El sistema político salido de la transición hace aguas a pasos agigantados. Se le están acabando los trucos, apenas le quedan conejos en la chistera y ya nos conocemos todos sus cuentos. Pasaron de la obediencia debida al patriotismo constitucional y de ahí al imperativo legal para negar algo tan simple, democrático y universal como que la gente pueda expresar libremente su opinión, sobre lo divino y lo humano. Por eso hemos llegado al final de la escapada. Un régimen que amenaza con acciones represivas cuando un sector significativo de la población exige que le consulten sobre temas que le afecta directamente, está acabado. Kaput, es un espectro. Porque la obediencia debida como axioma de gobierno es el ADN de los despotismos y las dictaduras.

El “sí se puede”, el “no nos representan” y el “lo llaman democracia y no lo es”, lemas que desde sus inicios han servido de carta de presentación del 15M, tienen cumplida réplica identitaria en el conflicto catalán.

El “sí se puede”, el “no nos representan” y el “lo llaman democracia y no lo es”, lemas que desde sus inicios han servido de carta de presentación del 15M, tienen cumplida réplica identitaria en el conflicto catalán. La voluntad de poder demostrada por las bases soberanistas que dinamizaron el proceso, la convicción de que el Estado no representa las legítimas reivindicaciones del pueblo y la evidencia de que una democracia que agrede la libertad ideológica no es una auténtica democracia, hacen de la disputa por la consulta sobre la autodeterminación un inestimable aliado de los movimientos sociales contra el austericidio.

Al descrédito cosechado a pulso por las políticas antisociales del cártel PP-PSOE, se une ahora un revés estratégico por la irrupción del derecho a decidir en Catalunya. De esta forma, si hasta ayer el 15M lideraba el frente cívico al sistema, ahora el abrumador apoyo a la consulta en esa comunidad amplia y complementa el rechazo al statu quo. Así, mientras el movimiento de los indignados gana un socio finalista, de otra parte, su impronta sobre este puede dinamizar el proceso evitando que sea fagocitado por la conservadora de CiU. Al fin y al cabo, ambos activismos han surgido para responder al secuestro de la soberanía popular por la casta gobernante, y esa empatía sobrevenida puede crear las condiciones necesarias para su ocaso definitivo.

No solo la singularidad de las posiciones mutuas del 15M y del derecho a decidir catalán afirma una misma dimensión de ruptura democrática, además evidencia la extrema debilidad del sistema. Si un régimen recurre a leyes de excepción en el ámbito penal o administrativo, como está haciendo el gobierno del PP con esos proyectos de nuevos Código Penal, Ley de Protección de Seguridad Ciudadana y Ley de Vigilancia y Seguridad Privada para reprimir, sancionar y coaccionar al 15M y a los movimientos sociales, está declarando su incompetencia democrática. Lo mismo que cuando trata de poner puertas al campo negando de raíz el derecho a decidir del pueblo catalán. En ambos supuestos, lo que existe es una declaración de guerra del Estado contra la Sociedad. Algo que, como en todas las batallas, comienza con sucias campañas de polución informativa de los medios de comunicación, convertidos en heraldos de las mentiras que agradan al Poder.

Con la falacia de que para formalizar el divorcio del “matrimonio” entre Catalunya y España, quien tiene la primera y última palabra es el mandamás España, asistimos a una recreación de aquel país de “charanga y pandereta, cerrado y sacristía” que glosó Antonio Machado. En 2014, justo al cumplirse 300 años de la toma de Catalunya por los Borbones, sus ciudadanos opinaran sobre esta relación desigual, y tenga o no consecuencias jurídicas la consulta dejará claro que existe un cisma entre el pueblo catalán y el Estado central. Sólo el miedo a una humillante derrota en las urnas puede explicar que el gobierno Madrid se haya negado a transferir a esa comunidad las competencias para celebrar un referéndum, aun sabiendo que según el artículo 92 de la vigente Constitución este no es vinculante. Prueba de que el Estado español prefiere la “obediencia debida”, propia de los súbditos, al “derecho a decidir” de una democracia con demócratas. Lo contrario de lo que va a suceder con la consulta que se celebrara en Escocia ese mismo año: con las competencias cedidas por el ejecutivo de Cameron para celebrarla, votada solo por los escoceses y con resultados vinculantes a uno y otro lado. Todavía hay clases.

