Artículo publicado en RyN nº 379 de junio.
Acompañando a la ARMH y de la Asociación Triángulo Azul, la delegación de CGT/Memoria Libertaria conmemoró en tierras de Austria y Alemania la liberación de los terribles campos de trabajo forzoso y exterminio y el final de la Segunda Guerra Mundial, en mayo de 1945, con la derrota del fascismo y el nazismo. Un recorrido trágico, amargo y que removió nuestras conciencias, para descubrir cómo el ser humano puede llegar a tal grado de depravación y sadismo contra sus hermanas y hermanos, cómo la maldad de un grupo humano puede llegar a límites insospechados, en un momento especifico de la historia, como fue el Tercer Reich, entre 1933 y 1945, a través del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP). Con el asesino Adolf Hitler y sus esbirros al frente, se aplicó el totalitarismo autoritario, el racismo sistemático y la perpetración de la “solución final”, el Holocausto. Durante estos días de conmemoración, se visitaron espacios espantosos, con el inicio en Dachau, el castillo de Hartheim, y los campos de Gusen y Mauthausen, donde coincidimos con todas las delegaciones internacionales, en el aniversario de su liberación.
¡¡¡Doblegar, Dominar, Anular y Exterminar!!!
Todos los campos y centros que visitamos, tienen como denominador común, el desprecio más absoluto a la vida y los derechos de las personas que tuvieron la desgracia de pasar por ellos. Víctimas de todas las nacionalidades y territorios de nuestro planeta pasaron por ellos. La llegada a cualquier campo, conllevaba la pérdida de la condición humana mínima, se pasaba a ser un número, una estadística, un mero objeto de exterminio. Los espacios de recuerdo están recuperados con bastante fidelidad a la época y los hechos, su carácter documental y pedagógico es evidente. Grupos de visitantes permanentes acuden a los campos, desde escolares, juventud, familias de las víctimas, hasta la sociedad alemana que tiene estas visitas como materia educativa obligatoria en su comunidad educativa, para no olvidar ni repetir. Hay que reconocer que cerca de estos espacios de Terror existen pueblos, ciudades, granjas y aldeas. En 1933 y durante todo el conflicto, también existía, por tanto, la población civil que debía conocer o al menos intuir qué pasaba allí, todo aquel trasiego de prisioneras/os y muerte, las chimeneas de los hornos crematorios, las estaciones de tren cargadas de personas en vagones de ganado, que no volvían a ver nunca más. Sin querer culpabilizar a toda la sociedad alemana y austriaca, es evidente que miraron hacia otro lado, que agacharon la cabeza frente al terror nazi, que no se enfrenaron a los hechos delictivos y terribles que allí pasaban, salvo raras excepciones. Hasta su final en 1945, muy pocas voces de la sociedad alemana y austriaca denunciaron internamente una realidad que tenían tan cerca, tan cruel e inhumana, que años después aún se respira en el ambiente de sus pueblos y ciudades, que aquella tragedia impregnó a toda una sociedad y sus efectos perduran, aún hoy en día, en las siguientes generaciones.
Personas españolas represaliadas en los campos
Frente a los miles, millones de personas de todos los países que pasaron y murieron exterminadas o consiguieron sobrevivir a los campos nazis, las españolas, con las actualizaciones de los últimos estudios de investigación, ascienden a 9.328. De ellas, murieron 5.185, sobrevivieron 3.809 y figuran como desaparecidas 334. Mauthausen y los subcampos que dependían de él, recibieron el mayor número de prisioneros españoles, en total fueron encerrados allí 7.532 hombres, mujeres y niños españoles, de los que murieron 4.816: la mayoría perecieron en Gusen, un subcampo situado a 5 kilómetros de Mauthausen al que fueron a parar 5.266 españoles de los que fueron asesinados 3.959. En Dachau terminaron, al menos, 756 españoles de los que murieron 204 y fueron dados por desaparecidas 41. En Buchenwald, 636, 133 muertos, 126 desaparecidos y un evadido. En Ravensbrück, 172 prisioneras (la mayoría mujeres), 14 muertos. También hubo españoles en los campos de Bergen Belsen, Auschwitz, Flossenbürg, Natzweiler, Neuengamme, Sttuthof, Sachsenhausen, Gross-Rosen, Aurigny, Guernesey y Neu Bremm.
