Artículo de opinión de Rafael Cid

De norte a centro, de este a oeste, la Europa rica, acomodada y supuestamente culta ha respondido a las embestidas antisociales de la troika (FMI, CE, BCE) encumbrando a partidos de extrema derecha convictos y confesos. En Finlandia, Dinamarca, Austria, Hungría, Alemania, Reino Unido o Francia, el 25M pasará a la historia como la fecha en que una mayoría electoral cooptó a formaciones racistas y xenófobas al parlamento de la Unión Europea.

De norte a centro, de este a oeste, la Europa rica, acomodada y supuestamente culta ha respondido a las embestidas antisociales de la troika (FMI, CE, BCE) encumbrando a partidos de extrema derecha convictos y confesos. En Finlandia, Dinamarca, Austria, Hungría, Alemania, Reino Unido o Francia, el 25M pasará a la historia como la fecha en que una mayoría electoral cooptó a formaciones racistas y xenófobas al parlamento de la Unión Europea. Grupos eurófobos, aquí y allá, al asalto de las instituciones de la UE, con el cinismo de quienes utilizan las urnas para culminar sus latrocinios por otros medios.
Con el mismo viático como Hitler llegó al poder, los neonazis de Amanecer Dorado en Grecia; sus homólogos germanos de Alternativa Alemana; los racistas del Partido para la Independencia del Reino Unido o los neofascistas del Frente Nacional en Francia se han acogido al sagrado de los votos. Porque amplios sectores populares de la ciudadanía, sin valores democráticos, tras ser traicionados por sus tradicionales padrinos de la derecha conservadora y la izquierda socialdemócrata, han corrido a buscar amparo entre los partidos ultras que izaron la bandera antisistema de aquella oportuna manera.
Hoy, aquí y ahora, las huestes de Marine Le Pen y de Nigel Farage, a uno y otro lado del Paso de  Calais, han trepado al pódium de las preferencias políticas por libre expresión de la voluntad general, haciendo bueno aquel dicho de que un hombre es un voto pero una boina también.  Una civilización disciplinada generación tras generación en el consumismo voraz, la obediencia debida y la insolidaridad social, al entrar en crisis,  no podía más que abrazar la seguridad y despreciar la libertad. Darse unos “dictadores”, que eso es lo que acaban de hacer las masas de media Europa, desde los Pirineos a los fiordos.
Pero el sur también existe. Junto a esa opción de servidumbre totalitaria, la otra mitad del continente, la Europa pobre, la que más ha sufrido la crisis, la que registra mayor paro y mayores recortes, ha respondido votando resueltamente por más democracia, más libertad y más justicia social en los comicios europeos. Desde abajo y desde la izquierda, un alud de electores en Portugal, Grecia, Italia y España, los famosos PIGS (cerdos) de la caricatura endosada por los ricos si italianizamos la ele que correspondía a Irlanda en el insultante acrónimo, han aplicado una salida progresista a la debacle de valores suscitada con la crisis inoculada desde arriba. Los ejemplos de Syriza en Grecia, 5 Estrellas en Italia y sobre todo Podemos en España hablan claramente de las virtudes de esa “dieta mediterránea” política.
Y por una vez, y para bien, España es diferente. No solo la gente ha despojado de toda legitimidad al bipartidismo hegemónico de PP y PSOE que aplicó despiadadamente la purga decretada por la Troika, mediante una abstención más activa que nunca y una riada de votos nulos y en blanco, haciendo que juntos no alcancen ni el 50% de la representación parlamentaria Además, y al mismo tiempo, han avalado orgullosamente iniciativas políticas comprometidas contra el austericidio y por recobrar la soberanía popular en los ámbitos claves de la cohesión social, potenciando derechos y libertades. Tamaño coraje ha llegado incluso al extremo de hundir al nom nato partido Vox, una escisión a la derecha del PP que pretendía servir de banderín de enganche para el rearme del caduco nacionalcatolicismo.
Pero no hay milagros. Las cosas no suceden por arte de magia. Si cuando gran parte de la UE gira olímpicamente hacia la xenofobia legal España se convierte en una excepción, con cero fachas en las instituciones, eso es debido fundamentalmente a la siembra solidaria del 15M. Ha sido el movimiento de los indignados; las plataformas anti-desahucios; la insurgencia civil de yayoflautas y preferentistas; las mareas y los movimientos sociales, lo que ha hecho posible arbitrar un espacio democrático desde abajo y por la izquierda para derrotar a la Marca España y los gobiernos del Ibex 35. Nada en la cultura política establecida hacía prever esa reacción rupturista. Si más allá de los círculos del estricto activismo ciudadano la opinión pública ha roto con su histórica resignación, ha sido gracias a que el espíritu del 15M. Esa larga marcha que inició un puñado de jóvenes insumisos plantándose en la madrileña Puerta del Sol en 2011, con sus flujos y reflujos, caló en buen parte de la opinión pública y de suyo ha supuesto para la nueva izquierda emergente una contundente campaña electoral de tres años de duración.
Su radicalismo democrático, su acción directa, su ética integradora, sus prácticas deliberativas, el horizontalismo de sus decisiones, incluso el consecuente rechazo de la violencia sembraron un porvenir donde había tierra baldía. Por primera vez desde la transición una parte del pueblo alcanzaba la mayoría de edad política y se afirmaba proactivamente por la realidad de sus hechos en vez de limitarse a reaccionar miméticamente ante las agresiones del poder. Por eso, se equivocará de medio a medio quien intente capitalizar el legado del 15M para justificar su éxito electoral en las elecciones europeas
Postdata. El pasado domingo también votaba Ucrania, en este caso presidenciales. Tanto tinta derramada y tanta denuncia sobre el “golpe de Estado” en Kiev y el ascendente de grupos de iconografía neonazi en la revuelta de Maidan, y al final la montaña parió un ratón. Ahora resulta que, en medio del simulacro dramatizado, los verdaderos bárbaros enfilaban hacia el europarlamento con el apoyo masivo de muchos de esos alarmados ciudadanos europeos, sobre todo de jóvenes y trabajadores. Así, mientras Svoboda y el Sector de Derechas, los partidos ultranacionalistas de referencia, obtenían el 25M dos irrelevantes 1,17% y 0,67% de los votos respectivamente, eran el xenófobo Frente Nacional francés o el neonazi griego Amaneceer Dorado, ambos observadores pro Putin en el referéndum de anexión de Crimea a Rusia, quienes se convertían en auténticos favoritos de las masas.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid