Tras el pucherazo electoral del mes de mayo, y las recientes revueltas sociales aplastadas por el ejército y la policía -con más de 80 fallecidos entre junio y la semana pasada-, la minoritaria etnia tigriña intenta perpetuarse a toda costa una vez más.
De nada han servido, hasta ahora, las protestas estudiantiles, con la universidad pisoteada por las fuerzas policiales, ni la insurrección popular, sofocada por los fusiles del ejército. Miles de personas están siendo detenidas, periodistas, profesores, el mismo director de Action Aid. La oposición se niega a ocupar sus escaños acusando de fraude electoral al gobierno. La calle se llena de rumores sobre torturas, y muchos ciudadanos han sido violentamente secuestrados por las fuerzas de “seguridad” para obligarlos a empuñar un fusil en algún punto lejano a su hogar.
Los que se niegan son vapuleados y detenidos. Un marcial toque de queda impide salir ni a por pan.
Me acaban de comunicar desde Addis-Abeba que la población ha decidido no acudir a trabajar hasta que se resuelva toda esta situación. Es una huelga general soterrada, que la radio estatal trata de dinamitar amenazando con nuevas represalias.
Pero el pueblo etíope ya ha decidido. Y espera que, por una vez, y aunque no sea Navidad, la comunidad internacional reaccione.
La O.N.U. debe intervenir ya en Etiopía. ¿O es una utopía ?
Fdo. : Julio Tapia Yagües.
Pte. “Ayuda Directa a Etiopía”.
Par : rr.ii.
Fuente: CGT Internacional