En Mauthausen, los españoles recibieron el triángulo azul que les distinguía como apátridas, sobre el triángulo aparecía escrita una «S» que les definía como spanier, Toda una contradicción, solo explicable por el deseo del régimen franquista de no reconocerles como compatriotas. En los libros de registro del campo y en la mente de los SS, esa definición era un poco más amplia: todos los recién llegados eran rotspanier, se trataba de «rojos españoles». Existe una base de datos, del Ministerio de Educación con un buscador en la Amical Mauthausen, en constante actualización. “Los supervivientes hicieron un juramento: vivir para contarlo”. Con constancia, se está recuperando su memoria, para no olvidar y mantener vivo su recuerdo.
El Campo de concentración nazi de Dachau
Se encuentra al sur de Alemania, en Baviera, cerca de Múnich y al lado del pueblo de Dachau, construido en lo que fue una fábrica de pólvora en desuso. Fue el primer campo de exterminio creado por los nazis y sus instalaciones principales fueron terminadas el 21 de marzo de 1933. Abierto inmediatamente, llegaron los primeros presos, entre políticos, sociales y enemigos del nazismo. Fue gestionado por los asesinos de la SA, en principio, y luego por los homicidas de la SS desde 1934. Fue escenario de castigos tremendamente crueles y modelo del sistema de campos ordenado y eficaz. Su director principal, Theodor Eicke, nombrado por el genocida Heinrich Himmler, consideraba a la población del campo como enemigos infrahumanos del Estado, los judíos. Sistematizó los castigos con el objetivo de la aniquilación, tanto física como psicológica. En Dachau se realizaron también cientos de experimentos médicos ilegales e inhumanos hasta su liberación el 29 de abril de 1945.
La mayoría de la población española presa en Dachau, entre 1940 y 1943 eran prisioneros de guerra por la derrota y ocupación de Francia por la Wehrmacht alemana. Exiliados de la guerra civil española y combatientes contra el nazismo, aún seguimos investigando en los archivos del nazismo para acercarnos a conocer cuántos fueron, pues es tarea ardua frente a la gran magnitud de prisioneros que pasaron en sus doce años de tarea represiva. En cuanto a los quinientos españoles, aproximadamente, que fueron deportados en 1944 a Dachau, en su mayoría son de la resistencia y procedentes de cárceles, campos de internamiento y de concentración franceses, trasladados a Dachau y su satélite Allach, para ser usados como trabajadores forzados en la industria armamentística alemana. A la entrada, el lema “Arbeit macht frei”, frase alemana cuya traducción es “el trabajo hace la libertad”, fue emplazado en muchos campos nazis. También en Dachau, esta hipócrita expresión, está escrita en los hierros de la puerta de entrada, símbolo de que solo la muerte llevaría a la liberación a la población reclusa. El resto de elementos de exterminio, cámaras de gas, hornos crematorios, celdas de tortura, vallas electrificadas con alambres de espinos, es común en todos los campos y centros nazis, es un sistema ideado y programado meticulosa y sádicamente, ejecutado con un control diario de rigurosa violencia y que nos hizo sentir una angustia general de dolor, impotencia y solidaridad con los padecimientos extremos vividos por las víctimas, muchas de ellas, dignificadas en el campo, con sus fotos y datos aportados por sus familiares.
El castillo de Hartheim y su programa de exterminio Aktion T4
Este bonito castillo del s. XVII, de estilo renacentista, funcionó a partir de 1898 como un centro para discapacitados, en el municipio de Alkoven, cerca de Linz en Austria. Ocupado por los nazis, establecieron un centro de “eutanasia activa”, en el que se asesinaba a personas enfermas, consideradas por el régimen nazi como “sin valor”. Allí se asesinaron a más de 30.000 personas desde 1940 a 1944, entre ellos a más de 5.000 detenidos de los campos de Mauthausen, Gusen y Dachau, entre enfermas, discapacitadas, no aptas para el trabajo…, con métodos diversos de tortura, experimentos médicos indescriptibles, gas venenoso. Desde 1977 hay un museo, en el centro de eutanasia en el Castillo, con descripción exacta de sus mortíferos métodos, junto a numerosas placas de recuerdo y honor a las víctimas de todos los países, incluidas las españolas. El criminal Albert Widmann, químico de las SS, fue el encargado de idear la forma concreta de aplicar el asesinato de los discapacitados con monóxido de carbono. La vida en Hartheim era corta, un mero trámite para la muerte, posterior incineración y depósito de las cenizas en sus campos anexos. La parte del castillo destinada al exterminio se ha convertido en un centro de interpretación, explicación de los métodos y memorial de las víctimas y allí pudimos comprobar y ver en las salas correspondientes el ritual de la muerte y, una vez más, la angustia vital y el dolor penetró en nosotros, esta experiencia nos afectaba, mas es necesario conocer la verdad, para evitar su repetición.
