HAY EN LAS GALERIAS dibujos de orines y óxidos, los pasillos de tránsito muestran garabatos angustiosos, palabras como aullidos y en las celdas las pesadillas anónimas se esconden agazapadas. Hay manchas en las paredes como mapas inciertos : ¿sangre, semen, asco, arañazos, rabia ? La cárcel de Ranilla es como un imposible cuaderno de galeras donde habitó el hampa y la memoria acribillada. Ahora parece un monumento de otro tiempo, recorrido por un aire embrujado y sórdido. Quizás debería seguir en pie y plantearse como un centro de reflexión sobre la libertad y recordar los años oscuros. Sin embargo, el Ayuntamiento de Sevilla planea demolerlo y convertirlo en espacio público. Sólo quedará en pié la puerta por la que algunos entraron y no volvieron a salir. Pero ¿pueden ser inocentes los lugares ?

HAY EN LAS GALERIAS dibujos de orines y óxidos, los pasillos de tránsito muestran garabatos angustiosos, palabras como aullidos y en las celdas las pesadillas anónimas se esconden agazapadas. Hay manchas en las paredes como mapas inciertos : ¿sangre, semen, asco, arañazos, rabia ? La cárcel de Ranilla es como un imposible cuaderno de galeras donde habitó el hampa y la memoria acribillada. Ahora parece un monumento de otro tiempo, recorrido por un aire embrujado y sórdido. Quizás debería seguir en pie y plantearse como un centro de reflexión sobre la libertad y recordar los años oscuros. Sin embargo, el Ayuntamiento de Sevilla planea demolerlo y convertirlo en espacio público. Sólo quedará en pié la puerta por la que algunos entraron y no volvieron a salir. Pero ¿pueden ser inocentes los lugares ?

En la cárcel de Ranilla -la prisión Sevilla 1- pasaron demasiadas cosas. Allí estuvo, por ejemplo, el escritor húngaro Arthur Koestker, que en aquellas soledades escribió Un testamento español. Esperaba la muerte tras su apresamiento por las tropas franquistas en la Sevilla de Queipo de Llano. En esta Ranilla llena de mil historias esperó a la Desnarigada mientras compartía celda con el concejal republicano Angel Casal, el rey de los bolsos. Koestker -que al final salvó la vida- escribía su cuaderno de galeras dejándose el alma en aquellas meditaciones y quizás coincidir con el temido Agapito García Atadell aquel tipógrafo socialista que creó el terror en más de una checa del Madrid sitiado. Su aparición en Sevilla parece el argumento de una novela. Atadell huyó de Madrid con un botín fruto de sus intrigas, ya que a cambio de dinero ayudaba a salvar la vida de determinados personajes, como en Sevilla hacía Manuel Díaz Criado, otro monstruo del otro bando.

García Atadell escapó de España tomando un barco en Marsella sin contar con que incluía una escala en Canarias, que estaba en la zona nacional. Allí lo apresaron y lo trasladaron a la prisión de Ranilla, donde se levantó el patíbulo una mañana fría y blanca en la que quizás se oyera el desgarro de la voz quebrada de otro personaje que habitó en aquellos muros, el Bizco de Amate.
No ha de pasar mucho tiempo para que en el cuaderno de galeras se escriban más páginas trágicas. Es pavoroso el expediente de ajusticiados. Por ejemplo, los de José Mallo Fernández, Luis Campos Osaba y Manuel López Castro, miembros del Partido Comunista en la clandestinidad, que fueron ejecutados a las siete de la mañana del 12 de marzo de 1949.

Pero salgamos de ranillas y fantasmas y paseemos por la Sevilla de las galeras. ¿Dónde estuvieron que no queda huellas de ellas ? En la calle Sierpes se encontraba el edificio negro e imponente de la Cárcel Real. En este lugar estuvo Cervantes y, al parecer, aquí engendró El Quijote. También privado de libertad anduvo Mateo Alemán que, en su Guzmán de Alfarache, dice de este antro que era “infierno breve, muerte larga, puerto de suspiros, valle de lágrimas, casa de locos donde cada uno grita y trata de sola su locura”. Siguiendo pistas literarias aparece esta cárcel en el Viaje entretenido, de Agustín de Rojas, y Lope de Vega situó aquí una parte de El amigo hasta la muerte.

Del hampa que aquí habitaba habla con detalle Cristóbal de Chaves en su Relación de la Cárcel de Sevilla, así como el padre Pedro de León en su célebre compendio para relatar dónde estaban las famosas tres puertas -la del Oro, de la Plata y la del Hierro-, así como los ranchos y aposentos.

De la Cárcel Real pasaron los jácaros a la Cárcel del Pópulo, que duró desde 1835 a 1933. En ese Arenal de mancebías, truhanes y olor a toro también se suceden extrañas historias. En sus celdas habitaron los hijos de Sevilla la Roja, como el médico anarquista Pedro Vallina o el dibujante libertario Helios Gómez, que organizó más de un motín con huida de presos. Pedro G. Romero ha contado en su libro Los comienzos del espectáculo en Sevilla como el artista dibujó una acuarela que en realidad era un plano de la prisión, según los detalles aportados por los presos que sacaban en los cestos de comida.

Sevilla toda podría ser una cárcel. Lo fue en un tiempo, cuando la Guerra Civil los lugares más alegres se convirtieron en celdas infames : como el cine de verano del Duque, el cine Jáuregui, el cabaret Variedades o los sótanos de la Plaza de España.


Por : Cecilio Gordillo



Fuente: Cuadernos de Galeras. Eva Díaz Pérez. El Mundo Sevilla. Sábado 1 de Octubre 2005-10-21