Artículo de opinión de Rafael Fenoy

No están las personas nacidas en Ucrania para celebraciones reivindicativas este 8 de marzo, día de la mujer trabajadora. Porque la tragedia reparte por igual la macabra dosis de horror. Por tierras ucranianas cabalgan los cuatro jinetes del apocalipsis.  Siempre tuvieron claro que “una vida es una vida” y lo mismo les da que esta sea de una persona anciana, adulta o de un bebé, igual da que da lo mismo el sexo, el género, la raza o la religión. Para morir bien matado no es preciso diferenciarse. Esto lo saben muy bien los ciegos misiles y las sigilosas bombas. Para ellos toda sangre vertida es propicia en los macabros sacrificios a los dioses del horror y la avaricia que en esta ocasión oficia el “gran Putin”. Descendiente directo de la maldad de Ras-putin, ha invocado a los cuatro: La conquista (avaricia), la guerra, el hambre y la muerte, y ahora, desatadas sus furias, se están dando un banquete de sangre y fuego.

Quienes se pronuncian contra el uso de la fuerza para frenar la orgía de destrucción y muerte, que asola Ucrania, deben, hoy 8 de marzo, reflexionar sobre cómo se puede parar la violencia. Tendrán que repensar como afrontar la violencia machista, la violencia sistémica contra las mujeres que permite y perpetúa su situación de dependencia y desigualdad frente a los hombres. La posición contra la guerra en Ucrania insta al uso de vías diplomáticas. ¿Quién se manifestará contrario a su uso?  En la posición contra la violencia machista se insta a la prevención ¿Quién se manifestará contrario a ello? Pero cuando ni la diplomacia, en la guerra, o la prevención en la violencia machista hacen efecto ¿Qué hacer? ¿Se deja que el agresor mate a los agredidos?  ¿Se permite que el violador siga violando? Por ello quienes desde cargos de responsabilidad en el gobierno, en la política, se posicionan sobre la guerra de Ucrania tendrían que hacer un ejercicio de coherencia y cuando “apuestan” por el uso de la Diplomacia, también deben dejar de estar de perfil y dejar claro, cuando esta no es posible, que es lo que hay que hacer. Diplomacia claro está. Toda la que sea posible. La pregunta que toca es: ¿Con Putin?

Apoyar una guerra convencional no es la salida. Enviar armas a Ucrania no parece que sea la solución. Porque igual el causante de esta barbarie nada tiene que temer, se siente impune y por ello no le tiembla el pulso. Igual tiene la seguridad de que otros mandamases mundiales respetaran sus intereses. Ya se sabe que entre las mafias gubernamentales hay “códigos de honor”: Tú me das yo te doy. Lo cierto es que sin Putin este asunto sería diferente. Por ello, ¿tendría sentido aplicar la sentencia: muerto el perro se acabó la rabia? Y si para que el perro muera ¿haría falta alguna “recompensa”? ¿Habrá alguien cercano a Putin que por, ¡digamos! 100 millones de dólares, hiciera el trabajo? ¿Cómo lo verían estos responsables políticos contrarios al envío de armas al pueblo ucraniano?


Fuente: Rafael Fenoy Rico