Artículo publicado en Rojo y Negro nº 390 junio.

¿Acaso se pide a las mujeres que caigan bien al sistema para conseguir unas migajas de lo que por derecho les corresponde? ¡No, por Zeus, hace tiempo que no! (aunque sigan las TERF). ¿Acaso se espera que la negociación laboral sea un lamido de botas y que nos abstengamos de la huelga para conseguir una parte irrenunciable de nuestras condiciones laborales mientras no sea abolido el trabajo? ¡De ningún modo! Esto sería lo opuesto al fundamento de un sindicato (salvo si es amarillo).

¿Se espera, entonces, que las disidencias afectivas, sexuales y de género tengan que presentarse amablemente para caer bien, no solo ante quienes detentan el poder sino incluso ante quienes llevan los movimientos sociales anarcofeministas o anarcosindicalistas? ¡Ah, espera, que aquí sí! Y no es una impresión, me lo han espetado en la cara repetidas veces desde estos movimientos y dentro de la CGT a diferentes niveles de su organización.
O sea, ¿que somos anarcofeministas a tope, como debe ser, y anarcosindicalistas hasta la médula, como está en el ADN de nuestros sindicatos, pero a la hora de la lucha anarcoqueer nos ponemos de espaldas y exigimos lo que consideramos inadmisible para otras luchas igual de relevantes para nuestra organización? ¿O es que, en el fondo, la lucha contra el patriarcado se queda coja, centrada exclusivamente en el feminismo, y nos tenemos que conformar con que el feminismo de la CGT no se alinee con la abyección TERF? Pues mucho me temo que lo que prevalece de facto es esto y ni siquiera siempre se mantiene a raya la deriva TERF llegando a apoyar textos más propios de un autobús naranja pagado por la derecha que de una organización anarquista.
Aunque siempre me sorprenda la perfidia de quienes no quieren admitir que al colectivo queer nos corresponden los mismos derechos que a otros marginalizados —como las mujeres o les migrantes— sin tener que mendigarlos ante les nueves señorites que deshonran la bandera rojinegra que portan, puedo anticipar dos réplicas que seguramente saldrán a relucir.
Cuando acuso a la CGT de no llevar la iniciativa en temas queer desde que era CNT-Renovada es porque no cuenta el solo sumarse una vez al año a la marcha del 28J organizada por otres. ¿Acaso no vino también al Orgullo de Burgos 2023 la alcaldesa del PP investida por Vox? El compromiso con las causas queer, así como con el feminismo y todo el antipatriarcado en general, se demuestra todo el año integrándolo en toda acción. De qué nos vale que se nombre, que se nombren, los géneros no binarios en el preámbulo de un protocolo preceptivo LGTBI (que con ese recorte de letras se llama oficialmente) si después se firman medidas absolutamente binaristas como permitir ropa segregada por género y dar a las personas trans, como concesión, la opción de elegir entre Málaga y Malagón.
También me responderá específicamente la CGT que no son como otras ramas del anarcosindicalismo de este país desde su relegalización —con un historial de que “mejor que haya un sindicato de maricones que maricones en el sindicato” (cfr. “Invertides y Rompepatrias”)— y avanzando siempre a pasos agigantados contra los derechos sociales… desde aquellos polvos hasta los lodos actuales de organizar actividades execrablemente tránsfobas en sus sindicatos tales como llamar la policía nacional para deshacerse de les legítimes manifestantes y, a pesar del incumplimiento grave de los acuerdos de su propio congreso, decidir vergonzosamente mirar para otro lado para no tener que desfederar a un sindicato tránsfobo.
Que un sindicato hermano sea mucho peor, no exculpa a la CGT de su pasividad en temas de acción social queer. Llevamos cuatro décadas de estancamiento en temas queer, cuando no de palos en la rueda para mantener el statu quo. “Calladites estáis mejor” vienen a decirnos sin ningún pudor desde dentro de la CGT, sin importarles que eso sea exactamente lo mismo que se les decía a las mujeres no hace tanto.
¿Por qué no tiene la CGT secretarías específicas de Acción Anarcoqueer como sí las hay de Mujer (a mi juicio, nunca deberían tutelar estas últimas la autonomía de las primeras)? ¿Por qué no hay grupos de trabajo anarcoqueer dentro de cada sindicato que respeten la decisión de mostrarse o mantenerse en el armario de cada afiliade para participar? ¿Por qué en cuatro décadas no se ha puesto en marcha ninguna iniciativa activa en esa línea? Ante las palabras que he recibido dentro de CGT, mi diagnóstico es claro: porque no les da la gana reconocernos como sujetos de derechos inherentes y porque no interesa que nos juntemos y empecemos a movernos. Ojalá esté equivocade, pero veo un doble rasero tan grande que convierte nuestra acción social en una hipocresía mientras no incluya de verdad lo queer.

Une militante de Burgos


Fuente: Rojo y Negro