Artículo publicado en Rojo y Negro nº 400, mayo 2025
Tras la Segunda Guerra Mundial y el reordenamiento político que trajo consigo, los países del Sur Global lucharon por su independencia de los grandes poderes imperialistas genocidas y se inició un proceso de descolonización que, momentáneamente, les devolvió la esperanza y dignidad a miles de millones de personas. País tras país expulsaron a sus colonizadores y recuperaron sus recursos y territorios ocupados tras siglos de explotación.
La descolonización, redistribución de las tierras y el acceso a la educación de los pueblos liberados fue el caldo de cultivo ideal para la expansión de las ideologías socialistas y comunistas en muchos países: de Vietnam a Indonesia, de Egipto al Congo, de Cuba a Guatemala.
Indonesia declaró su independencia de los Países Bajos en agosto del 1945. Tras cuatro años de lucha e incertidumbre, los holandeses, por fin, transfirieron la soberanía del país al presidente Sukarno, un político revolucionario, nacionalista y profundamente antiimperialista.
En sus años en el poder (1949-1967) Sukarno fue progresivamente virando a la izquierda, colaborando en el gobierno y proporcionando apoyo y protección al Partido Comunista de Indonesia (PKI), en aquellos momentos el partido comunista más grande fuera de los países comunistas.
Sukarno fue un hábil diplomático que, junto con Gamal Abdel Nasser presidente de Egipto y el Jawaharlar Nehru de la India, consiguió reunir en Indonesia a la mayoría de los países en procesos de descolonización de Asia y África, así como algunos de América del Sur, fue la mítica Conferencia de Bandung en abril del 1955.
En la ciudad de Bandung, Java, estos países se autoproclamaron el tercer mundo, es decir países independientes de los ejes enfrentados; el capitalista yanqui y el comunista soviético. Lo que pasó a conocerse como el espíritu de Bandung se convirtió en una nueva idea de orden global distanciándose así del colonialista primer mundo y de lo que veían como un fallido intento del segundo mundo y una posible continuación del imperialismo con tintes soviéticos.
En esta conferencia afroasiática se acordaron 10 principios fundamentales en los que se debían basar las relaciones internacionales entre los que se destacaban el respeto a los derechos humanos y el antirracismo, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y el derecho a la lucha armada en defensa de la misma.
A diferencia de los países del primer mundo, cuya idea de nación se basa en la raza o el lenguaje, los países del tercer mundo basaron su nacionalismo en la lucha anticolonial y la búsqueda de la justicia social. Estos países, ampliamente multiculturales con miles de lenguas indígenas habladas por los casi 1.500 millones de personas representadas en esta conferencia, confiaban en crear una nueva organización y diplomacia internacionales más allá de las colonizaciones que habían sufrido, en los que la colaboración y la coordinación colectiva plantasen cara al orden económico global establecido por los países ricos. El mismo Sukarno relacionó en sus discursos la lucha antiimperialista con el anticapitalismo.
Ni que decir tiene que la mayoría de los 29 países participantes pagaron caro años y décadas después con guerras, dictaduras y sanciones económicas su lucha por la independencia política y económica real.
La política antiimperialista y redistributiva de Sukarto causó irritación no solo a nivel interno, entre los militares y las facciones más radicalmente islamistas del país, sino principalmente a EEUU que, tras la Segunda Guerra Mundial, estaba reforzando sus áreas de influencia frente a la URSS y cuya recién creada CIA estaba empezando a perfeccionar las tácticas de sabotajes internos y externos que luego aplicaría salvaje e impunemente por todo el mundo.
Bajo interferencias norteamericanas, el gobierno de Sukarno fue derrocado en 1967 en un brutal golpe de estado liderado por el general Suharto. Literales ríos de sangre corrieron durante 2 años por todo el archipiélago. Y así comenzó una dictadura que, tal y como EEUU quería, erradicó el comunismo y el socialismo del país matando a entre medio millón y un millón y medio de comunistas y sus familias en lo que los expertos califican de politicidio. También acabó con o expulsó a las clases medias e intelectuales no afines al nuevo régimen proyanqui.
Se volvió a los latifundios y condiciones laborables semiesclavistas, a vender al mejor postor los recursos naturales recientemente nacionalizados e Indonesia se endeudó con miles de millones de dólares con el FMI. La corrupción fue la norma y los militares más crueles fueron ascendiendo a rangos superiores hasta situarse en las más altas esferas del poder. Uno de ellos fue el general Prabowo Subianto, yerno del dictador Suharto, y conocido como el carnicero de Timor por su afición a la tortura de los pueblos de Timor Oriental y de Papúa Occidental y uno de los responsables del genocidio de los mismos.
