Artículo de opinión de Puri Eisman, Secretaria de Comunicación de CGT-PV, publicado en el diario Información
Hace un par de semanas, con motivo del Día Europeo por la Igualdad Salarial, salió a la luz una serie de datos facilitados por el INE, donde ponía de manifiesto que las mujeres cobran un salario medio de un 24% menos que los hombres; que trabajan de forma gratuita para beneficio del empresario unos dos meses al año; y que cerca del 70% de los casi dos millones de personas que perciben el salario mínimo, son mujeres.
Hace un par de semanas, con motivo del Día Europeo por la Igualdad Salarial, salió a la luz una serie de datos facilitados por el INE, donde ponía de manifiesto que las mujeres cobran un salario medio de un 24% menos que los hombres; que trabajan de forma gratuita para beneficio del empresario unos dos meses al año; y que cerca del 70% de los casi dos millones de personas que perciben el salario mínimo, son mujeres.
Con estos datos, resulta cuanto menos curioso, o tal vez alarmante, que tras una reciente campaña electoral (considerando que es el momento estrella de cualquier partido político) nadie prestara atención a esta grave discriminación referida a la mujer. Cabría preguntarse por qué siendo ilegal la desigualdad laboral que se produce en el mercado de trabajo, no se toman las medidas necesarias para evitar este incomprensible y medieval abuso. Porque solo bastaría la voluntad de los gobiernos de poner en marcha un control, que contemplara medidas económicas sancionadoras al empresariado que practicara tal discriminación, para que se acabaran todas las tonterías de golpe. Tan sencillo como tocar donde más les duele: el dinero, sería suficiente para erradicar tal despropósito. Así de fácil.
Pero no, no es tan fácil porque la igualdad conllevaría un ejercicio de derechos y libertades, y la sociedad patriarcal y los gobiernos hipócritas no están por la labor, por mucha ley europea que se ponga por delante. Porque, no nos engañemos, no estamos hablando simplemente de un salario precario, hablamos de la dependencia y sumisión que le crea a la mujer, generada como consecuencia directa de esta discriminación. Lo contrario, que sería la equiparación salarial, haría insostenible el patriarcado y eso parece que no interesa.
Por otro lado, esta brecha salarial es clave, porque la mujer es utilizada para permitir el mantenimiento del sistema económico capitalista, porque la discriminación supone un beneficio mayor al empresario a cambio de un menor coste (disponiendo de mano de obra barata, horas de trabajo no remuneradas, condiciones laborales paupérrimas, contratos temporales?) es todo un entramado de precariedad laboral que beneficia al capital y tiene nombre de mujer.
La llamada crisis, que podríamos llamarla perfectamente estafa, también tiene nombre femenino, porque el paro se ha cebado de forma mayoritaria con la mujer y con las más jóvenes en particular. Ha sido la gran perjudicada en el desmantelamiento de los servicios públicos, que con motivo de los recortes que se han ido aplicando en diferentes sectores sociales (dependencia, violencia machista, etcétera, servicios imprescindibles por principios de justicia y dignidad), ha producido un serio retroceso. La prueba la podemos encontrar en el aumento progresivo de asesinatos a mujeres en los últimos años y en el deterioro de la calidad de vida de personas dependientes, cuya atención recae mayoritariamente en la mujer, de las cuales, algunas de estas personas dependientes, lamentablemente ya no están para explicarlo.
Con nombre de mujer también tenemos la función social que cumple en el seno familiar. Nunca se ha contabilizado su producción que de forma gratuita viene prestando, por ejemplo, con los diversos trabajos que se realizan en el seno del hogar, sin contrato por medio, ni beneficios sociales. Mujeres que no han dejado de trabajar a lo largo de toda su vida y, sin embargo, nunca tendrán derecho a una jubilación digna al final de su vida.
Vemos que la precariedad tiene nombre de mujer, por ello tenemos que mencionar de forma muy especial y porque estamos en la obligación sindical de hacerlo, a todas aquellas empleadas del hogar, las grandes olvidadas, las de sin convenio, sin marco jurídico, sin derecho a la prestación por desempleo, sin protección, explotadas, con trabajos a tiempo parcial, tareas laborales adjudicadas en exclusividad a la mujer. Y no, no estamos hablando de otro mundo, seguimos en el mismo.
Durante el periodo de esta gran estafa llamada crisis, el neoliberalismo, como política económica imperante, aprovechando esta coyuntura, se ha empeñado en el objetivo de desregularizar y abaratar el mercado laboral, eliminando así los derechos adquiridos tras años de lucha. Por ello se hace imprescindible más que nunca la organización de toda la clase trabajadora, especial la implicación y presencia de la mujer, fundamental para su visibilidad y emancipación y esperanzadora para toda la sociedad, porque vivir en la igualdad es de justicia y nos hace mejores personas.
Puri Eisman
Secretaria Comunicación CGT-PV
Fuente: Puri Eisman