Artículo de opinión de Laura Vicente
Las mujeres han trabajado siempre; pese a ello se les ha negado históricamente el perfil de trabajadoras. Por una parte las tareas domésticas no se han valorado como trabajo puesto que era el destino natural de la mujer y las tenía que realizar con ternura, abnegación y dedicación a los demás. Todavía hoy se están deconstruyendo los conceptos y modelos de la economía tradicional.
Las mujeres han trabajado siempre; pese a ello se les ha negado históricamente el perfil de trabajadoras. Por una parte las tareas domésticas no se han valorado como trabajo puesto que era el destino natural de la mujer y las tenía que realizar con ternura, abnegación y dedicación a los demás. Todavía hoy se están deconstruyendo los conceptos y modelos de la economía tradicional. La economía feminista apuesta por un cambio radical del análisis económico a partir del cual se integren los diferentes trabajos realizados por hombres y mujeres y, además, se considere como objeto central el bienestar y la sostenibilidad de la vida humana. Hoy se empieza a reconocer el importante papel que jugaba el trabajo de cuidados que era un aspecto central del trabajo doméstico alejado del trabajo asalariado. La producción capitalista sólo podía existir porqué sus necesidades –individuales y sociales, físicas y emocionales- eran cubiertas con el trabajo no retribuido de las mujeres. El trabajo doméstico se entiende hoy como un conjunto de necesidades a satisfacer en lugar de un conjunto de tareas a catalogar.[1]
El mismo discurso que no consideraba los cuidados como trabajo influyó en la consideración negativa del trabajo extradoméstico femenino. Las mujeres realizaban un trabajo remunerado porque no quedaba más remedio y se consideraba como algo temporal, por tanto debían afrontar los trabajos menos cualificados y peor pagados.
Puesto que las mujeres no tenían perfil de trabajadoras, dependían de los hombres, no tenían autonomía personal y su pequeño mundo quedaba reducido al hogar donde reinaba como “ama de casa”, ángel del hogar” o “perfecta casada”[2].
Pese a tantos impedimentos las mujeres se han ido incorporando al trabajo remunerado y han dejado al descubierto la importancia para el capitalismo de su trabajo no remunerado. Sin embargo la mujer es la que sufre las tasas de paro más elevadas, los trabajos precarios e intermitentes. Cobran menos que los hombres y la brecha salarial llega, de media, al 27 %.
Por eso la huelga convocada no es solo laboral y tiene que abarcar otros espacios y trabajos: el de los cuidados, el del consumo, el del estudio y los espacios asociativos. Por eso la huelga es de todas las mujeres, todas pueden encontrar su espacio en esta movilización que es global transfronteriza y transcultural.
Este es un “movimiento internacional diverso que planta cara al orden patriarcal, racista, capitalista y depredador con el medio ambiente, y que propone otras vidas y otro mundo radicalmente distinto. Formamos parte de las luchas contra las violencias machistas, por el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra vida, por la justicia social, la vivienda, la salud, la educación, la soberanía alimentaria, y la laicidad, contra el extractivismo y los tratados de libre comercio, la explotación y muchas otras luchas colectivas. Unidas por otra forma de entender y organizar la vida, la economía y las relaciones. Porque somos antimilitaristas y estamos contra las guerras, y las fronteras, contra los Estados autoritarios y represores que imponen leyes mordaza y criminalizan la protesta y la resistencia feminista. Unidas a las mujeres que defienden los derechos humanos y la tierra, arriesgando sus vidas. Formamos parte de un proceso de transformación radical de la sociedad, de la cultura, de la economía, de las relaciones. Queremos ocupar el espacio público, reapropiarnos de la decisión sobre nuestro cuerpo y nuestra vida, reafirmar la fuerza política de las mujeres, lesbianas y trans y preservar el planeta en el que vivimos”[3].
El 8 de marzo de 2018 no es la meta, es una etapa más en este proceso abierto de movilización del feminismo que es imparable.
[1] Algunas aportaciones importantes respecto al estudio de las necesidades a satisfacer son el enfoque de las capacidades de Amartya Sen y Martha Nussbaum o la idea de las capacidades de Manfred Max-Neef.
[2] Términos decimonónicos que servían para ensalzar su trabajo no remunerado en el hogar.
[3] Fragmento recogido del argumentario de la Comisión de contenidos del 8 de marzo de 2018
http://pensarenelmargen.blogspot.com.es/2018/03/8-de-marzo-de-2018-huelga-feminista.html
Fuente: Laura Vicente