La brutal dictadura de Suharto acabó con su renuncia en 1998. Su vicepresidente B. Jusuf Habibie asumió el poder hasta la realización de las primeras elecciones presidenciales en junio de 1999 en las que Abdurrahman Wahid fue elegido presidente. En julio del 2001 fue obligado a dimitir y su vicepresidenta, Megawati Soekarnoputri, hija del primer presidente Sukarno, se convirtió así en presidenta de Indonesia.
En las siguientes elecciones, realizadas el 5 de abril de 2004, resultó elegido Susilo Bambang Yudhoyono que sería presidente hasta que, en octubre de 2014, fue elegido Joko Widodo, un político de orígenes muy humildes que centró su presidencia en la lucha contra las desigualdades sociales y, en teoría pero no en la práctica, contra la corrupción.
La presidencia de Joko Widodo (2014-2024), conocido como Jokowi, de tendencias más bien socialistas, se caracterizó por un fuerte enfoque en el desarrollo económico y la mejora del bienestar social. Desde sus inicios, Jokowi impulsó grandes proyectos de infraestructura como carreteras, puentes y aeropuertos, especialmente en zonas remotas, con el objetivo de reducir la desigualdad regional y fomentar la conectividad; promovió la industrialización y la transformación de Indonesia en un país más productivo y autosuficiente disminuyendo la dependencia de exportaciones de materias primas y la explotación por multinacionales de mano de obra barata.
En el ámbito social, Jokowi fortaleció programas de asistencia como el seguro de salud universal (JKN) beneficiando a millones de indonesios. También implementó la reforma de subsidios energéticos, liberando recursos para educación, salud e infraestructura.
En sus últimos años, Jokowi apostó por la transición hacia energías renovables y la construcción de una nueva capital, Nusantara, en Borneo, como símbolo de modernización y descentralización.
A pesar de estos avances, su gestión enfrentó críticas por el limitado progreso en derechos humanos y libertad de expresión, además de tensiones religiosas y étnicas, y una patente falta de actuación eficiente contra la corrupción.
En 2019, tras ganar sus segundas elecciones, la decisión de Jokowi de elegir a su rival en las dos últimas elecciones, el criminal de guerra, el general Prawobo, como ministro de defensa —lo que sin duda ayudó a limpiar la imagen del militar como hombre de estado democrático— causó malestar entre sus bases que lo expresaron con disturbios en las calles.
En las elecciones presidenciales del 2024, a las que Jokowi ya no se presentaba tras haber agotado sus dos legislaturas, salió elegido el exministro de Defensa, el carnicero de Timur Oriental, el presidente Prawobo. Fueron unas elecciones claramente influenciadas por las redes sociales, especialmente TikTok, donde el sangriento general era retratado como un afable bonachón que había venido a cambiar el corrupto sistema.
Desde su toma de poder este general ha llevado a cabo diversas reformas que están acercando a esta joven democracia de nuevo al abismo de una dictadura militar. Una serie de reformas legales que se llevaron a cabo fueron el detonante de una nueva ola de protestas en marzo del 2025, mes en el que se sucedieron las revueltas en las calles de cientos de ciudades indonesias, en las que tanto la policía como el ejército atacaron brutalmente a manifestantes.
Para explicar la situación actual hicimos una entrevista a M., una activista anarquista feminista que por razones de seguridad nos habló de manera anónima.
El gobierno de Jokowi no fue perfecto, está claro, pero al menos hubo ciertos esfuerzos, aunque limitados, por luchar contra la corrupción, proteger el medio ambiente y fomentar la igualdad social. Desde que Prabowo llegó al poder en 2024, ¿cuáles han sido los mayores cambios?
Desde que Prabowo Subianto asumió la presidencia de Indonesia, en octubre de 2024, se han producido varios cambios importantes tanto en políticas como en dinámicas políticas, que contrastan bastante con la administración de Jokowi, sobre todo en temas como la gobernanza, la lucha contra la corrupción, la igualdad social y la protección del medio ambiente.
