Artículo de opinión de Federico Solano, afiliado Sindicato Metal. Federación Local de CGT Viladecans

9N: ¿El humo de la victoria?

Con ésta jornada de convocatoria electoral informal, se consumó una etapa importante en la trayectoria que se han fijado los grupos de presión económicos y políticos del llamado proceso soberanista catalán. Un capítulo más de la “desobediencia al Estado español”, que trata de consolidar un movimiento popular con base independentista y que tiene como objetivo aparente la creación de un nuevo Estado.

9N: ¿El humo de la victoria?

Con ésta jornada de convocatoria electoral informal, se consumó una etapa importante en la trayectoria que se han fijado los grupos de presión económicos y políticos del llamado proceso soberanista catalán. Un capítulo más de la “desobediencia al Estado español”, que trata de consolidar un movimiento popular con base independentista y que tiene como objetivo aparente la creación de un nuevo Estado.

Es evidente que la situación actual del sistema partitocrático, que sustenta las instituciones y su marco de relaciones sociales y económicas, está en unos niveles de descrédito y de repudio popular incontestable.

Se les hace más difícil justificar el que por un lado, se haga recaer todo el peso de su crisis en la mayoría social, mientras que por el otro, se fortalecen los beneficios y el enriquecimiento de las clases altas y sus afines.

Ante los ojos de la opinión pública la mercancía política no tiene comprador, por ello se les hace imprescindible el introducir nuevas variables que estimulen al ciudadano en proyectos que les entretengan y distraigan de las demandas fundamentales.

Si bien el derecho a la cultura, la lengua, las identidades, … el seny catalán, como el de otros territorios, se deben reivindicar, defender y ensalzar, lo que no es admisible es que se pretenda mercadear con los sentimientos y las ansias de libertad y democracia, para convertirlos en palanca y provecho de una clase política y económica corrupta, cuyo objetivo es que desea gobernar y manejar, con un mayor control y exclusividad, las instituciones de gobierno y de poder en Catalunya, en beneficio propio.

Si este proceso se fuera a traducir en la resolución de los problemas que aquejan a una mayoría ciudadana de Catalunya, o como mínimo la clase política catalana hubiera adquirido el compromiso de intentar darle una respuesta, nadie, ni dentro, ni fuera de Catalunya, se debería extrañar de la connivencia del pueblo con la propuesta.

La movilización impulsada por todas las entidades y partidos comprometidos con el proceso no hacen más que resaltar la incomprensión del gobierno central hacia las aspiraciones de libertad del pueblo catalán. Hasta aquí la lógica nacionalista, alimentada por la incompetencia y el absolutismo que se practica desde el poder del Estado central.

Nos debemos preguntar que si para resolver nuestros problemas como ciudadanos y clase trabajadora, basta con ampliar las competencias bajo la fórmula del autogobierno, a las élites de Catalunya. ¿Alguien en su fuero interno, se cree, a estas alturas, que aquellos que ya han gobernado Catalunya, CiU o el tripartito (PSC-ERC-ICV), contribuyeron al bienestar general o más bien han seguido fortaleciendo las políticas neoliberales y las prácticas de corrupción, que nos han conducido al empeoramiento de nuestro nivel de vida actual?

Me resisto a creer que nos dejamos engañar por la manipulación y encuentro la respuesta en que desde sus medios de comunicación, han sabido diseñar un enemigo que, hábilmente se presenta como el culpable de todos nuestros males.

Resulta curioso que la clase política que nos gobierna hoy en Catalunya (CiU+ERC) y la que está instalada en el gobierno central (PP), si en el capítulo nacionalista difieren, ya que representan bandos enfrentados, uno independentista y el otro españolista, siguen con un denominador común: la defensa de los intereses de clase y el desarrollo de las políticas neoliberales.

Es aquí donde, como clase trabajadora debemos hacer un alto y cuestionarnos: ¿Qué nos importa cambiar de patrón si la explotación será la misma?