Campo de concentración de Gusen, túneles, subcampos, crematorio, Memorial
Gusen y todo su entramado, es el conjunto de tres campos de prisioneros de la Alta Austria, cerca de Linz y durante el régimen nazi, se abrieron en 1938/40, Gusen l y en 1944, Gusen ll y lll. Los tres centros de este complejo tenían los mismos responsables SS que a su vez dependían de Mauthausen. Es de resaltar que Gusen y Mauthausen, junto a todas las técnicas de tortura y exterminio, se especializaron muy en concreto en el trabajo forzado, en eliminar con condiciones de vida al límite y trabajos en extremo duros alrededor del tema de la piedra, las canteras y todo lo referente a materiales que el Tercer Reich necesitaba para sus construcciones y material de guerra. Junto a esto, el gaseamiento y los crematorios, incluso en vehículos adaptados para el gasear, nos mostraron que la maldad nazi no tenía límites. De los exiliados españoles llegados a Mauthausen en 1940-1945, dos tercios murieron, casi 5000 de los 7200 españoles. Para cerca del 80 % de esos 5000 españoles que perdieron la vida, Gusen fue el escenario del asesinato. Fue conocido como “el Campo de los Españoles” al que ellos llamaban “el Matadero”, siendo el mayor de Austria. Entre el 5 y el 6 de mayo de 1945 se liberó Gusen y días después Mauthausen. Lo curioso del tema es que Gusen no es Mauthausen. Gusen prácticamente no existe; y lo que queda de él se lo debemos en gran medida a unos cuantos supervivientes italianos, polacos, franceses… y a sus familias, junto a un pequeño grupo de valientes austríacas, lideradas por la maestra jubilada Martha Gammer y presidenta del Comité Memorial de Gusen.
Más de 4.000 españoles asesinados allí, junto a otros miles de otros países (se calcula, a causa de muertes masivas, extravío de archivos y otras causas, la muerte en el complejo Gusen/Mauthausen entre 120.000 y 320.000), hacen que, al llegar a Gusen, y ver bucólicas urbanizaciones austríacas, ver cómo la antigua Jorhaus —la entrada principal de Gusen— es ahora un impresionante chalé unifamiliar con jardín y piscina, el burdel del campo, una casa particular, el molino de piedra situado junto a las canteras de Gusen, el que fuera en su día el más grande de toda Europa, más conocido por los deportados como ‘El Pozo’ porque en su construcción fueron torturados y asesinados cientos de españoles, hoy amenaza ruina, nos hace intuir que aquel doloroso episodio del genocidio nazi, se quiere olvidar, pasar página para que quede borrado de la memoria. Incluso el crematorio, que apenas se sostenía, llega hasta nuestros días porque varios supervivientes italianos compran con dinero de su propio bolsillo la parcela en que se alzaba.
Los Túneles de Gusen (Kellerbau y Bergkristall) construidos con mano de obra esclava judía, soviética y otros países, fueron utilizados para fabricar armamento y ensamblar los fuselajes de los cazas nazis entre 1943 y 1945. Conservados por el Comité Memorial Austriaco que consiguió movilizar al vecindario e impulsar un proyecto de conservación para evitar su destrucción. Hoy, esos túneles pueden visitarse. El Bergkristall, entramado subterráneo de diez kilómetros de túneles construidos en condiciones infrahumanas por los presos judíos de Gusen II con más de 45.000 m2, en sus entrañas trabajaban las 24 horas del día alrededor de diez mil deportados, a pico y pala, torturados en todo momento, hasta desfallecer y morir sin fuerzas para seguir viviendo. Entrar en los túneles, respirar el mismo aire que aquellos presos respiraron, nos transmite la sensación de fragilidad de la vida ante tamaña injusticia realizada por los nazis contra la vida y las personas. En todo momento, en bucle, se escuchan los nombres de las víctimas, nombres anónimos y desconocidos, que nos acercan al horror allí vivido.