Los mayores cambios que hemos observado hasta ahora tienen que ver con la corrupción, el bienestar social y la desigualdad, las políticas medioambientales, la democracia y los derechos humanos, las relaciones internacionales y las políticas económicas.
Empecemos por la corrupción. ¿Qué ha cambiado ahí?
La Comisión para la Erradicación de la Corrupción, o KPK, se ha debilitado bastante. Incluso con Jokowi ya estaba tocada, ya hubo polémicas reformas en 2019, pero al menos seguía actuando en algunos casos importantes.
Con Prabowo, la preocupación ha ido en aumento. Se teme que la KPK esté siendo usada de forma política: atacando a figuras de la oposición mientras protege a los aliados del gobierno. Y como últimamente hay menos casos grandes de corrupción perseguidos, eso solo alimenta la sospecha. Hay muchas dudas sobre si realmente hay voluntad de luchar contra la corrupción.
¿Y en cuanto a la desigualdad social y el bienestar? ¿Se ha avanzado algo?
Prabowo ha ampliado algunos programas sociales que ya venían de Jokowi, como el Bansos (ayuda económica directa) y está bastante claro que eso busca consolidar su apoyo entre la gente con menos recursos.
El problema es que muchos dicen que estas ayudas tienen más fines políticos que intención real de hacer reformas profundas. No se ha hecho gran cosa en temas como la reforma agraria o los derechos laborales. Y lo del salario mínimo sigue prácticamente igual, con muchos sindicatos descontentos.
¿Qué pasa con la política medioambiental? ¿En qué punto está Prabowo?
Si con Jokowi ya teníamos un historial mixto, con cosas como la moratoria del aceite de palma pero también bastante deforestación para extraer níquel, con Prabowo la cosa va a peor. Su gobierno ha empezado a conceder más permisos para la minería y la agroindustria en zonas sensibles y el avance hacia las energías renovables se ha ralentizado bastante, sobre todo si lo comparamos con el impulso que dio Jokowi a la energía solar e hidroeléctrica; también se ha suavizado la postura sobre emisiones de carbono y la protección de las turberas.
Se habla mucho de retroceso democrático con Prabowo. ¿Qué estás viendo tú?
Hay una deriva autoritaria muy preocupante. Se están reprimiendo con más dureza las protestas, con informes de la policía actuando de forma bastante agresiva. También hay presión sobre los periodistas más críticos, algo que recuerda mucho a los vínculos de Prabowo con la represión militar en el pasado. Y las organizaciones de la sociedad civil, sobre todo las que trabajan en derechos humanos y medioambiente, ahora tienen más obstáculos burocráticos para poder hacer su trabajo.
¿Y en política exterior? ¿Qué ha cambiado desde que llegó al poder?
Jokowi solía mantener una posición bastante neutral centrada en la diplomacia económica sin decantarse claramente ni por EE.UU. ni por China. Prabowo, en cambio, tiene un enfoque más nacionalista y agresivo.
Estamos viendo un aumento del gasto militar, posturas más duras respecto a disputas marítimas y más dependencia de China para grandes infraestructuras lo cual preocupa por el tema de la deuda. Con las democracias occidentales la relación se ha enfriado, sobre todo por temas de derechos humanos y sostenibilidad medioambiental.
¿Y la política económica? ¿Qué línea está siguiendo?
En algunos aspectos sigue la línea de Jokowi, sobre todo con la estrategia de procesar los recursos en el país (downstreaming), como el níquel o la bauxita. Pero ahora se está interviniendo más desde el Estado, con más protagonismo de las empresas públicas.
El gran problema es que la reforma burocrática ya no es una prioridad. Eso se traduce en riesgos claros de ineficiencia y corrupción en los proyectos estatales. Se está gastando mucho más, pero con menos control.
En resumen, aunque el gobierno de Jokowi tuvo muchas carencias avanzó algo en la lucha contra la corrupción (aunque de forma inconsistente), en el bienestar social y en la política medioambiental; con Prabowo, la lucha anticorrupción ha perdido fuerza, las protecciones ambientales están cayendo y las libertades democráticas se están reduciendo mientras se imponen programas sociales populistas y políticas económicas nacionalistas.
¿Y la oposición parlamentaria? ¿Está haciendo algo?
Desde que Prabowo asumió el poder, la oposición, principalmente el PDI-P (el partido de Megawati) y otros partidos más pequeños como el PD y el PKS, ha estado muy pasiva. En muchos casos han votado a favor de las medidas más polémicas del gobierno. Hasta la presidenta del Parlamento, Puan Maharani, es hija de Megawati, que lidera el PDI-P.
