Artículo publicado en Rojo y Negro nº 385 de enero
La consigna general debería ser “acostumbrémonos a toda la diversidad”, pero no quiero ni puedo ponerme a hablar de otras disidencias que las que me atraviesan. Escribiendo este artículo como complemento de “Acostumbrémonos a la diversidad” publicado en el número de junio, me centraré en la asexualidad, que es una de mis intersecciones dentro del colectivo LGTBIQA+. En dicho artículo, se pasó de puntillas sobre el no binarismo y ni siquiera se habló sobre la asexualidad. En este primer artículo intentaré completar el vacío que concierne a la asexualidad, dejando el no binarismo para otra ocasión.
Introducción sobre una mesa de terraza
Para explicar la asexualidad, suelo recurrir a un modelo bidimensional que se pueden representar en el cuadrado de la mesa de una terraza de bar. Este modelo es simplista, pero incluye un espectro continuo y es mínimamente realista. En el dibujo se puede ver el modelo para la mesa de terraza sobre la orientación sexual, pero no podemos esperar mucho más de un cuadrado.
Además, permite trazarlo en una tarjeta y hacer copias según el tipo de orientación tratado, de entre las que se puede dividir la afectivosexual, que no tienen por qué estar alineadas. De esta manera, tendremos una tarjeta para marcar nuestra posición (o recorrido fluido en su caso) en la componente estrictamente sexual, otra para el enamoramiento, otra para la amistad íntima, otra para los mimos, etc.
La asexualidad y su espectro
La asexualidad es una orientación sexual caracterizada por una nula o insignificante atracción sexual por otras personas. En el modelo cuadrado antes expuesto estaría en la esquina marcada con la A. Sin embargo, se agrupa con la asexualidad el entorno de dicha esquina, donde la atracción sexual puede considerarse insignificante y en el espectro de la misma el campo que se aleja del espectro alosexual que va desde la heterosexualidad (H) hasta la homosexualidad normativa (LG por Lesbianas y Gays) pasando por la esquina plurisexual (BP por Bi, Pan, etc.) aunque algunas personas plurisexuales se puedan identificar con puntos intermedios de este espectro alosexual.
Del mismo modo se puede definir el arromanticismo y su espectro, la atracción afectiva romántica (con o sin atracción sexual, pero determinada por el enamoramiento normativo) y los análogos para la platónica (independiente de la sexual y de la romántica y que puede llevar a un enamoramiento no normativo con deseo de amistad íntima), etc. Todas ellas implican disidencia de la norma.
Problemas que encontramos la gente asexual
La invisibilización y la patologización son los problemas más graves que encuentra la comunidad asexual y es la raíz de casi todos los demás. Prueba de la invisibilización es que en el artículo que pretendo complementar se ignoró la asexualidad por completo, seguramente por quedar fuera del radar de quien lo escribió. Puede parecer que la invisibilidad resulte de una protección contra la discriminación, pero a quienes nos salimos de la norma se nos discrimina, aunque sea por incluirnos una categoría errónea, además de que hace que no se nos tome en cuenta y que, por tanto, no se ponga remedio a los problemas que nos son específicos, lo que agrava la patologización y sus consecuencias.
La asexualidad ha sido la orientación sexual que más ha tardado en ser retirada del manual de trastornos psiquiátricos DSM. Solo se excluye del diagnóstico del trastorno de deseo sexual hipoactivo y sucesores a las personas asexuales que vayan a consulta con la autoidentificación previa como asexual, algo bastante difícil de encontrar dada la invisibilización que sufrimos.
Esto lleva a que las personas asexuales sean, con diferencia, la orientación que más ofertas recibimos de pseudoterapias de conversión, tal y como se refleja en los pocos estudios que incluyen la asexualidad. Estas pseudoterapias se basan en una normalización forzada y son dañinas para la salud mental, como sus precedentes para la homosexualidad o sus parientes para el autismo.
Resulta urgente que la asexualidad sea reconocida legalmente como una orientación sexual y que se proteja frente a estas pseudoterapias y demás discriminaciones compartidas con las orientaciones no normativas, pero curiosamente la última ley estatal la excluyó deliberadamente, votando los dos grandes partidos “de izquierdas” en contra de las enmiendas propuestas para incluirla. Hay pues intereses ocultos en que la asexualidad no sea reconocida.
Asexuales ante profesionales de la salud
Aun si une misme ha hecho el trabajo de conocer la asexualidad y reconocerse en ella no es de extrañar que muches asexuales que acudan a los profesionales de la salud mental por causas ajenas a su orientación o por causas derivadas de tratamiento social de esta, permanezcan en el armario por el miedo fundado a ser patologizades y que se intente atacar su orientación en lugar de los problemas verdaderos.
Cuando sales del armario en consulta, te arriesgas a la violencia médica antes descrita. Por eso hay gente que evita las consultas que podrían serle de ayuda o que descarte a profesionales por su actitud poco inclusiva. Porque incluso diciendo de entrada “soy asexual y si no lo aceptas me busco otro profesional” se puede caer en la trampa de una falsa aceptación del caso y en el engaño por no perder un cliente.
Violencia contra asexuales
Les asexuales, ya visibles o invisibilizades, sufrimos desproporcionadamente diversas formas de violencia, como abusos, acoso o incluso violencia sexual que se atreven a llamar “correctiva”. Las agresiones pueden ser físicas o verbales unidas a la discriminación de diversos tipos.
La forma del abuso o acoso puede ser doméstico, institucional, familiar, escolar, profesional, laboral, académico, emocional, espiritual, intelectual, mental, financiero, físico, verbal, infantil, juvenil, racial, religioso, sanitario, sexual, social, tecnológico, etc., atendiendo a las diversas intersecciones de la asexualidad.
De todas estas violencias nos deja en desamparo la última ley LGTBI estatal, al negar nuestra existencia.
Borrado y exclusión de la asexualidad
Nunca está de más recordar que la asexualidad es una orientación y no una opción política ni religiosa a pesar de que un discurso deformado y manipulado es muy proclive a ser apropiado por distintos intereses desde políticos a religiosos. Incluso en un nivel más microscópico de la sociedad, puede hacerse en contextos familiares y socioculturales propicios.
También ocurre que somos excluidos de algunos espacios queer porque les responsables de los mismos niegan la asexualidad como una orientación porque les rompe sus esquemas y prefieren la negación. Y, como luego son estas instituciones las que negocian las leyes, nos excluyen deliberadamente de la protección legal, aparte de invalidar nuestra orientación.
Un desafío frontal a la norma
La asexualidad es invisibilizada porque resulta un desafío frontal a normas sociales tomadas como verdades que, incluso a la gente deconstruida en otros aspectos, le resulta difíciles de asumir y más fácil de barrer bajo la alfombra. Ni que decir tiene que las TERF (las autodenominadas “feministas radicales” que resultan tránsfobas) también pretenden invisibilizar la asexualidad.
Se toma como verdad que la atracción sexual es universal y aunque pueda venir desligada de la afectiva, la afectiva no puede venir sin la sexual. Muchos prejuicios están basados en esta falsa asunción de que algún tipo de gente te tiene que poner cachonde y, si no lo encuentran, se lo inventan.
Conclusión
Por todo lo expuesto, no se puede mirar para otro lado y se debe asumir con todas sus consecuencias que la asexualidad existe como una orientación más.
Une militante de Burgos
Fuente: Rojo y Negro