Claro que en Celtiberia el show tiene de protagonistas tanto a gobierno como a oposición, a PP y a PSOE, a derecha e izquierda. Rajoy y Rubalcaba, Rubalcaba y Rajoy, tano monta monta tanto, han cerrado a cal y canto la posibilidad de que los catalanes hagan uso de su legítimo “derecho a decidir”. Ellos, el duopolio dinástico dominante: los que perpetraron la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución para imponer la deudocracia y el austericidio; aceptaron como normal el ingreso de España en la Unión en Europea en 1986, con pérdida de soberanía en distintos ámbitos, sin consultar a los ciudadanos; dieron por válido en 2005 un referéndum sobre el Constitución Europea en el que solo voto el 42,33% del cuerpo electoral y, en fin, a finales del 2011 cedieron el territorio nacional como sede naval del Escudo Antimisiles de estados Unidos, comprometiendo la seguridad del país al margen de la voluntad de la población.

Pero al 15M y los activistas del proceso en favor del derecho a decidir aún les queda camino por recorrer. Un camino lleno de minas, espejismos, amenazas e indeseables compañeros de viaje. Aunque las federaciones de UGT y CCOO en Catalunya parecen haber apostado a favor de la consulta, habrá que estar vigilantes para conjurar derivas neutralizadoras. Por parte de los movimientos sociales será preciso impedir el “empotramiento” de dirigentes políticos y sindicales que han sido cómplices de esas políticas en tiempos de Zapatero, y ahora aparecen llevando la pancarta de la protesta en manifestaciones ciudadanas contra los saqueos del PP. Y del lado catalán, la ola identitaria surgida de abajo-arriba tendrá que profundizar en su dimensión social hasta hacer marginal y subsidiaria la presencia en el proceso de CiU, motor del expolio y la desigualdad social en esa comunidad. En los dos casos con el tacto y la prudencia necesaria para que la denuncia de sus cúpulas no sea presentada como un rechazo a las bases ajenas a sus chanchullos. La emancipación en liza exige acumular fuerzas, sin sectarismos pero con dignidad.

Si la inteligencia colectiva logra superar todos los obstáculos que se alzaran a su paso, por activa y por pasiva, podemos avistar la meta donde se ventilara la partida final: el punto de convergencia entre los objetivos del 15M y el de los partidarios del derecho a decidir. Porque es seguro que el Gobierno y sus afines impedirán que la mayoría parlamentaria catalana lleve a efecto la consulta popular, pero es igualmente cierto que dicho referéndum se hará cuando el testigo sea recogido por las entidades ciudadanas que lo han promovido ab initio, que son quienes ostentan toda su legitimidad. Entonces estaremos finalizando el año 2014 y en puertas de un 2015 que tienen en su agenda elecciones municipales y generales. Una oportunidad para repetir el ensayo que en 1931 trajo la Segunda República en donde el día anterior había una restauración borbónica salida del mandil del general Primo de Rivera. Culminar este proceso identitario y la larga marcha de los movimientos sociales contra las instituciones con una toma de los municipios que conlleve el autogobierno y el derecho a decidir, significa inevitablemente la ruptura democrática, el republicanismo confederal y la caída del régimen neoliberal. Lo que bien empieza también suele acabar bien, y el derecho a decidir brotó de un sinnúmero de refrendos realizados a nivel local, donde reside la democracia de proximidad. Vamos despacio porque vamos lejos.

Rafael Cid

 


Fuente: Rafael Cid