Campo de Mauthausen, las escaleras de la Muerte, la Cantera
Ya en el verano de 1938 Mauthausen-Gusen son campos nazis junto a la cantera de la población de Mauthausen en Austria, a unos 20 km de Linz. Empezó a recibir presos desde Dachau y otros campos hasta convertirse en uno de los complejos de campos de concentración más grandes de la zona nazi de Europa junto a más de 50 subcampos, localizados por toda Austria y el sur de Alemania, que utilizaron a las personas como esclavas.
Algunos campos subordinados al complejo de Mauthausen incluían fábricas de munición, minas, fábricas de armamento y plantas de ensamblaje del avión Me 262. Fueron los dos únicos de toda Europa etiquetados como de «Grado III», lo que significaba que eran los más duros para los «Enemigos Políticos Incorregibles del Reich». A diferencia de otros, que eran para todo tipo de prisioneros, Mauthausen fue utilizado para tareas de exterminio de la inteligencia, la libertad y el pensamiento libre. El 6 de agosto de 1940 llegaron al campo de concentración, en vagones de carga, los primeros 392 españoles, de los 7.300 inscritos en el campo hasta 1945. Procedían de la Francia ocupada: el primer convoy que llegó ese mes procedía del Stalag VII A (Moosburg), luego llegaron otros convoyes.
Entrar en el campo es trágico, sus muros imponen, sus alambradas, sus torres y pabellones, cámaras de gas y crematorios, su Memorial y la Sala de los Nombres, producen un efecto de ahogo, de mezcla de rabia y miedo. Recorrer los espacios de memoria, las placas de homenaje, las fotos históricas del pasado real, nos retrotraen al momento del exterminio de aquellas miles de personas libres, que jamás pensaron ni en sus peores sueños, que se podía vivir tal tragedia de violencia y muerte. Y aún falta lo peor, la Escalera de la Muerte, junto a la cantera, con sus infinitos 186 escalones, que causaron miles de muertos, al caer los presos, con cargas de piedras de granito superiores a 50 kilos a sus espaldas, extenuados, golpeados, asesinados y masacrados en la misma escalera. Bajarla y subirla nosotras, en mayo de 2023, nos deja en un estado de silencio y tristeza permanente, no hay explicación posible a esta cruel técnica de tortura hasta la muerte, solo mentes enfermizas contrarias a las leyes básicas de la Madre Tierra pudieron idear este suplicio constante y demoledor que nunca debemos olvidar.
Con la llegada de las delegaciones para honrar a las víctimas, entre ellas la española, en los diversos actos, se produce un breve momento de solidaridad, de entendimiento humano, de comprender que solo la fraternidad entre los pueblos libres, el apoyo mutuo entre las gentes de nuestra Humanidad y la justicia igualitaria para erradicar la maldad y la perversidad del totalitarismo autoritario, son las caminos, junto a la Paz, para la convivencia pacífica y el justo futuro que necesitan las futuras generaciones que habitarán nuestra amada Tierra. La delegación española, 78 años después, desplegó una copia de la pancarta que el día de la liberación de Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, cuando el Ejército estadounidense entró en Mauthausen, los presos españoles colocaron en la puerta del campo en la que se podía leer: «Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras», también en inglés y ruso. Con la despedida del campo de Mauthausen, llegamos al pueblo del mismo nombre, a cinco kilómetros, para recordar a la austriaca Anna Pointner que guardó los carretes de fotos que hizo Francisco Boix, preso y fotógrafo del campo, fotos que sirvieron de prueba en los juicios de Núremberg contra Albert Speer, Ernst Kaltenbrunner y otros nazis y demoler así su alegato de que desconocían los campos de exterminio.
Aquí finalizó nuestro viaje y la conmemoración de la liberación de los campos nazis, experiencia inolvidable, muy dura y que refuerza nuestro ideal de antifascistas permanentes. Salut.
Joan Pinyana Mormeneo
Memoria Libertaria CGT
Fuente: Rojo y Negro