían acoger. El Samur Social remitió a Paolo a un hospital, cuando la atención sanitaria ya la había recibido. Fuentes municipales informaron de que el albergue de San Isidro no deja de atender a nadie porque tenga problemas de movilidad.
Desde Cáritas admiten que sus albergues tienen un déficit para atender a personas sin hogar con movilidad reducida. En concreto, esta organización sólo tiene un centro de acogida con 20 plazas preparado para estos casos. Ahora está completo. Paolo, que dejó su Río de Janeiro natal para buscarse la vida en Europa, logró el fin de semana una cama en una ONG gestionada por monjas, la Fundación San Juan de Dios. Su preocupación es recuperarse pronto de sus heridas, comenzar a trabajar y enviar dinero a sus dos hijos. p.r.

La multa

Por hacer fotografías dentro de la estación

El inspector de la estación de Lago exigió a Ramón que le diera su móvil, con el que había estado haciendo fotos de la agresión. Al negarse a entregárselo le multó porque hacer fotografías en el metro está prohibido. Vio a más gente que grababa la agresión, pero lamenta que nadie se atreva a entregar las imágenes.


Fuente: diarioadn