Y desde la sociedad civil la resistencia está muy fragmentada. No hay un bloque fuerte en el Parlamento que se le plante de verdad.
La reforma de la Ley del TNI está generando mucha polémica. ¿Qué tiene de especial?
Esta ley amplía el papel del ejército en la vida civil. Permite que las Fuerzas Armadas se encarguen de seguridad interna, gestión de catástrofes, obras de infraestructuras e incluso programas sociales, o sea, difumina por completo la línea entre lo civil y lo militar. Es un regreso directo a la doctrina del Dwi Fungsi (Función dual) de Suharto.
También debilita el control civil. Ya no hace falta que el Parlamento apruebe el despliegue de tropas dentro del país, lo cual preocupa muchísimo porque le da más poder al presidente, el general Prabowo, para usar el ejército como herramienta política.
Además, vuelve a abrir la puerta a los negocios militares. La ley permite que el ejército se financie a través de acuerdos con empresas privadas, lo que recuerda a los negocios corruptos del régimen de Suharto: tala ilegal, mafias de protección, etc.
Y por si fuera poco, ofrece inmunidad legal a los soldados. Si cometen delitos en operaciones no tienen por qué pasar por un tribunal civil; se les juzga en tribunales militares internos. Eso genera un miedo real a la impunidad, sobre todo por los antecedentes en Papúa y otras regiones.
¿Y cómo está reaccionando la gente?
La gente lo ve como una amenaza directa a la democracia. Esta ley desmantela 25 años de reformas democráticas que se lograron tras la caída de Suharto. Y el pasado de Prabowo como general duro, vinculado a secuestros en 1998 y operaciones en Papúa, no ayuda a tranquilizar.
Muchos temen represión. Activistas creen que se va a usar al ejército para reprimir protestas, como pasó en 2019, o para silenciar cualquier disidencia en lugares como Papúa y Papúa Occidental.
Y los riesgos de corrupción son altísimos. La entrada de los militares en negocios y proyectos públicos puede llevar a desvío de fondos, contratos inflados para amigos del régimen, apropiaciones de tierras… ya lo hemos visto antes.
Por eso están protestando estudiantes, activistas, ONG, académicos, trabajadores, juristas, figuras públicas… tanto en las calles como en redes sociales.
¿Hay una oposición fuerte en la calle? ¿Quién la lidera?
La oposición más fuerte ahora mismo viene claramente desde la sociedad civil formada por personas de todo tipo. No hay un líder único en este movimiento; lo que hay es una preocupación compartida y un enemigo común. Cada persona o grupo actúa por su cuenta, protestando a su manera, pero el movimiento está conectado a través de una red descentralizada.
¿Y qué pueden hacer las personas fuera de Indonesia para ayudar?
La legalización de la nueva Ley del TNI no es solo un problema indonesio: es una crisis global. Indonesia es un país clave en la lucha por la democracia y los derechos humanos en el Sudeste Asiático y más allá. El auge del militarismo y el neofascismo en Indonesia pone en riesgo la estabilidad regional y sienta un precedente muy peligroso para otros regímenes autoritarios en el mundo.
El pueblo indonesio ha luchado demasiado y ha hecho muchos sacrificios por la democracia como para permitir que el país retroceda hacia el militarismo, la corrupción y el autoritarismo de la era Suharto. No podemos quedarnos callados mientras el neofascismo crece en Indonesia. Tenemos que resistir, luchar y mostrar solidaridad.
Llamamos a la comunidad internacional a:
l Condenar el giro autoritario de Indonesia: Denunciar públicamente la nueva ley del TNI y su amenaza a la democracia y los derechos humanos.
l Apoyar a la sociedad civil indonesia: Respaldar a los activistas, estudiantes y organizaciones que luchan contra la militarización.
l Imponer consecuencias: Usar herramientas diplomáticas, económicas y políticas para presionar al gobierno de Indonesia a derogar esta ley.
l Vigilar y denunciar abusos: Documentar y exponer cualquier violación de derechos humanos o retroceso democrático por culpa de esta ley.
Acércate a la Embajada de Indonesia en tu país y hazles saber lo que piensas de la forma que quieras.
Con rabia y solidaridad,
M.
Roser Garí Pérez
@rosergariperez
Fuente: Rojo y Negro