Colectivos sociales de todo el mundo se unen el próximo 25 de noviembre para reivindicar un Día Sin Compras y la construcción, durante los otros 364 días del año, de otro modelo de consumo más equitativo y menos despilfarrador.
Huelga de Consumo apoya el día sin compras para el 25 de noviembre, como antesala de lo que debería ser un acto global contra el consumismo irresponsable con una Huelga de Consumo.
Puedes obtener más información en:
Puedes obtener más información en:
- Actividades del Día Sin Compras (25-11-2011), por ciudades:
http://www.sindinero.org/blog/archives/4653 - Apuestan por un modelo de consumo sostenible para salir de la crisis:
http://www.ecologistasenaccion.org/article21821.html - Acción Día Sin Compras, 25 noviembre 17h. en Sol:
http://madrid.tomalaplaza.net/2011/11/21/accion-dia-sin-compras-25-noviembre-17h-en-sol/ - ‘Día Sin Compras» en Vigo:
http://www.coordinacionbaladre.org/modules.php?name=News&file=print&sid=490 - Un día sin compras contra la crisis:
http://www.uakix.com/eventos/un-dia-sin-compras-contra-la-crisis.html
________
Manifiesto Ecologistas en Acción:
Colectivos sociales
de todo el mundo se unen el próximo 25 de noviembre para reivindicar un
Día Sin Compras y la construcción, durante los otros 364 días del año,
de otro modelo de consumo más equitativo y menos despilfarrador: el
objetivo no es sólo reducir el nivel de consumo en los países del Norte
económico, sino promover una reflexión crítica sobre este modelo de
consumo, denunciar sus impactos y proponer alternativas viables que
estén sustentadas en valores como la sostenibilidad socioambiental, el
reparto equitativo de la riqueza, la solidaridad, alternativas que
retomen las relaciones comunitarias de cercanía, el comercio local y
estén asociadas a las necesidades reales de las personas.
“La economía no es asunto público”, estará pensando la ciudadanía
griega cada vez que los gobiernos de la Unión Europea (UE) y el Fondo
Monetario Internacional (FMI) hablan sobre la deuda de su país, las
agencias de calificación rebajan esta deuda y su Gobierno responde con
más medidas de ajuste en la economía nacional.
Tras el anuncio de un posible referéndum griego para decidir sobre
las medidas de recorte y el plan de ayuda aprobado en la última cumbre
de la UE, la vicepresidenta económica, Elena Salgado, pidió que «la
racionalidad se imponga y que Grecia se ajuste al programa». Una
“racionalidad” que en la práctica se traduce en más recortes sociales,
más dinero público destinado a “desestresar” a los bancos y las cajas de
ahorro y en políticas fiscales que recaen fundamentalmente en una clase
media herida, parada y endeudada por las consecuencias de la crisis.
La propia Elena Salgado pedía al estallar la crisis económica una
mayor implicación de esa clase media, a través del ejercicio aún más
fuerte de la que parece ser su función principal: consumir. Sin embargo,
la última Encuesta de Población Activa (EPA) señala que hemos llegado a
la cifra de 5 millones de personas en paro, así que todo apunta a un
nuevo retroceso del PIB. Mientras aumenta la pérdida de poder
adquisitivo de las familias, los analistas miran con preocupación un
nuevo estancamiento del consumo privado: “En el consumo está la clave de
la recuperación económica, porque el gasto de los hogares representa,
nada más y nada menos, que 2/3 del PIB en España”, aseguraba el
periódico económico Expansión. [“Los españoles no se rascan el bolsillo para salir de la crisis”. Beatriz Amigot. Expansión 19-02-2010”.]
De esta manera, en este discurso que pretende seguir siendo
dominante el consumo se asocia de una u otra forma directamente con la
actual crisis financiera que atraviesan los países centrales, cuyas
repercusiones hasta el momento se centran en la aplicación de recetas
que conducen a fuertes reformas de corte neoliberal, el recorte de
derechos sociales, el “rescate” de la banca y la amenaza del Estado del
Bienestar. No obstante, a pesar del intento de instalar este relato del
consumismo como “clave para la recuperación” y llave para salir de esta
crisis, como la contribución más racional y responsable que la clase
media europea puede hacer frente a este escenario, cabe preguntarse:
¿pero no fue el exceso de consumo justamente uno de los factores que nos
condujo a esta crisis? ¿Cómo podrá ser ahora su medicina?
Consumirlo todo
Hace décadas que el modelo de consumo abarca cada vez más ámbito de
la vida en los países del Norte económico, con consecuencias sociales y
ambientales que son cada día más visibles y preocupantes. Mientras
tanto, a pesar de que se insista en la idea de la “democratización” del
consumo, este modelo representa un hecho social y económico que se
constituye como un privilegio para menos del 20% de la población
mundial, en el que este porcentaje minoritario de la población consumo
el 80% de los recursos del planeta.
Y la problemática socioambiental vinculada a este modelo sería mucho
más acuciante si éste se extendiera a la mayoría mundial marginada de la
“felicidad consumista”. Si el modelo se globalizara, harían falta tres
planetas Tierra para poder sostener este voraz estilo de vida. Por ello,
en este sentido el consumismo también es un espejo de la organización
social y económica del mundo en el Siglo XXI, caracterizada por la
insostenibilidad socioambiental, la concentración de la riqueza y la
exclusión de las mayorías.
Mientras, las empresas europeas, japonesas y estadounidenses, van
progresivamente dejando de producir y, por lo tanto, de mantener las
condiciones laborales y ambientales de aquellos que fabricaban sus
productos. El reino del consumo low-cost, la tiranía del beneficio
económico a corto plazo y la ambición de la clase empresarial no sólo
han construido una amplia clase media consumidora pasiva, hedonista y
acrítica, sino que también han puesto en jaque la viabilidad de su
propia materia prima fundamental: el planeta Tierra.
A estas alturas ya tenemos todas las certezas de que el olvido
interesado de los límites (los recursos naturales finitos o la capacidad
del aire, el agua y la tierra para ser contaminados) y la obsesión
ideológica por el crecimiento económico constante, ni siquiera han
posibilitado una sociedad más satisfecha consigo misma, sino más bien
todo lo contrario: la sociedad que ha dispuesto de los recursos más
abundantes y de las tecnologías más avanzadas se encuentra aprisionada,
sin embargo, de una espiral consumista que nos hace infelices,
competitivos e individualistas, y pone en grave riesgo la subsistencia
del entorno del que dependemos. Frente a este escenario, ¿qué hacemos?
¿Seguimos consumiendo?
Construyendo alternativas
A contracorriente de la entelequia del “consumo como solución a la
crisis”, cada día son más numerosas las iniciativas colectivas a escala
global que pretenden denunciar los excesos y defectos de este modelo de
consumo, promoviendo la reflexión crítica, denunciando los impactos,
construyendo alternativas y articulando iniciativas para un consumo
consciente, crítico y responsable.
Colectivos sociales de todo el mundo se unen el próximo 25 de
noviembre para reivindicar un Día Sin Compras para reivindicar que la
solución no es consumir más, sino construir otro modelo de consumo más
equitativo y menos despilfarrador. La elección de la fecha se debe a que
el Día de Acción de Gracias representa el pistoletazo de salida a la
oleada de las compras navideñas, principalmente en EE.UU. El también
denominado Viernes Negro, es la fecha en la se rebajan los precios en la
inauguración de la temporada de compras navideñas, se colapsan las
grandes superficies y centros comerciales, la publicidad promueve el
desenfreno consumista y, como resultado, es la jornada en la que se
produce el mayor volumen de compras en ese país.
Esta iniciativa fue propuesta por el publicista canadiense Ted Dave
como una forma de crítica contra los excesos consumistas. Su primera
edición se celebró bajo el lema “lo bastante es suficiente” en 1992 y
posteriormente el DSC ganó más notoriedad pública al ser impulsado por
el colectivo Adbusters. La propuesta del DSC podría ser comparable a una
jornada de huelga de los consumidores y consumidoras o una campaña de
boicot, no contra un producto o una empresa concreta, sino contra el
aparato mercantilista y publicitario y el modelo de consumo resultante.
Los objetivos de esta actuación global no se limitan a la reducción
del nivel de consumo en los países del Norte económico, sino que se
extienden a promover una reflexión crítica sobre este modelo de consumo,
denunciar sus impactos y proponer alternativas viables que estén
sustentadas en valores como la sostenibilidad socioambiental, el reparto
equitativo de la riqueza, la solidaridad, alternativas que retomen las
relaciones comunitarias de cercanía, el comercio local y estén asociadas
a las necesidades reales de las personas.
Por ello, se trata de una apuesta activa por otro modelo de consumo
más crítico, donde el eje no sea el crecimiento económico y la
optimización de los beneficios empresariales a costa de sistemáticas
injusticias sociales, la polarización de la riqueza, la dependencia al
consumismo y la destrucción de los recursos naturales. Así, se ha
convertido en una jornada señalada para los colectivos y personas que
apuestan por la transformación del modelo de producción, distribución y
consumo, así como del estilo de vida contemporáneo.
Esta crítica se sustenta en una crítica sistémica más amplia y
profunda, vinculada al reparto de los recursos a escala planetaria, el
libre mercado, las normas que rigen el comercio internacional o las
políticas alimentarias, entre otros. Por lo tanto, también se relaciona
con otros movimientos de contestación, como es el caso del comercio
justo, la agroecología, la economía solidaria, el movimiento
decrecentista o la defensa de la soberanía alimentaria de los pueblos.
Durante esa fecha, los colectivos y organizaciones sociales
implicadas en estas temáticas denuncian de distintas maneras un sistema
injusto, alienante e insostenible, y reivindican el consumo local, justo
y ecológico de los productos necesarios. Por eso, el DSC es también una
ocasión para la visibilización de la problemática asociada al
consumismo y la promoción del ejercicio colectivo de un consumo
responsable y crítico durante los otros 364 días del año.
Con este Día sin compras se propone el debate, la reflexión y la
construcción de alternativas posibles para promover el decrecimiento,
reconducir el estilo de vida, el modelo de producción, de consumo, de
transporte, energético, de alimentación y de poder, con el objeto de
transitar el ineludible camino hacia la sostenibilidad socioambiental
del sistema. Y también la no compra puede constituirse en una vía para
la lucha y movilización contra los poderes económicos centralizados.
En última instancia, se trata de una jornada que sirve para poner
sobre la mesa de la conciencia colectiva un conjunto de críticas y
alternativas necesarias que han quedado ocultas o disfrazadas por el
ruido mediático y la saturación publicitaria. La crítica a una economía
que se ha vuelto autónoma, que no toma en consideración las necesidades y
exigencias de la vida humana y sólo aspira a su propio desarrollo. A un
aparato de producción que pretende alcanzar un ilusorio crecimiento
infinito sobreexplotando el planeta y un modelo de consumo que pretende
mercantilizar todo aquello cuanto exista. A un estilo de vida que obvia
cualquier límite y pasa por encima de las necesidades en nombre del
“progreso”, el “desarrollo” o la “modernidad”. La alternativa de
construir una sociedad fuera de la lógica del crecimiento, el
individualismo y la competencia. De promover un modelo económico y
social que respete los límites físicos, proteja y favorezca la vida. La
alternativa de reaprender a vivir más allá del consumismo, siguiendo la
consigna “menos para vivir mejor”.
En http://www.ecologistasenaccion.org/article21710.html
Fuente: Ecologistas en Acción