La transparencia democrática es la principal característica del proceso de diálogo para la paz en Euskadi abierto por iniciativa del Gobierno. Nunca hasta la fecha, ni durante el franquismo, ni con el felipismo, ni en el aznarismo, se había intentado un adiós a las armas con luz y taquígrafos. La dictadura utilizó al espionaje militar para sus contactos inconfesables con ETA. Felipe González montó la mesa de Argel como un rodillo exterminador que justificara la posterior irrupción del terrorismo de Estado vía GAL. Aznar habló atolondradamente del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) y autorizó sendas mesas político-militares en Burgos y Suiza, al mismo tiempo que su ministro del Interior Jaime Mayor Oreja le boicoteaba calificándolas de tregua-trampa. Solamente ahora, sin treguas previas ni trampas, el Parlamento español ha tomado el camino de la negociación, desechando los acostumbrados atajos dictados desde la sombra por los poderes fácticos.
Aunque la inmensa mayoría de los medios de comunicación, convertidos en auténticos mensajeros del miedo y amanuenses de la reacción, no quieran, la paz hoy está más cerca que nunca en el País Vasco porque ha prevalecido el principio democrático. Todos los grupos parlamentarios, excepto el Partido Popular, han suscrito un acuerdo para explorar una solución al conflicto vasco. Sólo el PP, secundado por la caverna mediática que representa los intereses de cuantos en el complejo militar, de seguridad y policial han hecho del antiterrorismo un próspero negocio ; la Iglesia nostálgica de la Cruzada : los inquisitoriales y fundamentalistas grupos “de entrada, no”, afines al bloque de ciertas asociaciones de victimas y colectivos franquiciados como ¡Basta ya !, apoyan la belicosa intransigencia de los conservadores.
O sea, que sólo el PP, como una piña, frente a todos los demás partidos del arco parlamentario, se niega a impulsar la paz y quiere prolongar la violencia de Estado hasta sus últimas consecuencias. Lo mismo que en el caso de Irak, donde también el PP en solitario, contra todos los demás partidos, nos metió en una guerra ilegal y preventiva, perpetrada con la ayuda de un formidable aparato mediático de manipulación masiva. ¿Se considerará el Partido Popular y sus brunetes mediáticas instituciones por encima del bien y del mal, con licencia para machacar, o se trata únicamente de simples epígonos franquistas-leninistas partidarios del cuanto peor mejor ?
Si no fuera porque el primer partido de la oposición sacó unos diez millones de votos en las últimas elecciones y ningún nuevo escrutinio lo desmiente, podríamos decir que asistimos al suicidio político de la derecha española. Porque eso que se llamó centrismo, y que aupó al poder al PP gracias a los abusos del felipismo convenientemente voceados por los mass-media, se está disolviendo como la magdalena de Marcel Proust en la taza de café. Y, por si quedarse colgados de la brocha no bastara, la alternativa a éste cerrilismo conservador consiste en convertirse en movimiento nacional con Esperanza Aguirre de Monja Alférez, y la Faes, el peluquero de Aznar y el obispo de Mondoñedo como su estado mayor.
Porque la moción del Congreso instando a una salida pacífica del laberinto vasco deja a la derecha sin sus tradicionales referentes revanchistas de palo y tente tieso y, de paso, convierte en papel mojado el Pacto Antiterrorista y la nueva Ley de Partidos en sus perfiles más venales. Claro, que antes ha habido una fina cocina política consistente en despejar posibles obstáculos. Mojones importantes de esta discreta operación de Estado fueron la patada hacia arriba del socialista Javier Rojo hasta la presidencia del Senado y las vacaciones pagadas a Baltasar Garzón para hacer las Américas, ya que posiblemente el justiciero superjuez no habría soportado dejar que la realidad le hubiera estropeado un titular a costa del proceso de paz.
La suerte está echada. Y esta vez con el valor añadido de ser un grupo de mujeres en una y otra orilla del conflicto vasco (los socialistas Teresa Fernández de la Vega y Margarita Robles ; la nacionalista Begoña Errazti ; y Nekane Erauskin, portavoz del Partido Comunista de las Tierras Vascas) quienes, como Lisystrata, parecen decididas a sembrar la paz allí donde la torpeza masculina sólo ha sabido emplear la lógica de la guerra. Queda por saber si el oscuro bunker, tutelador del “atado y bien atado”, y la caverna tolerarán perder las riendas de la guerra del norte que durante años les ha servido para justificar su mentalidad gerracivilista, con lo que significa de alteración de la relación de fuerzas en que se basó la para ellos rentable transición.