A la patronal, tanto Foment del Treball, como la CEOE, no la hemos visto cargar contra el proceso soberanista, como una amenaza a sus intereses, todo lo contrario, destacados representantes del poder económico catalán han apoyado con entusiasmo los planteamientos independentistas.

Por encima del soberanismo político, la unidad de mercado está asegurada, y más la tendrán con la aplicación del tratado TTIP, por el que los Estados y gobiernos quedarán para mantener un rol pseudodemocrático que de legitimidad a la nuevas imposiciones.

El fomento del independentismo, al amparo de su justificación de carácter nacionalista, pretende integrar definitivamente a Catalunya en el seno de la Europa de las Regiones ricas, desentendiéndose del lastre que supone su vinculación con las menos favorecidas, en aras del desarrollo del capitalismo neoliberal, ya libre de contribuciones y con la gestión autónoma de sus recursos.

Ninguna de las formaciones que lideran el proceso, a excepción de la CUP, cuestionan frontalmente el desarrollo del marco reaccionario de las relaciones laborales y unas medidas sociales cada día más regresivas que tanto impacto están causando en la ciudadanía, con la precarización y la exclusión social.

Cuando llegamos en Catalunya a una situación insoportable de explotación laboral, destrucción de los derechos fundamentales, reducción escandalosa de la protección pública de los más necesitados, el desarrollo escandaloso de la pobreza, … es de una demagogia intolerable fomentar ilusiones que no estén complementadas, como mínimo, con la recuperación de nuestros derechos fundamentales.

Por el contrario, sí que se mantiene el denominador común de la aplicación de las medidas regresivas a la población, en la que ambos nacionalismos destacan por su fidelidad a los dictados de la troika.

La situación está cada vez para menos bromas. Las manipulaciones y el mercadeo político empiezan a tener fecha de caducidad y la han puesto ellos. A la clase trabajadora sólo le queda defenderse y construir alternativas. Organizarnos y luchar por la justicia social, por el derecho a una vida digna y un futuro con ilusión.

Luego se quejarán de las revueltas sociales, de la protesta y de la desafección hacia los partidos políticos, sindicatos e instituciones que les sirven. Es lo mínimo que se merecen, que de una vez “dinamitemos” su sistema partitocrático injusto y corrupto. Que les demos la espalda y se queden sin el apoyo social que pretenden mantener.

Es una obligación de todo bien nacido luchar contra éste sistema de injusticia y explotación, por mucho que lo adornen de democracia, porque de que nos sirve votar cada 4 años, a una opción u otra, si luego nos niegan los recursos necesarios para tener una vida digna, siendo aquellos que se les llena la boca hablando del Estado de derecho, los primeros que actúan en la dirección contraria.

La Constitución, las leyes y las intenciones políticas no sirven para nada, si un pretendido sistema democrático es incapaz de asegurar los derechos fundamentales de la ciudadanía. Cada día que pasa, somos más los que estamos de acuerdo que el sistema democrático constitucional del 78 y la clase política que se instaló a su amparo han caducado. No han estado a la altura de las aspiraciones del pueblo y encima han defraudado con su reino de corrupción.

El pueblo tiene que estar por otra causa: construir su futuro, pero con propuestas superadoras de una democracia partitocrática neoliberal que no nos sirve. No podemos confiar en unas instituciones parlamentarias que no han estado a la altura y han sido la fábrica de la manipulación y la corrupción, consolidando una clase política que está al servicio, y con cláusula de exclusividad, de las élites económicas.

La idea de compromiso en superar el sistema vigente se hace imprescindible, siendo las organizaciones que luchan en favor de la mayoría social y de la clase trabajadora, las que sin la tutoría de políticos profesionales, definan su línea de actuación y sus objetivos.

Se hace necesario plantar cara a un sistema capitalista neoliberal, que ha destruido el Estado del bienestar que él mismo creó, pero que para nada le interesa hoy mantener, sin importarle el impacto que supone sobre la población.»

Federico Solano

 

 

 


Fuente: Federico Solano