(APe).- El primero de marzo se cumplieron dos meses del llamado triple crimen de Rosario, producido en la Villa Moreno. No hay avances sustanciales sobre las tramas profundas que empujan a la muerte a decenas de pibas y pibes en estos atribulados arrabales del mundo. Sin embargo hay una clave para entender el presente en los barrios rosarinos: la edad de los pibes exiliados antes de tiempo y de los que son socios de otros poderes que se consumen la sangre nueva, como diría León Gieco.
Jeremías “Jere” Jonatahn Trasante, tenía 17 años; Claudio “Mono” Damián Suárez, 19 años; y Adrián “Patón” Leonel Rodríguez, 21 años; fueron “masacrados a balazos” en la canchita del Deportivo Moreno, el primero de enero de 2012. El triple crimen de Villa Moreno, en el sudoeste rosarino.
Jeremías “Jere” Jonatahn Trasante, tenía 17 años; Claudio “Mono” Damián Suárez, 19 años; y Adrián “Patón” Leonel Rodríguez, 21 años; fueron “masacrados a balazos” en la canchita del Deportivo Moreno, el primero de enero de 2012. El triple crimen de Villa Moreno, en el sudoeste rosarino.
“Tenían familiares, amigos, sueños, entusiasmo, proyectos. Militaban en el Frente Popular Darío Santillán. Querían cambiar un mundo que, todos los días, les cierra la puerta a tantos jóvenes como ellos. Le habían ganado una partida al abandono cuando limpiaron el basural y recuperaron la canchita del barrio…todas las semanas mueren pibes en los barrios asesinados por bandas delictivas en acuerdo con fuerzas policiales mientras el poder político mira para otro lado”, dice un excelente volante distribuido por los militantes del Frente que tenía como título una necesidad existencial: “Basta de matar pibes en los barrios”.
A dos meses de la masacre, el principal imputado, Sergio “El Quemado” Rodríguez, es el único que supera los 25 años. Los otros involucrados, Brian “Pescadito” Sprio, 23 años; Daniel Alejandro “Teletubi” Delgado, 21 años y Brian Damián “Damiancito” Romero, 20 años. La edad de los tres chicos asesinados y de los tres imputados grita varias referencias: menores de veinticinco años, ninguno de ellos había completado la escuela secundaria y la mayoría se ganaba la vida empatándole al fin de mes haciendo changas.
Las formas de matar son consecuencias de las formas de vivir. De las condiciones materiales y culturales en las que se desarrolla la existencia en determinados lugares.
Las cifras oficiales dicen que en el aglomerado del Gran Rosario, el 40 por ciento de la pebetada está en esta situación de vulnerabilidad, es decir 56 mil nenas o nenes menores de diez años. El mismo informe termina diciendo que “si se contrasta el 20 por ciento de los hogares con menos y con más ingresos se observa una gran diferencia, donde en el primer caso en promedio ocho de cada diez persona no tienen secundario completo mientras que en el segundo caso solo dos de cada de diez”.
Estas cifras, sin embargo, no son hijas del presente. Son números que denuncian una histórica deformación de la geografía existencial en los barrios rosarinos.
Porque las denominadas “bandas armadas” nacieron, crecieron y se ampliaron al mismo tiempo que nadie se preocupaba por los otros saqueos que sufrían las chicas y los chicos: la ausencia de cumpleaños, de relatos infantiles, la desarticulación de la escuela secundaria, la escasez de fuentes laborales y la inexistencia de lugares para la práctica del deporte y otras actividades.
Ese desarrollo histórico de las “bandas” contó con el auspicio de varios nichos corruptos de la policía provincial, federal, abogados, contadores y grandes empresarios de guante blanco que financiaron los primeros momentos del boom de la democratización del narcotráfico en estos arrabales del mundo. El capitalismo condena a las pibas y los pibes porque no quiere que se vuelva a producir una generación revolucionaria como en los años sesenta y setenta. Por eso los droga, los convierte en socios de manos sucias de los delincuentes de guante blanco, los desocupa, los deja sin palabras, los expulsa de las escuelas y, por si acaso, los mata.
Pero el protagonismo popular vence cualquier mandato de resignación.
Acompañar a nuestros pibes, convocarlos, escucharlos, hacer política desde el afecto y lo cercano es una buena manera de comenzar otro camino.
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=6852:a-dos-meses-del-triple-crimen-de-rosario&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
Fuente: Carlos del Frade